¡Me aburro!, la eterna queja de los niños
Son niños, son libres, tienen todo el día por delante... ¿Por qué no saben entretenerse?
Para la mayoría de los padres y madres, resulta incomprensible que sus hijos de esta edad, con tanta energía, con tantos juguetes, se pasen ratos y ratos deambulando o tirados en el sofá lamentándose con un repetido "me aburro".
Según la psicóloga infantil Mª Jesús Rodríguez, "El aburrimiento de los niños es debido a la inmadurez de su personalidad. Todavía no han creado estrategias propias para regular su autoactividad y esto conlleva que tengan tiempos muertos en los que no saben qué hacer. Es preciso despertar su curiosidad, su afán de exploración".
Si reflexionamos un poco sobre cómo es la rutina diaria de nuestros hijos en edad escolar, nos encontramos con que, durante el curso, prácticamente todo lo tienen programado desde el exterior. Muchas veces sobrecargamos en exceso a nuestros hijos con actividades extraescolares a la salida del colegio, lo que conlleva que dispongan de poco tiempo libre para organizarse ellos mismos.
"Tan importante como la educación académica es la educación del tiempo de ocio. Hay que enseñarles a organizarse y disfrutar de la libertad, de forma que sepan optar entre varias alternativas y que tengan iniciativa propia. Algunas veces se lo damos todo hecho y muy estructurado", asegura la psicóloga infantil.
Cuando salen de esta rutina diaria, muchos niños no saben cómo ocupar su día. No les demos, por tanto, la solución inmediata al qué hacer y enseñémosles a ser más autónomos y creativos.
En primer lugar, ante el aburrimiento, es necesario actuar con una actitud tranquila, sin recriminar ni agobiar al niño. Es más adecuado proponerle alternativas motivadoras.
Hay que implicarse
Al principio será necesario que el padre o la madre se impliquen en la opción elegida (montar en bici, hacer construcciones..), para actuar de modelo durante el inicio de la actividad. Evidentemente, el niño tiene que sentir que nos divertimos, que nos parece interesante compartir un rato de juego con él.
No conviene atosigarle con muchas ideas o propuestas desde fuera: es más efectivo proponer un par de alternativas y acostumbrar al crío a elegir por sí mismo.
Demasiados juguetes
Los niños de estas edades se suelen encaprichar con juguetes muy sofisticados, que tan sólo apretando un botón hacen de todo. Pero ¿qué papel tiene el pequeño en este juego? El de mero espectador de todas las monadas que hace el juguete.
Esto provoca que se aburra y se canse enseguida, y algo más preocupante: que no desarrolle su creatividad. Al dejarle el papel de simple observador, no tiene margen de actuación con estos juguetes ni posibilidades de inventar historias fantásticas en torno a ellos.
Conviene fomentar otro tipo de juego más rico en experiencia personal y también, por qué no, más barato. Con material de desecho y un poco de imaginación, se pueden crear los juguetes más divertidos, en donde nuestro hijo será el protagonista e irá desarrollando su propia manera de entretenerse.
Asimismo es importante que inculquemos a los pequeños el placer de realizar actividades de más movimiento y de grupo, pero sin olvidar otras más tranquilas y solitarias, como, por ejemplo: la lectura, los pasatiempos infantiles, las maquetas, los puzzles...
Contra la apatía, también es muy recomendable hacer que se sientan útiles. Podemos encomendarles pequeñas tareas en casa si les vemos dispuestos.
Cuándo debemos preocuparnos
Si observamos que el nivel de apatía es muy alto, que el niño no se motiva con nada y está siempre cansado, puede deberse a otras causas. En estos casos es preciso descartar la existencia de alguna enfermedad típica de la infancia o de algún proceso depresivo, por lo que será necesario consultar al pediatra y/o al psicólogo infantil. El especialista indicará la intervención más adecuada.