Masajes para el bebé con mucho amor
Los masajes tranquilizan al bebé, además le hacen sentir seguro y afianzan el apego entre padre e hijo.

Piernas y pies
Con una mano untada en aceite sujetamos el pie. Con la otra acariciamos su pierna de la ingle al tobillo. Seguimos con los pies. En su planta están reflejados todos los órganos del cuerpo, por lo que masajearlos con cuidado le trae múltiples beneficios. Acariciamos la planta desde el talón hacia los deditos con suaves movimientos con los pulgares y observamos que tiene un movimiento reflejo: los dedos se cierran como queriendo agarrar nuestro pulgar. Acariciamos cada dedito y notamos cómo el bebé se relaja e incluso abre los dedos (tal vez tarde unos días). Sujetamos con una mano el tobillo mientras deslizamos la otra desde esa zona hacia la ingle, alternando las manos. Repetimos con la otra pierna y el otro pie. Estos movimientos favorecen la circulación de la sangre.

Barriguita
Colocamos las manos por debajo de sus costillas. Las deslizamos sobre la tripa hacia abajo, alternándolas, con delicadeza. Realizamos movimientos circulares sobre la tripita siguiendo el sentido de las agujas del reloj.Es el masaje ideal para aliviar cólicos, gases y estreñimiento. Además, estimula su sistema nervioso y le ayuda a liberar tensiones que se acumulan en esa zona.

Pecho
Colocamos las manos calentitas sobre el pecho del bebé. Cerramos los ojos y sentimos la suave piel del niño e incluso el latido de su corazón.Luego acariciamos con las palmas de las manos desde la mitad del pecho hasta el costado sin presionar, como si estuviéramos dibujando un corazón. Si el pequeñín rechaza el movimiento de nuestras manos, bastará con posarlas sobre el pecho y mantenerlas quietas.

Brazos y manos
Acariciamos suavemente con ambas manos los bracitos de nuestro bebé desde el hombro hasta la muñeca, y luego masajeamos con cuidado las palmas de sus manitas, el dorso y sus dedos. Al acariciar la palma, el bebé cerrará las manos a modo reflejo. Dejamos nuestro pulgar en el centro de su mano y lo movemos con suavidad. Él lo sentirá, lentamente aflojará la tensión y dejará de agarrarse a él. Si abre la mano nos estará diciendo: «Estoy muy relajado».Sujetando con una mano la muñeca del bebé, deslizamos la otra desde esa zona hacia el hombro, alternando las manos. Cambiamos lentamente al otro brazo y repetimos las mismas maniobras. Si observamos que el pequeñín se niega a despegar los brazos de su cuerpo no pasa nada, es mejor no insistir. Se relajará cuando reconozca el masaje como un ritual diario.

Cara
Nuestros pulgares se arrastran muy delicadamente desde el centro de la frente hacia los lados, pasando después sobre sus pequeñas cejas, del centro hacia fuera, procurando no taparle la cara ya que le produciría una gran sensación de angustia. Luego descendemos hacia las mejillas, acariciándolas en círculos desde los lados de la boca hacia los extremos de su relajada carita.

Espalda
Realizamos un masaje de vaivén desde el cuello hasta la nalgas con ambas manos. Después deslizamos una mano desde el cuello al culete y luego hasta los pies.Repetimos el movimiento, pero ahora pasando las puntas de los dedos abiertos, como si fuera un peine, desde el cuello hasta las nalgas.