Ser Padres

8 claves para que tu hijo se porte bien

Ya están en Primaria y pensamos que son mayores. Pero todavía tienen arrebatos típicos de bebé. ¿Por qué les pasa? ¿Cómo ayudarles a controlarlos?

A la edad de seis años es habitual que los niños rivalicen  por ser los mejores o los "primeros en" ante sus padres y especialmente ante sus iguales, puesto que con los padres tienen gran parte del terreno ganado. Son curiosos y tienen mucha maginación. Además, aprenden muy rápido y están deseando mostrar lo que saben. Y quieren probarlo todo, porque ya se sienten mayores y capaces de conseguir hacer lo mismo que los adultos. El problema es que no lo son y cuando lo descubren, no lo llevan precisamente bien, y se enrabietan.

Un día se portan tan bien

Los críos de esta edad tienen una personalidad muy cambiante. No son capaces de estar quietos, y tan pronto se enfadan como se muestran de lo más cariñosos y serviciales. Hay un montón de razones que les invitan a ser más considerados. Por un lado ya tienen perfecta conciencia del bien y el mal, en sí mismos y en los demás y empiezan a darse cuenta de que los otros también tienen sus propios sentimientos y deseos. Por otro empiezan a portarse bien porque les gusta sentirse apreciados.

Y al siguiente, ¡fatal!

El hecho de que un día contengan la furia y al siguiente se muestren como auténticos monstruitos es típico de esta etapa.

La capacidad de autocontrol de un niño de esta edad no está todavía suficientemente desarrollada. Hacia los seis años alcanzan su máxima capacidad motora, aunque por regla general hasta los siete u ocho no adquieren el racionamiento realista de un adulto, y por tanto no son capaces de comprender por qué ocurren determinadas cosas.

Saben bien como deben comportarse en una situación determinada pero no siempre salen airosos de la prueba. "En general mi hijo se porta estupendamente en casa, pero siempre me deja en evidencia cuando vamos de visita. Se convierte en un auténtico cotilla, toca todo o se aburre y se pone pesadísimo», se quejan muchos padres.
Las novedades son muy "golosas", y las visitas suelen tener en sus casas cosas muy interesantes que llaman la atención de los pequeños.

Anticípate a los hechos

La clave para evitar que se porten mal está en anticiparse a los hechos, alertando al niño sobre el comportamiento más adecuado en cada situación.

Un niño habituado a visitar museos se suele portar bien en este tipo de lugares porque sabe que los objetos se miran de lejos, pero el que lo visita por primera vez no podrá resistir la tentación de abalanzarse sobre la primera figura que encuentre en su camino si antes no le hemos avisado.
Nunca debemos olvidar que nuestros hijos están descubriendo el mundo. Y que, aunque ya no son unos bebés, para hacerlo necesitan explorar, tocar, e investigar a fondo todo lo que les rodea.

8 claves para ayudarlo

  1. Darles seguridad
    Los niños necesitan que se mantengan inalterables ciertas normas y rutinas en el hogar y en el colegio. Quieren vivir en un mundo que sea predecible y consistente.
  2.  Fijar unos límites de antemano (anticiparse a los hechos)
    Igualmente precisan límites coherentes, adecuados a su edad y comportamiento. Eso sí, al fijarlos debemos explicarles siempre por qué no pueden hacer todo lo que quieren.
  3.  Escucharles
    Nuestros hijos pueden y deber opinar, no están solo para obedecer. Debemos respetar sus puntos de vista, sin permitir que nos chantajeen emocionalmente, que ya es difícil y darles un margen de libertad para que puedan desarrollar su independencia.
  4. . "Mandar" con diplomacia
    Y poco a poco. Si les presionamos en exceso podemos volverles más agresivos. La forma de pedir las cosas también cuenta, y mucho. A nadie le gusta hacer las cosas porque sí y a ellos menos. Esforcémonos por explicarles lo que esperamos de ellos y por qué. En lugar de dar ordenes sin más, hay que buscar momentos propicios en los que enseñarles las normas elementales. «Si sigues gritando así vas a despertar al abuelito que está cansado y necesita dormir. ¿A ti te gustaría que dejáramos al bebé junto a tu cama cuando llora por las noches?».
  5.  Ser positivos y buscar una alternativa
    Siempre es mejor contestar afirmativamente que decir NO (nuestras negativas les ponen tan furiosos...). Recomendar en lugar de prohibir. En vez de indicarles que no pisen la hierba, podemos decirles que procuren jugar en la arena porque el césped está húmedo y pueden resbalar.
  6. Premiar los buenos comportamientos
    Lo más efectivo para modificar una mala conducta es recompensar o reforzar la que es correcta con un elogio, un abrazo, o una sonrisa pues el principal deseo de los pequeños es agradarnos. Siempre es mejor pactar un premio para las buenas acciones que negociar un chantaje para terminar con las malas.
  7.  Huir de las amenazas
    Y de los castigos que luego no se cumplen. A esta edad son suficientemente maduros para saber que no las vamos a llevar a cabo. La mejor penitencia es reparar el daño ocasionado: que recoja lo que ha tirado. En cualquier caso la sanción debe acompañarse siempre del elogio de la conducta opuesta.
  8.  Ignorar sus patochadas (siempre que no resulten peligrosas)
    Si no conseguimos corregir las conductas revoltosas por las buenas, procuremos regañarle lo menos posible, y no hacer excesivo hincapié en las actitudes que nos disgustan, al tiempo que empezamos a valorar las cosas que hace bien. Puede que con sus trastadas sólo intente llamar la atención y se canse si no lo consigue.
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