Su osito apesta, ¿lo lavo?
Es su peluche favorito, su objeto de consuelo, duerme con él, le acompaña a la guardería, lo abraza fuerte cuando tiene miedo o llora… Pero huele fatal y el niño no quiere ni oír hablar de lavarlo.
Una cosa es un peluche cualquiera, aunque le guste mucho, y otra muy diferente ese objeto de consuelo sin que el niño no puede dormir, del que no se olvida cuando sale de casa, que busca cada vez que está triste o le duele algo… Ese objeto, que normalmente suele ser un muñeco, es fundamental en su vida, le da seguridad y le consuela en los momentos malos. Le gusta abrazarlo, olerlo, tocarlo, chuparlo, arrastrarlo…
Y así está, todo sucio, con olor a babas y más cosas que no queremos ni pensar. Pero, cuidado, si lo lavamos, puede notar la diferencia (de color y olor) y ponerse triste o incluso rechazarlo.
Así que es fundamental ponerse de acuerdo con él y convencerle de que hay que limpiarlo con argumentos como que si está muy sucio puede enfermar. ¿Meterlo en la lavadora? Puede resultar aterrador y no todos los niños lo permitirán, aunque quizá cambien de opinión si consideramos las necesidades del peluche. ¿Qué tal si le pones al osito unas gafas de buceo para que no le entre agua en los ojos? Incluso puedes verlo dar vueltas en la lavadora, disfrutando, pues el miedo del niño es el de no volver a verlo, tragado por el tambor de la lavadora. También puedes lavarlo a mano, o mejor dicho, bañarlo a mano, con cariño, en la bañera.
Cómo limpiarlo:
Para que no se estropee, se puede meter en una funda de cojín y lavarlo a máquina con agua caliente (a 60 grados) o dejarlo una noche en el congelador y cepillarlo nada más sacarlo.
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