A los 6 años, su vida es un desafío continuo
Ves cómo se arriesga, cómo compite con otros niños de su edad, cómo quiere ser más y mejor… y te asusta. Aprovecha ese afán de superación de forma positiva.
A partir de los seis años les encanta rivalizar, medir sus fuerzas y sus habilidades, y sus juegos se vuelven cada vez más brutos, más arriesgados. "¡A ver quién se columpia más alto!" (con los pies en el asiento, claro); "¡A ver quién tiene más puntería!" (y se lían a lanzar piedras contra unas latas vacías); "¡A ver quién se sube al árbol!", "¡A ver quién chuta más fuerte", "¡A ver quién escupe más lejos!" (sí, también les gustan los juegos guarros)...
Se están haciendo mayores y se mueren por demostrárselo a todo el mundo (sobre todo, a sí mismos). Se trata de una cuestión de autosuperación y autoestima. Por eso, en esta etapa, los desafíos constituyen el pan de cada día.
Una característica de esta edad es que les gusta ponerse metas: "Voy a dar un salto de Spiderman", "Mira cómo hago el pino"... Se sienten orgullosos de su agilidad; antes se cansaban enseguida, ahora saltan, corren, suben escaleras... casi sin esfuerzo. Y en sus particulares olimpiadas con los amigos lo que está en juego es la exhibición de tales habilidades.
Aunque, en general, las chicas se muestran un poco menos competitivas que los chicos, en cuanto a la adquisición de habilidades los dos sexos están más o menos equiparados. A menudo, algunos niños o niñas alcanzan ciertas capacidades antes o después que otros, pero esto no debe considerarse anormal ni preocupante. Cada uno avanza a su ritmo.
El desarrollo físico que han alcanzado es realmente increíble. Además de otros logros, en este momento casi todos los niños son capaces de:
- Andar de puntillas y sobre los talones, saltar a la pata coja, dar una voltereta, tocar el suelo con las palmas de las manos (sin flexionar las piernas) y saltar lateralmente (con las piernas separadas).
- Caminar hasta dos horas a paso moderado (incluso en terreno un poco empinado).
- Atrapar una pelota que bota con ambas manos.
- Si aún no saben nadar, seguramente están aprendiendo.
No les gusta perder
A la mayoría de los niños de seis años les cuesta mucho tolerar la frustración de la derrota. No les gusta parecer más torpes o menos rápidos que otros. Y, como consecuencia de ello, a veces surgen pequeñas discusiones (aunque, en general, el enfado se les pasa enseguida, y en cuanto pueden… ¡vuelven a la carga!). Limitémonos a estar cerca de ellos, por si se enzarzan en una disputa violenta, pero démosles la oportunidad de que resuelvan solos sus conflictos.
Por otro lado, algunos pequeños se muestran extremadamente competitivos, generalmente porque necesitan que les hagan más caso. Ser "el mejor" representa, para ellos, el modo idóneo de llamar la atención y conseguir el reconocimiento de los adultos. Es fácil ayudarles: solo hay que esforzarse en sacar más tiempo para jugar con ellos, para hacer cosas juntos.
¿Cómo orientar este afán de superación de forma positiva?
Tanto desarrollo físico y tanto afán de superación convierten esta etapa en un momento ideal para fomentar el ejercicio. Si les apetece, podemos iniciarlos en la práctica de algún deporte.
- Conviene potenciar los juegos de grupo frente a las actividades individuales. Jugar con otros niños mejora la socialización y enseña a esperar turno, a respetar las normas y a perder (una derrota compartida se sobrelleva mejor).
- Debemos felicitarlos cuando ganan, cuando alcanzan una nueva meta (como aprender a saltar a la comba o montar en bici sin ruedines), pero también cuando lo intentan (aunque no lo logren). Así alimentamos su deseo de seguir progresando: correr más deprisa, saltar más lejos...
- Elegir actividades al nivel de sus posibilidades (con retos que puedan asumir) y que no favorezcan un exceso de competitividad o violencia. Son preferibles los juegos y deportes que impliquen movimiento y se puedan desarrollar al aire libre.
- Podemos proponerles juegos sencillos, los de toda la vida: el rescate, el escondite, las carreras de relevos, la gallina ciega, el pañuelo...
Para evitar accidentes, es necesaria la presencia constante –y siempre alerta– de un adulto que pueda advertirles de los peligros y frenarlos si se pasan haciendo el bestia.