Las frases que influyen negativamente en el desarrollo de tu hijo
¿Alguna vez te has parado a pensar la manera en la que hablas a tu hijo? De ser así, seguro que te gustaría que alguien te dijese si lo que le estás diciendo estará bien o mal y si él podría tomarlo de una manera diferente a la intención inicial. Te contamos cuáles son esas frases tan habituales que, sin embargo, influyen negativamente en el desarrollo de tu hijo.
Aunque pienses que su falta de conciencia hará que olviden todo lo malo, la manera en la que te diriges a tus hijos y las palabras que utilizas para corregir su comportamiento pueden tener una repercusión mayor de lo que piensas en su desarrollo y a lo largo de la vida adulta. De hecho, si nos dirigimos a ellos menospreciando de lo que son capaces, recordándoles lo ‘malos que son’ o lo que nos hacen enfadar, quizás podrían extrapolarlo a otras clases de relaciones a medida que vayan creciendo.
Parece obvio, pero viene bien recordar que nuestra tarea como padres es resaltar todas aquellas cualidades que hacen que nuestro hijo sea genial. Recordarle todo el rato, sin embargo, lo mal que se está portando, no tiene ninguna razón de ser. Eso sí, siempre que resaltemos lo bueno, no podemos olvidar hacerlo dentro de unos límites sanos e intentando, en la medida de lo posible, conseguir con ellos una relación de apego seguro (aquí te contábamos si estás preparado para ofrecerla o no).
En nuestro vocabulario diario existen expresiones que tenemos muy interiorizadas (algunas de ellas conocidas como ‘frases de madre’ o ‘frases de padre’) que se siguen diciendo a medida que pasan las generaciones y que, sin embargo, sería mejor erradicar de raíz. Expresiones que no tienen ningún tipo de interés de cara a la educación de nuestro hijo y que, al contrario, lo único que hacen es mermar su libertad de movimiento, de expresión o su personalidad.
Te hablábamos, por ejemplo, de las etiquetas: ‘llorón’, ‘malo’, ‘travieso’, ‘torpe’, ‘el mejor’… aunque estos calificativos los digamos sin ninguna mala intención, los niños tienden a encasillarse en ellos y, además de asumir que son así, les costará mucho cambiar porque se sentirá ‘debilitado’ por esas habilidades que implican las etiquetas.
Sabemos que el reto de la crianza y la educación es algo difícil así que, con el fin de hacerte la vida un poquito más sencilla, te contamos cuáles son algunas de esas frases que deberías ir eliminando de tu vocabulario a la hora de dirigirte a tus hijos si quieres velar por su correcto desarrollo emocional.
Eres muy malo/travieso/revoltoso
Este es un claro ejemplo de cómo las etiquetas condicionan vilmente el comportamiento de nuestros hijos. Si le encasillamos en que es ‘malo’, el niño se autocensurará y desaprobará. Por lo que, si estamos continuamente recordando lo travieso que es, su autoestima se verá mermada. “Al definirlo no le transmitimos que puede o debe cambiar, sino que él es así. Es la imagen que le mostramos”, nos contaba Iván Moreno.
Mira qué bien lo ha hecho tu hermano, ¡aprende!
Tener predilección por uno de nuestros hijos es algo completamente natural. Pero, lo importante es que nuestros hijos no lo noten porque, de hacerlo, solo estaríamos fomentando entre ellos los celos y baja autoestima.Si estamos continuamente comparando a uno con otro y recordando lo bien que hace las tareas Pepito, al final el otro se sentirá decaído y menos válido.
Qué ganas de que vuelvas al colegio
Esta frase podría hacer creer a nuestros hijos que estamos mejor sin ellos y que no les queremos lo suficiente. En conclusión, podría mermar su autoestima y hacer que se sintiera triste y decaído cada vez que está con nosotros.Nunca podemos hacer creer a nuestro pequeño que estaríamos mejor sin él.
Solo me das disgustos
Obviamente, cuando espetamos esta frase no la decimos de manera literal. Solo fruto del estrés en un momento dado. Pero, la falta de comprensión puede llevar a nuestro hijo a creer que es real y a sentirse cabizbajo y hundido. Puede llegar a creer que no es lo suficientemente bueno como para merecernos y eso nunca debería ser así.
Estate quieto
Otro de los imperativos que lanzamos en momentos de estrés y que pueden cohibir al menor. Necesitan moverse, saltar, bailar y nosotros tenemos que estar ahí cuidando cómo le decimos que es mejor que no salten ahí o que sería mejor que corrieran por la calle en vez de por el salón.En Disciplina Positiva se aboga por dar otras opciones, más que prohibir. Es decir: podemos cambiar un ¡estate quieto! (que a menudo se decide fruto del cansancio y el estrés) a un: ‘es mejor que sigas jugando en tu habitación’.
Como sigas así me voy a enfadar
El primer ejemplo de amenaza. ¿Qué pasa si alguien te amenazase, por ejemplo, en el trabajo? ‘Como no tengas la tarea echa a las 10 de la mañana, te quedas sin trabajo’. Te sentirías presionado, nervioso y hasta poco válido.No deberíamos usar las amenazas para educar, ya que nuestros hijos harán lo que queramos por miedo y no porque sepan que es lo que deben hacer.
Como sigas así te voy a castigar
Este es el segundo ejemplo de amenaza. Añadimos, además, la palabra ‘ castigo’. Los expertos en Disciplina Positiva son poco amigos de los castigos, ya que consideran que son una forma de educar bastante ‘dictatorial’.“Si sigues portándote así, no te van a traer nada los Reyes Magos” esta, por ejemplo, tiene mucho que ver con la primera pero está formulada a la inversa. En vez de amenazar al peque, lo que estamos haciendo es chantajearle.En ambos casos, dejará de hacer eso que queramos que deje de hacer porque tiene una consecuencia y no porque entienda por qué ha de dejar de hacerlo.
El berrinche que te estás pillando por una tontería
Aquí podríamos incluir también el mítico imperativo ‘deja de llorar’.Llorar es algo lícito, natural y necesario en todas las etapas de la vida. Quizás para nosotros es una tontería el motivo del llanto de nuestro hijo, pero para él o ella no lo es y, por lo tanto, deberíamos validarlo y ofrecerle nuestro apoyo.Con esta expresión, en cambio, lo único que estamos transmitiendo es que no debería estar llorando y que, por tanto, es débil de personalidad.
Porque lo digo yo y punto
Los niños son seres curiosos por naturaleza. Quieren comprender todo lo que está a su alrededor y, por supuesto, todo lo que tiene que ver con ellos. Si le decimos que no le vamos a dejar el móvil ‘porque lo decimos nosotros y punto’ estamos coartando su necesidad de buscar razones.Aunque nosotros tengamos la respuesta, debemos ofrecer tiempo de calidad a nuestros hijos para explicarles por qué no queremos que cojan eso, que vayan a este sitio o que dejen el juguete en aquél lugar. Si lo entienden, la actitud probablemente no se volverá a repetir.
Como no dejes de llorar voy a ir y vas a llorar con razones
Esta es una de las peores expresiones que podemos decir a nuestros hijos: combina la amenaza con el no entendimiento del llanto. Volvemos a lo mismo de antes, nuestros hijos tienen que llorar y, aunque a nosotros el motivo nos parezca una tontería, hemos de respetar que lo hagan y apoyarles. No amenazarles por hacerlo.