
Educación en positivo
Tips efectivos y sencillos para educar sin prohibir
Aunque a veces pueda resultar difícil encontrar el equilibrio entre ser amable y poner límites y normas a nuestros hijos, te prometemos que es posible hacer ambas cosas a la vez. Estos tips son perfectos para educar sin prohibir.
En el mundo de la educación cada vez es más sonado eso de educar sin gritos y sin prohibir. Pero, qué difícil es lograr el equilibrio entre ser amable con nuestros hijos y, a la vez, ser capaces de establecer unas normas claras y unos límites sanos para todos los miembros de la familia.
Una de las formas de alcanzarlo es a través de la empatía. Ya sabes, la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona aunque no estemos de acuerdo con su punto de vista. De acuerdo al libro Castigar no es Educar (Ed. La Esfera de los Libros), de Lorena García, esta capacidad está muy relacionada con la escucha activa: vía por la que podemos llevar a los niños a desarrollar su competencia empática.
De hecho, de acuerdo al mismo libro, si queremos escuchar activamente no debemos demandar la atención del pequeño que, muy probablemente, no sea capaz de dárnosla. Al contrario, somos nosotros, como adultos, los que tenemos que demostrarle que somos capaces de escucharle, de interesarse por él y de no juzgar sus puntos de vista.
Además de la empatía, es muy importante que eliminemos por completo el las prohibiciones si hemos elegido un modelo de crianza en positivo. ¿Por qué? Pues porque se ha demostrado que prohibir es sinónimo de coartar la libertad del otro y privarle de sus límites. Por tanto, el niño dejará de hacer eso que le prohibimos simplemente porque sabe que, desobedeciendo, tendrá consecuencias mayores, no porque verdaderamente no desee hacerlo.
Nuestro papel como padres será conseguir lo último pero, en ese afán de educar sin ser demasiado restrictivos, es normal que surjan las dudas y las inseguridades de los padres sobre cómo establecer normas de convivencia y límites sin prohibir. Es decir, sin decir no‘.
Por eso, hemos contactado con Lorena García, educadora infantil y certificada en Disciplina Positiva, para que nos dé algunos tips basados en los principios de la Disciplina Positiva, la filosofía educativa y de vida apta para cualquier tipo de relación y que se establece como uno de los orígenes de la educación sin prohibiciones. Todos tienen un denominador común: educar sin prohibir.
¡Te retamos a que comiences a practicarlos en casa!

Hay veces que se toman medidas y se dictan normas en el hogar que los más pequeños no alcanzan a entender y, no es que no las cumplan porque quieran desobedecer, es que les faltan los recursos para poder llevarlo a cabo. Una de las claves está en la conexión, que resulta tan sencilla como ponernos a la altura de nuestros hijos mirarlos directamente a los ojos y explicarles de forma sencilla y amable las normas establecidas, para que las entiendan sin necesidad de entrar en un bucle de prohibición o luchas de poder.

Muchas veces se le prohíbe al niño por orgullo, por aplicar el famoso “porque lo digo yo y punto” sin tener en cuenta la situación. Prohibimos porque no queremos ser demasiado permisivos, sin embargo, tenemos que valorar cada situación en concreto y determinar si podemos ser más flexibles con las circunstancias y el momento y, en lugar de prohibir, permitir y sobre todo ofrecer confianza en que llegaréis a un acuerdo que favorezca a todas las partes implicadas.

Uno de los objetivos prioritarios que nos marcamos los seres humanos es el sentido de pertenencia a un grupo, pero también de importancia, es decir, poder contribuir y que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta. Las juntas familiares están precisamente concebidas para tal fin, para que todos los miembros de la casa sin excepción puedan ofrecer su punto de vista y llegar a acuerdos entre toda la familia para evitar la medida de prohibir o sancionar determinados comportamientos.

A pesar de que es un tema que genera bastante controversia, pues no se es del todo partidario a negociar las normas con los hijos, lo que sí es una evidencia, es que a través de la negociación, existe la garantía de que las normas han llegado a todos los miembros de la familia y han sido entendidas y consensuadas, por lo tanto, si no se cumplen, será justo y en ningún caso pillará a nadie por sorpresa, recibir la consecuencia de no cumplir la norma.

Están diseñadas especialmente para los más pequeños de la casa, lo ideal es acompañarlo de imágenes que indiquen de forma visual y secuenciada las rutinas del día a día, así cuando, por ejemplo, nuestro hijo se haga el remolón en recoger sus juguetes e ir a bañarse, la tabla de secuencias que juntos podréis haber confeccionado le indicará qué es lo que sigue al tiempo de juego. Desde luego que no es una varita mágica y conseguir que este proceso se ejecute sin conflictos de por medio, requiere de tiempo y paciencia.

Para nuestros hijos es más fácil la prohibición, a pesar de no gustarles que la responsabilidad, pues esta requiere de un esfuerzo y de asumir un compromiso. Entre todos podéis establecer una lista de tareas a cumplir que no suenen a imposición o prohibición, sino de colaboración en la familia. No tienen por qué encomendarse tareas que no sean del agrado del niño, quizá regar las plantas o poner y quitar la mesa sean una buena opción.

Es una tarea complicada, pero puede lograrse. La tendencia es mandar el mensaje con un imperativo de ¡no lo hagas! Pero existe la manera de darle la vuelta a la forma de decir el mensaje siendo más amable y dando una indicación similar, por ejemplo, al famoso ¡No pises, que está mojado! Tratar de decir lo mismo, pero en positivo, “el suelo está mojado, podrás pasar cuando se seque”.

Están concebidas para que el niño asuma las consecuencias de sus actos, siempre y cuando no entrañen un peligro, pero sí experimente el resultado sin que el adulto tenga que prohibir. Un ejemplo de ello es que, si nuestro hijo no quiere ponerse el abrigo a pesar de decirle que hace frío, en lugar de prohibirle salir a la calle, podemos optar por permitirle que experimente la sensación y que sea él quien decida abrigarse.

Este tipo de consecuencias son algo más complejas porque pueden resultar ser castigos disfrazados. Para hablar de consecuencias lógicas, debe existir un acuerdo previo establecido de que, ante el incumplimiento de una determinada norma o tarea, exista una consecuencia coherente a la situación y que no entrañe dolor o humillación a nadie. Si el tiempo de juego anterior a hacer los deberes termina a las 17:30, señalar el reloj llegada a esa hora sería suficiente para que el niño recoja sus juguetes, de no ser así, se retirarán. En este caso no debería de haber enfados, ni el niño debe considerarlo como injusto, ya que ha sido una norma previamente consensuada en familia y coherente a la situación.