
Actividades niños
20 cosas que hacer antes de los 3 años
¿Aprender idiomas? ¿Estimulación precoz? Nada de eso. Lo que los niños necesitan hacer antes de los 3 años es fabricar pastelillos de barro, tocar el tambor con una cacerola. Lo dicen los expertos:
Hacer mejunjes, jugar con la comida, inventar palabras...son muchas las cosas que los niños deben hacer antes de los tres años y no porque lo digamos nosotros, lo dicen los expertos. Los niños necesitan experimentar, aprender y relacionarse con el entorno.
Muchas veces, los padres nos obsesionamos con que los niños no se manchen, que no desordenen, no ensucien...y nos olvidamos de que son niños, de que en su aprendizaje y su conocimiento del mundo es necesario que toquen los objetos, que jueguen y que experimenten. Tienen que jugar con otros niños, hacer la croqueta, caerse al suelo...vivir, porque no debemos olvidarnos que aprender jugando y experimentando es algo natural, que el aprendizaje lúdico forma parte de la evolución del ser humano.
Los niños corren, saltan, juegan siguiendo su instinto, se están conociendo a ellos mimos y midiendo sus posibilidades y eso es una fase del desarrollo totalmente necesario y que aplican en su día a día, a sus actividades cotidianas. Mayte González, especialista infantil y coaching educativo afirma que es "normal que los niños jueguen imitando peleas, jueguen con el barro, salten en el sofá...están jugando a conocerse y a saber sus posibilidades". Obviamente, es necesario poner límites a los niños, educar sin gritos, pero también darnos cuenta de que son niños, están desarrollándose y tener esto presente antes de poner el grito en el cielo ante cualquier situación como las que describíamos antes.
También tendemos a pensar que necesitan juguetes caros o muy sofisticados para entretenerse, cuando lo que realmente necesitan es jugar con cosas simples, descubrir objetos cotidianos como una cuchara de madera, un llavero, una esponja...claro está, teniendo siempre cuidado con el objeto que dejamos a su alcance para que no haya riesgo de que se haga daño o pueda tragárselo. Los objetos cotidianos les permiten tener experiencias sensoriales estimulantes, les ayudan a desarrollar la imaginación y a trabajar la concentración en muchos casos en mayor medida que los juguetes de plástico repletos de colores, luces y botones.
Os hablamos de las 20 cosas que todo niño debería hacer antes de los tres años.

Les encanta "guarrear". En los cumpleaños es inevitable encontrarse un cóctel de pan, ganchitos, zumo y una servilleta.
Si hay cualquier tipo de masa, mejunje o sustancia viscosa a menos de cien metros a la redonda, nuestro pequeño acabará metido hasta los codos. No hay que olvidar que son bebés grandes; ellos aprenden y se comunican con todo el cuerpo. Necesitan tocar las cosas, pisarlas, chuparlas, tirarlas, embadurnarse con ellas y... empezar de nuevo.

Con la comida sí se juega, y actividades como llenarse la cabeza de espaguetis son perfectamente válidas.
Eso y otras cosas que les encantan, como maridajes imposibles y desestructurar todo tipo de manjares. ¿Algún consuelo para padres hartos de poner lavadoras? Que algún día acabará y que, mientras tanto, está aprendiendo a comer: según un estudio de la Universidad de Nottingham, cuando los niños se destetan con comida que pueden agarrar, regulan mejor la cantidad que consumen.

En cuanto Martín ve que su padre se sienta en el suelo y le mira sonriendo: momento de jugar.
Da un salto y empieza una «pelea» que inevitablemente termina con los dos muertos de risa revolcándose en el suelo. Martín aprende a controlar su fuerza y estimula la creatividad (papá me tiene inmovilizado, voy a hacerle cosquillas a ver si me suelta). ¡Demostrado! Los niños que juegan así con sus padres tienen más recursos para resolver conflictos, como recoge el libro de Richard Fletcher El factor papá (editorial Sirio).

Buscar cualquier oportunidad para demostrarles física y emocionalmente lo mucho que les queremos. Los besos, abrazos, cosquillas, caricias, una siesta abrazados, bañarse juntos...
Nada más placentero y emocionante para padres e hijos que demostrarse cariño sin necesidad de palabras. Aunque también podemos decir «te quiero» muchas veces y explicarles lo orgullosos que estamos de ellos cuando consiguen superar algún reto. Y eso ocurre todos los días.

«Mi hija había dibujado unos monigotes que representaban a toda la familia, cuenta Mª Elena, en cuanto me di la vuelta había rayado todo el dibujo con rotulador rojo».
Los gustos artísticos de padres e hijos rara vez suelen coincidir. Nosotros nos empeñamos en que sus obras «se entiendan», mientras que ellos se centran en disfrutar. ¿No es su enfoque más interesante? La especialista en desarrollo, Maite Rodríguez, recomienda dejarles una de las paredes de su cuarto: «Que utilicen pintura de dedos, sus manos, sus pies...».

«Pero para qué quieres el chupete, si ya eres un niño grande»; «no puedes hacer eso que todavía eres pequeñito».
Nos pasamos la vida diciéndoles a nuestros hijos que son demasiado mayores para hacer unas cosas y demasiado pequeños para otras. ¿En qué quedamos? Mejor dejar a los pequeños atravesar fases a su ritmo, sobre todo si son hitos importantes como dejar el pañal, empezar a andar o decir sus primeras palabras.

Ramón, de 3 años, es el responsable de su planta. Cada 3 días la riega y ya sabe que le gusta el sol, porque si se le olvida abrir las cortinas se pone tristona.
Si tenemos espacio, montar un huerto, la experiencia será maravillosa: «Es un chute de motivación. Los niños aprenden a través de la experiencia; desarrollan la imaginación, aprenden a observar, a predecir...», explica Josep Mª Vallès, autor de Mi primera guía sobre el huerto urbano (ed. La Galera).

Esa canción que ha aprendido en la guarde y la repite como un mantra, ese cuento que se sabe de memoria y nos lo pide cada vez...
Aunque hay explicaciones muy sesudas sobre este tema (por ejemplo, la publicada en la revista Frontiers in Psychology, en la que se explica que los niños aprenden escuchando la misma historia porque cada vez van pillando detalles diferentes), en realidad puede que lo hagan simplemente por placer.

José, de tres años, tiene gustos musicales eclécticos: sus favoritos son Bob Dylan y Alejandro Sanz.
En cuanto empieza a sonar la música, ya está con la raqueta de papá en la mano. «Los niños pueden hacer representaciones mentales de cosas o personas que no están delante», explica Natalia Gómez, maestra de infantil, «por eso el bloque de construcción puede ser un coche o ellos mismos convertirse en su superhéroe favorito».

El pan con choropate que se come Alberto para merendar, los tacalones que se pone solito Martín o los hipotomanos que vio María en el zoo.
Los niños corrigen las palabras inventadas y las incorrectas de forma natural y no pasa nada por incorporar sus creaciones al lenguaje familiar por una temporada y, de paso, echarnos unas risas.

Según la doctora I. Romero, coordinadora del Servicio de Pediatría de HM Hospitales, el juego con otros niños obliga al niño a desarrollar habilidades y estrategias.
En casa todo es suyo. En el parque sentirá curiosidad por los juguetes de los demás, pero cuando toquen los suyos primero se sorprenderá, intentará que no los cojan y por último entenderá cómo compartir. Además, se verá expuesto a negativas (no le dejan jugar) y a algún que otro «empujón de parque», todos ellos aprendizajes muy valiosos.

«Para un bebé el contacto piel con piel con mamá en el agua a temperatura corporal es como volver al útero. Y para su madre, amamantarle en la bañera es una experiencia muy relajante.
Con mi hija disfruto haciendo fuentes, jugando con cacharritos, chorros, etc. Tenemos pendiente probar un superbaño con muuuuucha espuma y lo que sí solemos hacer es echar unas gotitas de aceite esencial de lavanda y a veces frotarnos con sal (gorda)», nos cuenta Edurne García, profesora de yoga para el embarazo y crianza, doula y educadora de masaje infantil.

Los niños conviven con el ritmo antes de nacer: los latidos del corazón de mamá.
La pedagoga musical Silvia León propone «bailar y escuchar diferentes estilos y ritmos musicales. Eso les ayuda a desarrollar la pulsación interna. Si les dejamos que canten y cantamos con ellos, les estaremos ayudando a la adquisición del lenguaje. Además, también pueden tener una gran caja de música donde guardemos diferentes objetos y pequeños instrumentos sonoros para que experimenten».

Se ponen a dar vueltas y más vueltas, a veces acompañadas de un «aaaaaaaaaaaaaaaa» y con los brazos extendidos.
Tras unas cuantas vueltas, si consiguen quedarse quietos, alucinarán viendo cómo el mundo gira a su alrededor (toda una experiencia desde el punto de vista perceptivo), otras se caerán de culo al suelo y se partirán de risa. «Este juego favorece que el niño adquiera control sobre su equilibrio y le será muy útil en un futuro para aprender a subir y bajar escaleras o desplazarse a la pata coja», según detalla Inmaculada Delgado en su libro El juego infantil y su metodología (ed. Paraninfo).

«Embadurnarse en arena, enterrarse en ella, mojarse los pies, hacer la croqueta por el césped...Ellos perciben el entorno con todo el cuerpo», explica Maite Rodríguez, especialista en desarrollo.
También recomienda saltar en una colchoneta, en un castillo de aire «para poner en jaque el equilibrio y la confianza interior por mantenerse erguido». Esta terapeuta no para de repetir los beneficios de estar en el suelo. Así irán adquiriendo los sucesivos hitos evolutivos (balancearse, gatear, ponerse de pie, caminar agarrado a algo...) a su ritmo, que es como se consolidan los aprendizajes.

El concepto del tiempo de los niños y de los mayores difiere considerablemente.
Es imposible compaginar sus tiempos con los nuestros pero merece la pena probar a «perder el tiempo» con ellos. «Nos fuimos al parque y me dediqué a seguir a Luis, mi hijo a ver lo que hacía», explica Ana, «primero estuvimos observando a un escarabajo. Después, nos dedicamos a acumular palitos y ponerlos uno detrás de otro. Luis era todo concentración, estaba haciendo lo que realmente quería hacer».

La «teoría de la práctica», del filósofo alemán Karl Groos, explica que el juego sirve para ejercitar los instintos y nos prepara para la vida.
Los cachorros tigres juegan por instinto a cazar, a agazaparse, a morder. Pues nuestros niños juegan también por instinto a saltar, tirar, luchar, correr, retar, provocar... «Veo normal que un niño juegue con barro, imite peleas, meta el pan dentro del vaso de agua, salte en un sofá... Dejemos que sigan su instinto, jueguen a conocerse, a sí mismos y a sus posibilidades», dice Mayte González, especialista infantil y coaching educativo.

«Tendemos a pensar que comprando juguetes caros, con múltiples funciones, colores vivos y con muchas luces y sonidos, estamos dando lo mejor para nuestro bebé, pero no siempre es así.
Los objetos cotidianos (cucharas de madera, rulos, esponjas, pinzas, cadenitas, bolsitas de tela...) les encantan y les ofrecen posibilidades y experiencias sensoriales mucho más ricas que los juguetes de plástico. Este tipo de objetos favorecen la estimulación sensorial, la imaginación, la concentración y la autonomía», explica Meritxell Delgado, educadora infantil y Coordinadora de AEDI.

El vecino, el frutero, una amiga de mamá, otros niños... Cuantos más contactos con gente que no pertenezca a su entorno tenga, mejor.
Su mundo se amplía, adquiere habilidades sociales y se expone a situaciones nuevas. Deja de lado esa idea de que los niños molestan; lo mejor es llevar a tu hijo a todas partes: restaurantes, museos, de viaje... Cuantas más experiencias tenga en sus primeros años, más preparado estará para lo que viene después.

Vale que necesitan rutinas, normas, límites, pero los padres tendemos a mostrarnos inflexibles porque «si le dejo hoy, mañana también querrá».
Pero, ¿qué tiene de malo saltarse las normas de vez en cuando? No es tan terrible que un día le demos el gusto de ir a hacer la compra disfrazado, cenar tarta o dejarle que monte una guarida en medio del salón.