¿Padres demasiado controladores? Aprende a no ser uno de ellos
La clave está en generar un ambiente de confianza que permita que tu hijo se comprometa con sus objetivos y con los resultados que obtiene en lo que se propone.
Una vez Mónica me dijo que era muy irresponsable no controlar a los hijos en los tiempos que corren… Tras explorar esa creencia, me reconocía que cuando no sabía qué hacer, lo más sencillo para ella era recurrir al control. En una sesión conjunta con su hija de 15 años, Andrea describió a su madre como atosigadora, controladora e inflexible. Para ella fue duro escucharla, pero Mónica se vio reflejada honestamente en esas palabras y reconoció que su propia hija le había descrito como ella describía a su madre. Justamente el polo opuesto de lo que se había propuesto ser en la relación con su hija.
Cuando le digo a los padres que les pregunten a sus hijos como les perciben, suelen contestarme un “uf… qué miedo”. El control es una herramienta de supervisión que utilizamos cuando no confiamos en la capacidad de los demás. Si lo extrapolas a otros ámbitos, puedes comprobar fácilmente que en nuestra sociedad vivimos el control como algo natural. Sin embargo y paradójicamente, vivimos en un entorno cada vez más incierto, complejo, cambiante y ambiguo. Es por ello que les hacemos un flaco favor a nuestros hijos, porque aunque estemos pensando que estamos actuando de forma responsable interviniendo personalmente en todo, lo más lógico sería prepararles para poder adaptarse a un mundo cada vez más volátil e incierto .
Sin embargo, lo cierto es que cuando caminamos sin hoja de ruta en terrenos desconocidos nuestro cerebro, que está programado para sobrevivir, protesta, y busca control y estabilidad para no activar el miedo. Son muchos los padres que veo que consideran que un buen padre es aquél que tiene todo bajo control. No obstante, cuando les confronto con los resultados que obtienen cuando actúan desde el control, caen en la cuenta de que con ello suelen provocar dos respuestas: la resistencia/rebeldía, o la sumisión. Y es que, cuando nos instalamos en el control, estamos transmitiendo (aunque sea inconscientemente) el siguiente mensaje): “No eres capaz, no confío en ti. Es mejor que hagas las cosas a mi manera".
Rebelión
Y cuando un niño se rebela, lo que estamos provocando es justamente que se salte las normas a la menor oportunidad. Y cuando se someten, dejan de tomar iniciativas, se limitan a recibir instrucciones, y simplemente obedecen por miedo. La responsabilidad y el compromiso requieren de un ambiente de confianza y seguridad, que fomente la autonomía de nuestros hijos y que les permita saber que pueden “ejercitarse” en la vida con nuestro apoyo y orientación antes de abrirse a la vida adulta.
Muchos padres me argumentan que tienen que controlar a su hijos, porque descubren que sus hijos les mienten. Y como sienten que no pueden confiar en ellos concluyen que no queda otro camino que el del control. De igual manera, cuanto mayor es la amenaza que percibe un niño por las consecuencias de sus actos, más coherente es la mentira para ellos. Si Carlos siente que le van a castigar doblemente por el parte que ha recibido en el colegio y, lo que ha aprendido es que si digo la verdad no obtengo ninguna recompensa, les parece que cobra sentido mentir.
Entonces , ¿qué altenativas tenemos? La clave está en generar un ambiente de confianza que permita que nuestros hijos se comprometan con sus objetivos y con los resultados que obtienen en lo que se proponen. Generar un ambiente de confianza requiere un cambio profundo que nos permita centrarnos en el desarrollo de la relación con nuestros hijos, en un entorno de seguridad que les permita descubrir que cometer errores forma parte del proceso de maduración, y que además tienen recursos para salir adelante.
Cuando un padre confía en que su hijo es capaz de tomar decisiones y aprender de sus experiencias, ese niño aprenderá a confiar en sí mismo, se atreverá a correr riesgos, a probar cosas nuevas, pero también aprenderá a disculparse sin mentir, reparar el daño causado y se sentirá capaz de resolver sus problemas. Aprenderán a hacerse cargo de forma responsable y su compromiso será ante todo consigo mismo.
Lo contrario del miedo y del control es la confianza, y a veces la necesidad de tenerlo todo bajo control, nos controla, y acabamos siendo víctimas de una quimera que nos proporciona falsa seguridad, porque la vida está llena de imprevistos y variables que no siempre están a nuestro alcance. Podemos elegir emplear nuestras energías en crear un entorno perfecto para criar niños capaces, responsables y resilientes que tienen una relación sólida con sus padres basada en la confianza. Cuando nuestros hijos tienen esto, el mensaje que perciben es muy diferente, porque en el fondo saben que les estamos diciendo: Creo en ti y en tus capacidades, sé que estás preparado para ser más autónomo e independiente, y sé que eres capaz de superar tus errores y aprender cosas nuevas.
Artículo elaborado por Marta Navarro, neurocoach de equipos y educativo en Marta Navarro Coach