
¡Música maestro!
Para los niños cualquier objeto habla el idioma del «do, re, mi», y cualquier momento es bueno para inventarse un juego musical.

Desde que el bebé está dentro de su mamá le gusta la música que ella escucha, sobre todo si es suave, la ideal para mecerse y dejarse llevar en un relajante vaivén. Y es que, a partir de la semana 14ª sus oídos están listos para recoger melodías, ritmos y tarareo

¿Quién sabe? Luego, tras nacer, muchas mamás han comprobado que sus hijos reaccionaban positivamente al volver a escuchar aquella canción que habían oído con frecuencia en el embarazo.

A todos los peques les gusta la música. A todos, sí, porque es un lenguaje mágico que sintoniza con ellos y lo mismo les llena de felicidad que les calma, según sus necesidades. ¡Hay tanta donde elegir!

¡Y sale casi de cualquier sitio! Porque mucho más allá de la que escapa del piano o el tambor, los críos enseguida se ponen a investigar y son capaces de hacer música con todo tipo de objetos. Por eso golpean la cuchara contra la cazuela, el tenedor contra el vaso de agua o agitan esa caja de zapatos que está llena de cosas.

Así que, obviamente, lo que para nosotros solo es ruido, para sus oídos es rock del bueno. ¡Oh, yeah! Déjale explorar y que descubra el mundo a su manera.

Sus primeros aprendizajes siempre van acompañados de una canción: la que les enseña a dar los buenos días al sol, la que les dice dónde están las partes del cuerpo o aquella con la que aprenden los días de la semana. ¡Son fundamentales!

Sea cual sea la tonadilla la cantan emocionados con su lengua de trapo y la interpretan siguiendo con esmero los gestos que le han enseñado. Cuando hay música por medio, hagan lo que hagan los niños están para comérselos.