5 técnicas infalibles para dominar el arte del estudio
Para aprovechar bien el tiempo tienen que aprender a organizarse. Solo de esta forma mejoran la concentración y el rendimiento.
A las seis en punto de la tarde Lara está en su cuarto, delante de los apuntes y estudiando, dice. Sin embargo, cinco minutos después, su madre se la encuentra en la cocina ("¡Es que, de repente, me ha entrado un hambre!"). Después de zamparse un bollo, Lara intenta regresar a sus apuntes, pero recuerda que necesita folios y, mira por dónde, resulta que están en la habitación de su hermano... igual que ese comic tan guay que él le mangó ayer y que ahora ella va a recuperar como sea (para leerlo, pero cuando acabe de estudiar, asegura).
Entre idas y venidas, llega la hora de cenar... y a Lara le entran los siete males: "¡Si no me ha dado tiempo a repasar!". Al final, come mal y, por acabar de repasar, se acuesta más tarde. Al día siguiente, su madre casi tiene que sacarla de la cama con grúa.
¿Le saldrá bien el examen? ¡A saber! Con suerte, lo mismo va y aprueba (¡ojalá!), pero poco más se puede esperar. Y eso que cabeza le sobra... Seguro que si se organizara mejor, sacaría buenas notas.
1. Crear hábitos de estudio
Y, efectivamente, ahí está la clave. Porque, para obtener resultados brillantes, no hace falta tirarse horas y horas delante de un libro, sino organizarse bien e implicarse en lo que se estudia (y en cómo se estudia). Esto requiere cierta técnica y el respeto a una rutina diaria. Sólo así mejora de verdad la concentración.
Los hábitos de estudio constituyen uno de los factores más influyentes en el rendimiento académico. Son una materia transversal que cada profesor debe integrar en su método didáctico. Esto significa que los educadores, además de impartir las asignaturas, han de ofrecer las pautas de trabajo precisas para que los alumnos repasen las lecciones en su casa de forma provechosa.
2. Habilitar un lugar a su medida
Por supuesto el niño también tiene que poner de su parte (¡a ver, si no!). Los padres pueden ayudarle facilitándole ciertos elementos físicos tan importantes como:
- Un espacio: Preferiblemente siempre el mismo. Mejor que cuente con luz natural o, en su defecto, una bombilla azulada de 60 W. A ser posible se tratará de una habitación tranquila. La música de fondo resulta contraproducente (incluso la clásica).
En el primer contacto con los apuntes conviene que el chico esté solo, pero las sesiones de repaso en grupo y los trabajos en común también tienen utilidad porque aprenderá a coordinarse con otros. - La mesa: Permanecerá algo inclinada o dispondrá de atril (así la vista avanza perpendicular al libro). Encima no colocará nada que pueda distraerle, pero sí los artículos necesarios para el estudio (folios, bolis, cuadernos...).
- La silla: Adquiriremos una proporcionada a la mesa y al niño, con el fin de que él pueda apoyar los pies en el suelo. Debe tener un asiento duro y un buen respaldo para que la espalda se mantenga recta.
3. Realizar un planning de actividades
Una buena idea consiste en sugerirle que coloque en la pared de su cuarto un cuadro (confeccionado por él) donde pueda apuntar las actividades de la semana (las escolares y las extraescolares). Hay que dejarle claro que las sesiones de memorización también constituyen una actividad a incluir en la tabla.
Por si las moscas, no está de más que los padres le echen un vistazo a esa planificación: no tendría lógica que colocara una sesión de estudio justo después de jugar un agotador partido de baloncesto con los amiguetes ni que se pusiera con una asignatura después de haber estado toda la tarde repasando otra.
Ideas básicas:
- El tiempo de estudio en casa no debe ser superior a una hora.
- Debe empezar todos los días a la misma hora y dedicarse a ello siempre el mismo periodo de tiempo.
- Es mejor que, cada tarde, trabaje las asignaturas que ha visto durante la jornada, aunque el día siguiente tenga otras distintas. Así recordará mejor la explicación del profesor, las anécdotas y los ejemplos surgidos en clase.
- Cuando algún aspecto no le haya quedado claro, podemos echarle una mano.
- El rendimiento mejorará si, en cada sesión, empieza por las actividades de dificultad media, sigue con las más difíciles y acaba con las sencillas.
4. Enseñarle cómo estudiar paso a paso
Debe caer en la cuenta de que no se trata solo de empollar y nada más; al contrario: cuanta más actividad despliegue en sus tareas, menos aburridas le resultarán. Semejante actitud redundará en un mayor rendimiento y le obligará a desarrollar funciones tan importantes para su intelecto como el análisis, la observación y la capacidad de resumir.
¿Cómo debe comenzar el estudio de cada lección?
- En principio, por la lectura atenta del título del tema (procurando comprender bien qué significa). Después, el niño deberá intentar recordar si posee algún conocimiento previo sobre ese mismo contenido (para situarse mejor).
- A continuación, leerá de corrido el texto de forma somera, pero reparando en las palabras en cursiva y negrita, los recuadros, los dibujos, las fotos y los gráficos, ya que aportan ideas interesantes.
- Tras esta labor, habrá llegado el momento de que reflexione y se plantee de qué trata la materia que tiene entre manos y qué aspectos le parecen los más importantes. Si está preparando un control, tiene que cuestionarse también qué tipo de preguntas podrían caerle.
- Luego volverá a leer el escrito, pero ya con mayor detenimiento.
- Tal vez le resulte más sencillo concentrarse si emplea rotuladores de colores para subrayar las ideas importantes, además de apuntarlas en un papel aparte (esto último es esencial).
Deberá señalar la idea principal, las definiciones (si hubiera), las causas, las clasificaciones y también todo lo secundario (el relleno, vamos). Conviene que apunte lo que no entienda. Así no olvidará preguntárselo al profesor o a sus papás. - Para finalizar, da muy buen resultado resumir la materia por escrito o recitando en voz alta. Hay que usar frases breves, precisas y siempre palabras propias. Llegados a este punto, el tema estará casi aprendido y probablemente sólo necesitará acabar de memorizar algún aspecto que se le resista un poco.
5. Adecuar el ritmo a su edad
Los niños de ocho años (edad en la que suelen comenzar a mandar tareas para casa en el colegio) no tienen capacidad para hacer tantos deberes como los de diez.
El pensamiento de los primeros (intuitivo, egocéntrico, con dificultades para generalizar...) tampoco tiene mucho que ver con la madurez intelectual que manifiestan los segundos (que saben analizar y organizarse solos).
Sin embargo, a cualquier edad, el objetivo debe ser siempre el mismo: habituarles al estudio, ayudarles en el uso y planificación de su tiempo y mejorar el rendimiento académico.