¿Qué hacen los niños con su dinero?
Algunos niños gastan la propina en cuanto la reciben, otros ahorran hasta el último euro. Los padres debemos educarles en el manejo del dinero.
Hay niños a los que el dinero se les va de las manos como si fuese agua. Otros, en cambio, lo atesoran y solo esperan que les regalen unos euros para ver crecer más y más sus ahorrillos.
El comportamiento ideal, como casi todo en la vida, es el término medio: aprender a gastar en su justa medida. En este asunto, como en otros muchos aspectos educativos, juega un papel clave la figura de los padres. Acertar no es tan complicado si respetamos su independencia y, a la vez, nos hacemos cómplices de sus necesidades y caprichos.
El mejor recurso es dar buen ejemplo
Los niños deben educarse dentro de la independencia y el amor. Esto no quiere decir que les demos todo lo que nos pidan, porque eso solo generaría un comportamiento caprichoso. A esta edad lo quieren tener todo y, aunque tienen una noción aproximada del dinero, no miden si podemos o no satisfacerlos. Aunque la economía familiar lo permita, la actitud de «Toma lo que quieras» es totalmente negativa. Nuestra obligación es hacerles ver que para conseguir algo, hay que luchar por ello. educar es prepararles para la vida.
Los niños son sumamente receptivos, asimilan sus conductas principalmente de nosotros: somos su modelo diario y directo. Si nuestros hijos ven que gastamos a los cuatro vientos, ellos también se sentirán copartícipes de este comportamiento. Es verdad que no podemos escapar al intercambio comercial de «Yo te doy dinero y tú me das tal cosa», pero debemos explicarles que existen prioridades (pago del piso, mercado, luz, teléfono...) y que hay cosas más útiles que las que nos intenta vender la publicidad.
Una forma sabia de conseguirlo consiste en adjudicarles una paga semanal y dejar que la administren con libertad. Abrirles una cartilla de ahorros hará que se motiven y adquieran con su esfuerzo los juguetes que tanto desean.
También podemos proponerles un trabajo acorde con sus capacidades. Por ejemplo: «Si limpias los cristales, riegas el jardín o me ayudas a lavar el coche, te daré una paga extra». Esto no implica que por todas sus aportaciones domésticas tengamos que pagarles (convivir en familia implica asumir ciertas responsabilidades), pero recibir un dinerito a cambio de ciertas labores extras les enseña a valorar lo que cuesta ganarse unas pesetas; entenderán que el trabajo es el medio para adquirir lo que deseamos o necesitamos, como hacen sus padres y todos los adultos. Obtener dinero, ésta es la enseñanza, siempre exige un esfuerzo.
Su opinión también cuenta
Otra estrategia importante es acudir con ellos al supermercado e indicarles que existen artículos de excelente calidad a más bajo precio por una sola razón: no aparecen en la tele. Y algo fundamental: permitirles que participen en las decisiones del hogar, que sientan que sus sugerencias tienen valor dentro de casa.
«El dinero y la forma de gastarlo es diferente para un niño africano o sudamericano que para un niño norteamericano o europeo –explica el psicoanalista Juan Jiménez, de la Clínica Montserrat de Bogotá (Colombia)–, pues el poder adquisitivo varía. Los niños con carencias económicas y aun afectivas son más mesurados en gastar, ellos siempre están pensando: ‘Quiero esta cosa, pero todavía no la puedo tener’. Justo al revés que los otros, que la quieren, y la quieren ya». Esto nos da pie para comprobar que, si bien cada niño se comporta de forma diferente, todos aprenden de su entorno, del afecto y de cómo los tratamos.
La educación es un juego inteligente que tenemos que vivir a diario. Es inevitable gastar dinero: la clave está en saber gastarlo. No tenemos por qué privar a nuestros hijos de muchos objetos, pero sí enseñarles a enfrentarse a algo tan importante y cotidiano como el manejo del dinero, porque de ello dependerá la administración de sus finanzas. Las pequeñas de ahora y las grandes de mañana.
No se puede tener todo en esta vida, ¿cómo hacérselo entender a esta edad?
Expliquemos a nuestro hijo que hay cosas que, aunque sus compis las tengan, no son tan importantes. «¿No prefieres que vayamos a ver una película en vez de tener todos los cromos de la colección ésa?»; «¿Para qué quieres una mochila de ruedas cuando tus libros se quedan en el cole?»... Recordarle esos objetos deseados que acabaron en la basura o en un rincón es también un buen argumento.