Ser Padres

Miedos que desaparecen con la segunda paternidad

Dice una de esas expresiones relacionadas con la crianza que se hereda de generación en generación que los segundos hijos ya se crían solos.

Y aunque suene a exageración y tal vez lo sea, el dicho popular no deja de esconder cierta realidad. Porque sí, aunque las noches sin dormir y el agotamiento sean los mismos, las preocupaciones son otras. Y las que coinciden se hacen visibles de una forma mucho más moderada, porque uno ya tiene la experiencia del primero y sabe que su hijo no se va a morir por cualquiera de los motivos (a cada cual más propio de ‘Expediente X’) que se nos pasan por la cabeza cuando somos primerizos y todo nos parece un peligro.

A veces, en casa, recordamos los primeros días, semanas y meses tras el nacimiento de nuestra primera hija y no podemos evitar reírnos a carcajadas de nosotros mismos y de nuestras paranoias, que pareciera que el mundo estaba conspirando contra nosotros. Recuerdo aquellos primeros días sin apenas salir de casa, no sea que la peque fuese contagiada por el más malvado de los virus; las primeras salidas, en las que más que un bebé parecía que llevábamos una caja de cristales de Baccarat; los primeros mocos, que a nuestros ojos tenían el poder de ahogar a nuestra preciada hija; la primera caída de la cama, tras la que nos fuimos a urgencias con nuestro pequeño utilitario convertido en un coche de Formula 1; o aquella manía, seguro que sabéis de qué hablo, de acercarnos a la peque para ver si respiraba cada vez que dormía y estaba más de diez minutos sin hacer ningún ruido.

Segundo hijo

Con nuestro segundo hijo, muchos de esos miedos han desaparecido. O como decía al principio, los vivimos de una forma mucho más sosegada. Un claro ejemplo han sido las visitas rutinarias para el seguimiento del embarazo. Con Mara casi me da un algo mientras el  ginecólogo buscaba sin éxito el latido del bebé en el vientre materno. Aún recuerdo los sudores fríos de entonces. Con Leo siempre iba con ese run run en el estómago deseando que todo fuese bien, pero una vez en consulta todo lo vivía desde la calma que otorga la experiencia.

Y como eso, un sinfín de cosas más. Nuestro bebé, en menos de un mes de vida, ya ha tenido mocos (con Mara esto nos hubiese supuesto un drama, seguro) y ha sobrevivido; ha salido a la calle y no le ha pasado nada; ha sufrido algún golpe involuntario y no ha pasado por urgencias; y lo cogemos y lo llevamos de acá para allá como lo que es, un bebé, y no aquella caja de cristales de lujo con el cartel de frágil que fue durante semanas su hermana, que parecía que se nos iba a romper entre las manos.

Eso sí, cuando duerme tan plácidamente que ni se mueve ni emite sonidos, aún me acerco a su cara para ver si respira. Hay cosas que no cambian.

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adrian cobellat

Adrián Corbellat es autor del blog unpapaenpracticas.com.  Periodista, padre de una niña de 3 años y un bebé recién nacido, tiene 32 años y es valenciano. Desde 2012 vive en Madrid, donde ejerce de padre y de periodista.

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