Educar para la resiliencia: ¿cómo podemos hacerlo?
El término resiliencia se puede definir como la capacidad de una persona para superar y adaptarse a circunstancias difíciles y salir reforzados de estas. ¿Podemos educar a nuestros hijos para poder tener resiliencia? Hablamos de cómo conseguirlo.
Hasta hace no mucho tiempo se hacía referencia a la resiliencia infantil solo cuando se hablaba de niños que habían sufrido una experiencia traumática y muy dolorosa, pero ahora hablamos de “una actitud resiliente” como una serie de hábitos y rutinas que se pueden inculcar a los niños para que crezcan como personas capaces de recuperarse tras cualquier bache o situación difícil no necesariamente extrema.
En estos momentos, educar para la resiliencia adquiere aún más valor si cabe porque niños y adolescentes han estado sometidos a una situación de mucho estrés provocada por el confinamiento, el miedo al contagio, separación de amigos y familiares, preocupaciones económicas en la familia, posibles muertes más o menos cercanas, etc.
Además los niños se tienen que adaptar en poco tiempo a situaciones cambiantes. Partiendo de una situación normal, hemos pasado a una de confinamiento y ahora que estamos saliendo poco a poco del confinamiento, volvemos a otra normalidad que no es igual que la situación de partida y que no sabemos muy bien cómo será en el futuro.
Para explicar cómo educar para la resiliencia vamos a tomar como referencia las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría (las 7 C) y veremos cómo podemos aplicarlas a la población infantil:
1. Competencia
Se trata de fomentar la idea de que son competentes para manejar una situación de manera eficaz:
● Buscar sus fortalezas. Cuando se produce una situación difícil podemos preguntarle a nuestro hijo qué estrategias usó en situaciones anteriores para solucionar los problemas.
● Limitando nuestro deseo de protección. Si sobreprotegemos a nuestro hijo y hacemos todo por él, podemos enviar un mensaje erróneo que haga pensar al niño que no es suficientemente competente para manejar ciertas situaciones.
● Reconociendo las distintas competencias de los hermanos por separado, evitando comparaciones entre ellos.
2. Confianza
La creencia de un niño en sus propias habilidades aumenta su competencia. Se puede desarrollar esta confianza:
● Expresando de manera real e inequívoca la confianza que tenemos en ellos.
● Evitar “falsas” alabanzas. Por ejemplo, a un niño pequeño le podemos decir que ha hecho un dibujo magnífico cada vez que lo hace, pero a partir de cierta edad ya son capaces de distinguir si su dibujo es bueno o es malo. Si alabamos todo lo que hace, nuestro refuerzo deja de tener valor.
● Evitando crear falsas expectativas con frases como “Estoy seguro de que lo puedes lograr si haces…”, si realmente no lo estamos.
3. Conexión
Desarrollar estrechos lazos y vínculos con la familia permite crear un sólido sentimiento de seguridad:
● Haciendo que nuestro hijo se sienta seguro tanto física como emocionalmente, con un apego adecuado.
● Permitiéndole que exprese todas sus emociones aunque no sean agradables. Las personas resilientes pueden sentir y expresar dolor, frustración o rabia. Son conscientes de sus sentimientos y los gestionan de forma adecuada. Por ejemplo, en una situación dada se puede sentir miedo y les podemos decir que las personas valientes no son aquellas que no tienen miedo sino las que identifican su miedo y aprenden a gestionarlo y a regularlo.
● Abordando los conflictos abiertamente dentro del núcleo familiar para solucionar los problemas.
4. Carácter
Los niños necesitan desarrollar un sólido conjunto de valores morales para determinar lo que está bien y lo que no, y demostrar una actitud afectiva hacia los demás. Para ayudarle a mostrarse de una manera asertiva podemos:
● Permitirle que diga que no cuando lo que se le pide está en contra de su valores.
● Hacerle ver que, evitando los problemas, estos no se solucionan.
● Mostrando cómo se sienten los demás si se comporta de forma agresiva.
5. Contribución
A partir de los 3 o 4 años, pueden empezar a comprender el valor de hacer algo por los demás:
● Comunicándoles que muchas personas en el mundo no tienen lo que necesitan.
● Destacando la importancia de dar un servicio a terceras personas y entender el buen modelo de la generosidad.
● Creando oportunidades para que cada niño pueda contribuir de una manera específica.
● Cuando valoran todo lo que tienen es más probable que relativicen los problemas que puedan tener.
6. Confrontación
Aprender a hacer frente al estrés y saber gestionarlo ayudará a los hijos a estar mejor preparados para superar los retos de la vida. Hay que enseñarles a adoptar actitudes positivas para hacer frente a obstáculos:
● Entendiendo que la mayoría de comportamientos de riesgo en niños son reflejo de intentos de aliviar el estrés de su vida diaria.
● Corregir conductas equivocadas que puedan tener, pero no cuestionarles a ellos mismo; es decir, criticar la conducta, no la persona.
7. Control
Los niños que son conscientes de que pueden controlar las consecuencias de sus decisiones tienen más probabilidad de darse cuenta que tienen la capacidad de recuperarse más pronto. Se puede ayudar a un hijo a tener más control sobre sus actos:
● Ayudándoles a entender que la mayoría de los acontecimientos de la vida no son puramente al azar y que la mayoría de cosas que tienen lugar en nuestras vidas son fruto de nuestros actos y decisiones.
● Por otro lado, debemos ayudarles a admitir que no se puede controlar todo lo que pasa y que puede haber circunstancias como accidentes o situaciones no previstas que habrá que aprender a afrontar.
● Aprendiendo que la disciplina se transmite a través de la enseñanza, no del castigo o del control; actuando con disciplina se les ayuda a entender qué actos producen ciertas consecuencias.
Por último, me gustaría aclarar la diferencia entre resiliencia y negación. No expresar las emociones desagradables de una forma explícita no significa que los niños y niñas no lo estén pasando mal. La no expresión de emociones no significa, necesariamente, que sean más resilientes. Es necesario dar un tiempo y dejar un espacio a los niños para que puedan expresar lo que han sentido y cómo afrontan las nueva normalidad.
No tengamos prisa, la resiliencia se cocina en muchos casos a fuego lento.
Artículo ofrecido por David González Cauhapé-Cazaux. Tutor de la Universidad de Padres experto en adolescencia. Tutor del seminario "Una visión positiva de la adolescencia". Psicólogo especializado en familia y orientador escolar.