¿Por qué a los niños les encanta coleccionar?
Sellos, piedras, conchas, pegatinas de fütbol, peonzas...Reunir cromos, tazos, figuritas... Su afición favorita a partir de los siete años les sirve para divertirse, hacer amigos y organizarse.
"Sile, nole, sile, nole..." es el estribillo que repiten los niños mientras intercambian las valiosas piezas sobrantes de su colección de cromos o tazos.
Alrededor de los siete u ocho años es normal que les entre una especie de fiebre del coleccionismo. "Yo colecciono piedras de todo tipo, fósiles, conchas, canicas, cromos de fútbol y de Pokemon... Las peonzas las cambio, pero no los colecciono", enumera Guille, de ocho años. Marina, de la misma edad, colecciona pulseras, cajas, pegatinas y Monster High.
Almacenar los más diversos objetos
"El afán por coleccionar, por apropiarse de algo, tenerlo bajo control, almacenarlo, acapararlo ha existido desde siempre. Es algo inherente al ser humano", explica el psicoanalista Guillermo Kozameh. «Lo que varía es el estilo y las características de lo que se colecciona".
- Psicológicamente hablando, el hecho de coleccionar obedece a una razón interesante: "Durante los primeros años de vida, el niño pasa por diferentes etapas de su desarrollo psicosexual. En la llamada etapa anal –que va de los dos a los cuatro años–, el pequeño tiene que aprender a controlar esfínteres, a retener el pis y la caca. Cuando el niño consigue esta habilidad de contener, queda predispuesto para sublimarla en un futuro. Es decir, para hacer algo creativo y socialmente aceptado con esta capacidad, como, por ejemplo, coleccionar", explica el asesor.
- Otro aspecto de las colecciones es que ayudan a socializarse. De esta forma, el niño juega con otros, se comunica, comparte, intercambia lo que tiene repe, siempre en función de los demás. "Me gustaría coleccionar otras cosas, pero no las podría cambiar", afirma Guille.
- Hay aún otra razón más que inclina a los críos por el coleccionismo. Ellos están en una etapa de desarrollo intelectual en la que precisan ejercitar sus facultades para clasificar y ordenar. Las colecciones ofrecen un estupendo campo de experimentación para estas destrezas. Los críos se divierten al mismo tiempo que entrenan su atención y su concentración.
Y si no quiere...
No obstante, hay niños que pasan de colecciones. "Mi hijo Mario, de nueve años, no colecciona nada y yo no se lo fomento, pues no estoy de acuerdo con el consumismo que implica coleccionar", opina Esther.
Respecto a esta postura opuesta, el psicoanalista señala que, si un niño no colecciona las cosas habituales, lo hace seguramente de alguna otra forma, por ejemplo, coleccionando aprendizajes o libros. Así sienten también que pueden guardar, poseer, almacenar, controlar.
No hay nada malo en coleccionar, siempre que no sea una actitud exagerada. "Una colección de cromos, por ejemplo, juega con una ilusión. Hace que el niño se sienta aparentemente feliz y pleno cuando la completa. Esto no es más que una ficción, una falsedad, pues enseguida aparece otra colección que tendrá que rellenar. Es decir, al niño siempre le va a faltar algo, nunca alcanzará la plenitud total", asegura Kozameh.
Ilusiones peligrosas
Algo normal e incluso útil como puede ser el coleccionismo, puede derivar, a veces, en lo patológico. Si el niño se pone excesivamente ansioso cuando no consigue la pieza anhelada de su colección, podemos estar ante rasgos obsesivos.
Tampoco es bueno que tenga 15 colecciones a la vez y esté permanentemente intentando tapar el agujero que falta. Hoy en día la oferta es enorme. Por ello, los padres tendrían que proponer a su hijo que escoja entre las que más le gusten y descartar las otras.