Esto es en lo que debes fijarte al leer una etiqueta de los alimentos
Te contamos tanto las trampas que esconden todos los productos etiquetados como aquellos datos que sí aportan información fiable, la famosa “letra pequeña”.
Siempre que tenemos la oportunidad de escribir sobre alimentación en general, y saludable en particular, insistimos en la importancia de leer el etiquetado antes de meter un producto en el carro de la compra. En ello insisten todos los nutricionistas y especialistas en alimentación, que además nos alertan no solo de leer la letra pequeña, sino también de no caer en algunas trampas presentes en el etiquetado.
Por este motivo, se puede diferenciar entre dos aspectos en los que debemos fijarnos a la hora de leer una etiqueta: una en sentido positivo, la lista de ingredientes y la tabla nutricional; y la otra, en sentido negativo, no “comprando” mensajes y palabras claves que son muy habituales en los productos con buen trabajo de marketing detrás.
De estas últimas advierte la OCU en esta pieza en la que enumera las más importantes. Entre ellas, el término “natural”, que solo se ajusta a la realidad en el agua mineral natural envasada, el yogur natural, los aromas natural y las conservas al natural. También el término “artesanal o casero”, que esconde en ocasiones productos industriales en cuya composición se utilizan conservantes, colorantes y demás productos nada recomendables. Y, como tercer ejemplo recurrente, citamos también el concepto “producto cárnico”, que no tiene por qué decirte que estás comprando carne, sino un producto que lleva componentes añadidos a la misma. Preparados, elaborados, marinados, 100% de carne, néctar, sabor a, o extrajugoso son otros de los términos de los que la OCU recomienda no fiarse en los etiquetados.
Además, también hace hincapié la OCU en la importancia de lo que no se dice en los etiquetados. “Esas palabras que faltan deberían hacerte mirar con más cuidado la letra pequeña y la lista de ingredientes”, indica.
Esta afirmación nos permite enlazar con la segunda parte de la pieza, aquella en la que repasamos en la información que sí es fiable a la hora de leer una etiqueta, la famosa “letra pequeña”.
- Lista de ingredientes: puede que no venga la cantidad exacta de cada ingrediente, pero sí están obligados los productores a ponerlos en orden de mayor a menor según sea el porcentaje de cada elemento en la composición del producto. Por eso, por ejemplo, verás que en el chocolate con leche lo primero que viene en la lista es azúcar.
- Alergias: en la lista de ingredientes, además del orden de los mismos, conviene prestar atención a aquellos elementos destacados tipográficamente. Así deben marcarse en los etiquetados a los productos que pueden ocasionar alergia. El huevo es un ejemplo.
- Tipo de aceite: la ley obliga a especificar el tipo de aceite que lleva un producto. Puede ser de palma, pero también de girasol, sésamo, coco, cacahuete, etc. Incluso, debe diferenciar entre aceite de oliva y aceite de oliva virgen extra, que no son lo mismo aunque todavía haya quien lo dude.
- Etiquetado nutricional: en la tabla de valores nutricionales del producto se deben especificar las cantidades de distintos grupos de nutrientes por cada 100 gramos o mililitros. Especialmente interesante son los apartados de las grasas, los hidratos de carbono y, sobre todo, el del azúcar. Este último es fundamental saberlo leer porque los dulces y los niños se llevan especialmente bien, al igual que las bebidas azucaradas, por ejemplo. En este sentido, debes saber que 15 gramos se considera un producto alto en azúcar y alrededor de 5 o menos sería bajo. Pero la regla que debes grabarte a fuego es que cuanto más pequeña la cantidad que viene en esa línea del etiquetado, mejor, más saludable. Todo lo que sea superior a 12 gramos se debe evitar. Ten en cuenta, por ejemplo, que muchos cereales industriales para bebés, superan dicha cifra con creces.
Si se ha descongelado, se debe indicar para que el comprador sepa que no puede hacerlo de nuevo en casa, así que si el producto no contiene dicho aviso es que sí se puede congelar. Esto es útil, sobre todo, en bandejas cárnicas o de pescado. - Origen: es un detalle que también debe quedar reflejado en el etiquetado y que es muy interesante si optáis por dar prioridad a los productos de cercanía, una de las recomendaciones para alcanzar un consumo sostenible.