Pegadito a mamá
No hay mejor sillita de paseo para el bebé que el cuerpo de mamá. Es cálido, mullido, amoroso y le mece como cuando estaba en el útero.

¿Qué tienen en común una madre que vive en las profundidades de la selva amazónica, una madre del corazón de África y una mamá de las más remotas montañas de Asia (aparte de que quieren con locura a sus hijos)?
Que llevan a su pequeño pegado a su cuerpo al menos hasta que es capaz de moverse por sí mismo.

Tener al bebé encima, les deja las manos libres para trabajar y les permite desplazarse con una autonomía mayor que si lo transportaran en un cochecito o una silla de paseo y, además, les deja más tiempo para sus tareas, porque el bebé está muy tranquilo y no demanda atención a cada rato.

En algunas zonas de África, las madres llevan a los bebés en una especie mochila de piel curtida de animal decorada con amuletos protectores. En otras regiones de este continente, lo sujetan a su cuerpo con una tela rectangular de algodón que se ata con dos nudos, uno por encima del pecho y otro por debajo, y que también se usa de falda y de manta.

Los estampados de las telas utilizadas para portear a los niños tienen un contenido simbólico, los colores vivos expresan la alegría de aportar un niño a la sociedad.

Tan cerca de mamá, el pequeño apenas llora, porque se siente seguro y confiado.
«El pecho de la madre es el hábitat natural del bebé, donde encuentra cobijo, calor, contención, donde escucha el latido del corazón de su mamá, un sonido que le ha acompañado durante los nueve meses de gestación», dice Gemma Guillamón Amores, asesora profesional de porteo (Porteo Natural) e investigadora del porteo indígena.

La proximidad facilita el pecho a demanda. El bebé se relaja al escuchar el ritmo cardiaco de la madre que conoce muy bien desde hace (ya más de) nueve meses. Y se siente mecido con el vaivén de los movimientos naturales de mami. ¿Hay mejor forma de descansar satisfecho?

Muchas madres occidentales llevan a sus pequeños en el pecho, a veces lo recomienda el pediatra cuando el bebé tiene cólicos o reflujo, porque la postura en vertical mejora sus problemas digestivos. El porteo también evita alteraciones de cadera (siempre que el bebé esté bien colocado), de aplanamiento de la cabeza y de sueño: como el niño está tranquilo, duerme mejor... Y nosotras podemos realizar un sinfín de actividades

Estas mamás aseguran que están muy satisfechas, dicen que muy pronto aprenden a reconocer las señales que emite el bebé cuando tiene hambre o está incómodo y eso les permite atender sus necesidades mucho antes de que el niño llore a pleno pulmón. Además, piensan que llevar al bebé encima fortalece el vínculo (¿acaso no dice el refrán que el roce hace el cariño?) y como su hijo no está lloroso e irritable, se sienten más competentes como madres.

Las madres queremos a nuestros hijos pegados a nosotras. Lo malo es que crecen y luego ya no podremos cargar con ellos con tanta facilidad, así que ¡a aprovechar el tiempo que tenemos y a disfrutar de nuestros niños!