¿Son necesarios los castigos?
Nuestro hijo de seis años es muy rebelde, no nos hace ni caso y nos pasamos el día castigándole o amenazándole con que le vamos a castigar. ¿Hacemos bien?
No hay que usar el castigo con los niños a la ligera, peropuede ser necesario cuando la desobediencia es importante y han fallado los demás recursos: avisar, prohibir, explicar, elogiar por portarse bien... Y será siempre unrecurso de urgenciaque debe ir acompañado de otros y que será sustituido lo antes posible.
Porque el castigo utilizado sin criterio y en exceso tiene una serie deinconvenientes:
- Deteriora la relación afectiva con nuestro hijo.
- Genera antipatía, ansiedad y bloqueo emocional.Puede, además, bloquear los aprendizajes.
- Presenta un tipo de autoridad basado en la coacción y el miedo.
- Reduce la espontaneidad y la creatividad.
- Provoca conductas de escape(fugas, novillos...).
- Crea adicción(cada vez hay que castigar más).
- No humillar ni retirar de forma duradera el afecto o la palabra al castigado.
- No etiquetar («malo», «torpe» ...) ni, por supuesto, usar el castigo físico.
- Establecer normas claras y avisar antes de que vayamos a castigarle.
- Aplicar el castigo inmediatamente (a más demora, menor eficacia) y que sea proporcional a la falta (un castigo mayor o más prolongado no es necesariamente más efectivo: puede ocurrir lo contrario).
- Dar al niño siempre una explicación.
- Elogiar el buen comportamiento en cuanto se tenga ocasión (que es lo que hay que hacer habitualmente y evita en muchas ocasiones llegar al castigo).
- Las reprimendas suaves y en privado tienen mayor eficacia que las regañinas a gritos y en público.