Mi hijo es un 'matón de guardería', ¿qué hacer?
Cuando el niño es agresivo con sus compañeros, hay que reflexionar y preguntarse por qué.
Más o menos, todos sabemos lo que es un pequeño matón. Los hay en todos los colegios. Si el cole es pequeño, no habrá sitio más que para uno o dos; pero si es grande, toparemos con varios.
Se especializan por niveles. Así tenemos al pequeño "matón de guardería", cuyo candor no es obstáculo para que exhiba una considerable contundencia a la hora de repartir sopapos. En plena edad escolar, la personalidad de los niños evoluciona y el papel de cada uno se va definiendo en el mundo del aula. Nos encontramos al gracioso, al gordito, al calladito, al llorón, al acusica... y, cómo no, al terror de todos ellos: el matón de la clase (o del pabellón, o de todo el cole). Que a lo mejor es aquel mismo que ya en la escuela infantil hacia sus pinitos.
Si nos adentramos en la adolescencia, descubriremos un serio y desagradable fenómeno cuyo auténtico alcance solo en los últimos años se está investigando a fondo: el del maltrato entre compañeros. Y en medio del pastel, ¿quién diremos que está? Pues nuestro amigo el matoncito, que a estas alturas ya es un consumado maltratador de sus iguales.
Volvamos un poco la vista atrás
Retrocedamos a la edad intermedia entre la primera infancia y la pubertad. El matoncito de guardería aún no se ha convertido en el siniestro chulito adolescente. Ahora es, digámoslo así, «el terror del cole», un título que sin duda se ha ganado a pulso, pero que, en esta edad de travesuras, se aplica todavía en un tono de gracejo benevolente.
Todos sabemos que los compañeros de colegio a veces se pelean, y no solemos concederle excesiva importancia (ciertas dosis de agresividad entran dentro de lo normal). Cuestión distinta es cuando vemos que un niño se comporta agresivamente de un modo llamativo: cuando pegar, insultar, amenazar, es frecuente en sus relaciones con los otros y lleva camino de convertirse en un rasgo estable de su personalidad. ¿Desaparecerán estos comportamientos con el paso del tiempo? Una agresividad marcada en los primeros años y en la época escolar suele predecir más agresividad en años posteriores y hasta en la edad adulta.
Los abusos de unos niños sobre otros pueden abarcar una amplia gama: agresión física (patadas, pellizcos, empujones); destrucción de objetos, material o trabajos; agresiones verbales (insultos, pullas, burlas, amenazas, motes)... Somos conscientes de que estamos presentando la versión más dura del tipo de niño que hemos llamado, para situarnos un poco, «el terror del cole». Un crío en el que lo más llamativo son los comportamientos agresivos.
¿Qué rasgos definen a un matoncito?
Suelen ser algo mayores o más fuertes que el promedio de sus compañeros, y no es raro encontrar en ellos ciertos problemas familiares o escolares (alguna carencia afectiva, modelos familiares agresivos, mal rendimiento escolar...). Volveremos después a este tipo de niños terribles.
También existe otro tipo de niño trasto con características un poco diferentes. Son los que repiten la misma gracia hasta la saciedad, los que hacen bromas tan pesadas que no es difícil ver en su mala uva un fondo de sadismo y amargura. Porque no estamos hablando de niños moderada y saludablemente simpáticos y payasetes, sino de aquellos otros en los que observamos un exceso, una patética desesperación por hacer gracia a toda costa, aunque la reacción de los demás les muestre claramente lo contrario.
Si un chaval tiene el don de la gracia, hay que reconocerlo y rescatar sus aspectos positivos. Pero es importante distinguir si detrás hay un niño conflictivo. Cuando las bromas tienen un fuerte componente sádico, no hacen gracia y hastían a todos, hay que encender la alarma.
Este tipo de niños busca lo que se dice llamar la atención; es decir, reconocimiento y afecto mediante el recurso de gustar y sorprender con sus gracias. Detrás de su mala uva suele haber una importante frustración y una gran dificultad para valorarse a sí mismos. Quizás por intensos celos, un incipiente fracaso escolar o motivos similares, buscan ser apreciados y admirados por su humor. Pero al tratarse de un humor machacón, ácido, agresivo, el resultado es más bien desastroso. Lo cual no impide que persistan en su comportamiento, porque quizás a estas alturas ese papel de payaso, de mal payaso, es ya el único que saben hacer y se agarran a él desesperadamente.
Hay que detectar, entonces, el problema de fondo y buscarle remedio. Quizás nuestro esforzado humorista posea después de todo una auténtica vis cómica, pero ésta lucirá mucho mejor cuando el conflicto de base se solucione.
¿Y el niño agresivo, el matón que describíamos al principio? No suele ser fácil para los padres aceptar que cuando hay disturbios en el colegio su hijo es precisamente el malo de la película. En vez de reaccionar a la defensiva ante las quejas del centro o de los otros padres, lo mejor es afrontar valiente y conscientemente el problema. Hay que reflexionar y hacer todo lo posible para modificar lo que provoca su comportamiento. En casos graves, puede ser necesario buscar ayuda psicológica profesional.