“El final es un nuevo comienzo”
La Adopción es una película basada en la historia de una pareja española que va a un país del Este a adoptar a un niño.
Daniela Fejerman, es directora y coguionista de la película La Adopción y madre de un niño adoptado de Ucrania, de ocho años de edad.
¿Cómo nació la idea de hacer la película?
Tiene una base autobiográfica muy fuerte. Cuando estaba en Ucrania, pasándolo fatal, me escribía con mis amigos más cercanos y les contaba que me sentía como dentro de un cuento de Navidad contado por Kafka. Convertir mi experiencia en una película fue una especie de necesidad vital de compartir, de sacar y elaborar esta historia. Empecé a escribir el guión el mismo año que llegué con mi hijo a España. No quería que la felicidad de tenerlo conmigo me hiciera minimizar lo mal que lo había pasado allí.
¿Por qué fue tan mala esa experiencia?
Cuando llegamos a Ucrania, después de un largo proceso de papeleo en España, con la ilusión de encontrarnos con nuestro hijo, nos dimos de bruces con un sistema corrupto, donde se trafica con el destino de los niños y las ansiedades de los padres.
¿Crees que es representativo de la adopción internacional en general?
Desconozco cómo funciona en otros países, aunque me pregunto dónde van las decenas de miles de euros que se pagan para adoptar a un niño en el extranjero. En ciertos países del Este, el 70% va para sobornar al funcionario de turno. Por otra parte, la película muestra la angustia que se vive en el proceso, algo que sí han sentido casi todos los adoptantes.
Recogiste a tu hijo con un año y medio. ¿Habéis vuelto a su lugar de origen después de entonces?
¡No! Ni pienso hacerlo hasta que él me lo pida.

La Adopción
A pesar de todo, afirmas que no es una película de denuncia...
Así es. Trata de una relación y de cómo afecta a la pareja algo para lo que no estaban preparados. Allí, en medio de ese infierno, empiezan a salir todas las deudas pendientes entre ellos. Cada uno reacciona de una manera… Por otra parte, mi intención era mostrar lo duro del proceso, pero eso no le quita valor a la experiencia de maternidad adoptiva, que es excepcional.
¿Cuál es, para ti, la diferencia entre maternidad adoptiva y biológica?
En cuanto al vínculo, yo creo que no hay diferencia. El amor que se construye cada día es el mismo.
¿Se adopta solo para ser padres?
Sí. Nada más. No se adopta por solidaridad, ni para ayudar a un niño. Pero también es verdad que, a veces, cuando recuerdo de dónde viene mi hijo, de una ciudad fronteriza que ahora está en guerra, me alegro tanto de que haya salido de allí…
¿Cómo te sentiste al ver una historia tan personal interpretada por otros?
Lo que más me tocó fue el momento en que vi salir del camerino al niño que hacía el papel de mi hijo después de que lo maquillaran, caracterizado con un pequeño angioma en la mejilla, como el que tenía mi hijo la primera vez que lo vi. Ahí, reviví el instante del primer encuentro y me emocioné. Todavía me emociono al contártelo…
A pesar de su dureza, ¿la trama tiene un final feliz?
Sí. El final es un nuevo comienzo. La pareja no va a volver a ser la misma, pero ahora tienen otra tarea por delante y una vinculación distinta y nueva.