Los beneficios de leer al bebé desde el embarazo
Habitualmente tendemos a pensar que el amor por la lectura comienza cuando un niño coge un libro por primera vez. Pero, nada más lejos de la realidad: comienza mucho antes y, si lees a tu bebé mientras está en tu regazo, estarás haciendo por él mucho más de lo que piensas.
Algunas mamás me preguntan cuándo es buen momento para empezar a leer a sus bebés. Y muchas me miran raro cuando les digo que yo comencé a leer a los míos cuando aún estaban en la tripa. Me encantaba escoger cuidadosamente según que cuentos para ellos y leerles las historias más bonitas del mundo. Y así fue como empezó nuestro vínculo con la lectura.
Unos meses más tarde, daríamos el paso a lo que se conoce como lectura de regazo. Aunque el propio término es bastante clarificador, creo que este concepto se perfila muy bien cuando todos imaginamos esa imagen tan tierna en la que un adulto (mamá, papá, los abuelos, la educadora…) se sienta cómodamente con un bebote en brazos y, con el libro por delante de él, comienza a narrar el relato escogido.
Decimos que en ese momento, el niño no lee. Aunque en realidad, este es el primer contacto que los más pequeños van a tener con la literatura. Obviamente, todavía no decodifica grafías (lectura mecánica) pero es la mejor oportunidad que los adultos tenemos para iniciar a los más jóvenes en el mundo de la lectura.
Es un momento íntimo, de complicidad absoluta entre ambos. Un ratito para compartir esta grata experiencia y crear ese vínculo afectivo tan importante, no solo con el adulto de referencia, sino también con el libro.
Es esencial que en las etapas de prelectura, la relación con el mundo literario esté basada en la afectividad. Cuando en momentos posteriores, nuestros niños se enfrenten al aprendizaje de la lectoescritura, necesitamos que la lectura les evoque momentos dulces y agradables; momentos de regocijo, al fin y al cabo.
Siempre les digo a mis alumnos que casi todos recordamos algún relato de la infancia no por la historia en sí, sino por quién, cómo y cuándo nos la contaba. Al hilo de esto, les cuento un cuento que para mí es muy especial sobre un niño que vence a un dragón maligno de siete cabezas que tiene aterrorizados a los vecinos de su aldea. La historia en realidad es terrible y nada educativa, pero para mí es particularmente entrañable porque nos la contaba mi abuela, a mi hermana y a mí, cuando alguna noche nos quedábamos a dormir en su casa.
Contar historias, gran aliado
Y es que la tradición oral es otro elemento clave para aficionar a los más pequeños a la letra impresa. Inevitablemente, el joven oyente acabará sintiendo una sana curiosidad por el origen de todos esos relatos que los mayores le cuentan. Y de forma natural, y no mucho más tarde, terminará recurriendo al libro.
También hago especial hincapié en la necesidad que tienen los bebés de manipular el ejemplar. Es momento de desacralizar el libro como objeto. Debemos permitirles que toquen, chupen o huelan el cuento. De hecho, para ello existen ya infinidad de títulos adaptados a estos prelectores tan inquietos. Libros hechos de cartoné, plástico o tela que son ideales para esos momentos de oralidad en los que los más pequeños descubren el mundo a través de su boca.
Por esto debemos insistir en el hecho de que, si queremos que nuestros niños sean lectores habituales en un futuro, es necesario crear un hábito lúdico afectivo desde el primer momento. La manipulación, la tradición oral y la lectura de regazo constituyen, sin duda, los tres pilares básicos para una buena iniciación a la lectura. Y es tarea nuestra, bien como padres o como educadores, facilitarles estos momentos. ¿Te animas?
Artículo escrito por Elena Fernández, profesora y autora del blog Mis Adorables Monstruitos