Cómo enseñar el autocontrol en los más pequeños
Cuando pasamos por una situación estresante nos enfadamos con ellos y nos resulta muy difícil mantener la calma, no logramos comunicar nuestro descontento de una forma eficaz y asertiva.
A veces cometemos ciertos errores en la comunicación con nuestros hijos que tienden a reforzar los comportamientos que no deseamos. Es importante tomar conciencia de que el estado de ánimo de nuestros pequeños depende en numerosas ocasiones de cómo estemos nosotros, además, los niños imitan nuestra conducta y reproducen reacciones que podríamos evitar actuando con más reflexión.
Hechos como racionalizar la discusión en su momento más elevado sin conectar primero con el cerebro emocional de nuestros hijos para luego pasar a razonar o aplicar la autoridad paterna/materna como si estuviéramos en un “campo de batalla” y tuviéramos que vencer o bien ceder ante presiones y chantajes de nuestros hijos que superen límites o fronteras relacionadas con el respeto no favorecen las relaciones en el hogar familiar.
No solo es importante lo que decimos, sino cómo lo decimos

autocontrol
Es importante mantenerse sereno ante los problemas para no enviar mensajes contradictorios. ¿Cómo debemos dirigirnos a nuestros hijos?, ¿con qué actitud corporal, mirada, tono de voz…? El tono de voz será suave, el ritmo de locución no demasiado rápido, la mirada atenta a sus ojos… además, respiraremos profundamente y nuestro cuerpo no estará en tensión. Los gestos más convenientes son gestos “abiertos” (como los “brazos abiertos”), posiciones en las que no protegemos nuestro cuerpo ni estamos creando barreras.
Un ejemplo: Una de las situaciones más temidas por los padres son las rabietas, la buena gestión de las mismas dependerá de nuestra actitud y de la forma de comunicarnos con el niño. Para hacerlo eficazmente recomendamos:
- Anticiparse a las situaciones desencadenantes de rabietas ofreciendo alternativas.
- No utilizar el razonamiento mientras dure la rabieta en su punto más alto de intensidad.
- No contagiarnos de sus gritos ni de su “rabia” contenida.
- Seguir con nuestros planes tan pronto como se calme, sin utilizar premios ni castigos.
- No permitir que las rabietas en lugares públicos nos hagan sentir mal.
Como padres y madres debemos ser los principales modelosde nuestros hijos, comportándonos con inteligencia emocional. Aplicar la inteligencia emocional al dirigirnos a nuestros hijos es importante para la gestión de las emociones y la resolución de conflictos. De lo contrario, si empleamos órdenes, sermones y amenazas, los niños piensan: “Ya estamos otra vez con lo mismo…”
Asimismo la comunicación familiar está íntimamente relacionada con la escucha activa. El hecho de que sean capaces de adquirir una personalidad única y un criterio propio implica que escuchemos activamente sus experiencias cotidianas. Es necesario que perciban: “Estoy escuchando, me interesa lo que piensas y dices”.
Estrategias para mantener la calma y gestionar nuestra energía
- Utilizar el elogio cuando los niños hacen las cosas bien o al menos lo intentan y nos sentimos felices.
- Actuar con la máxima coherencia y atenernos continuamente a unas normas claras y constantes.
- Comunicar al niño qué queremos o qué esperamos exactamente que haga de manera breve. “Por favor, coloca los cuentos en la estantería”.
- Anticiparse y prevenir las situaciones difíciles y/o conflictivas, no “educar sobre la marcha”.
- Buscar la implicación del hijo en su propia educación.
- Dar instrucciones y directrices muy claras desde la calma, por ejemplo: “Es hora de ir a dormir”.
- Ofrecer pequeños premios ganados con su esfuerzo: “Cuando hayas recogido tus cosas, puedes ver un ratito la tele, ¿te parece?”.
La técnica de la “tortuga”, autocontrol desde los primeros años
La técnica de la “tortuga” fue diseñada por M. Schneider (1974) como un método muy eficaz para el autocontrol de la conducta impulsiva en el aula, revelándose muy útil en situaciones de descontrol por carga emocional. Resulta de mucha utilidad en niños preescolares y hasta los 7 años de edad. A partir de esta edad, la escenificación de la tortuga se utiliza como planteamiento lúdico de una técnica de relajación y autocontrol.
El procedimiento será el siguiente:
- La historia de la tortuga que cada vez que se enfadaba se escondía en su caparazón.
- Con la imagen mental que provoca el cuento, se invitará al niño a dramatizar la sensación de frustración de la tortuga, su rabia contenida e intento de introducirse en el caparazón. Cuando la tortuga se introduce en el caparazón para vencer los sentimientos de rabia y furia, el niño escenificará esta actitud pegando la barbilla al pecho, colocando los brazos a lo largo del cuerpo y presionando fuertemente barbilla, brazos y puños cerrados, mientras cuenta hasta diez. La distensión posterior provocará una relajación inmediata.
- Esta sesión concluye invitando al niño a realizar “la tortuga” en aquellos momentos en los que el enfado o la agresividad le desborde.
- Para motivar la aplicación de esta técnica, se propone al niño/a un refuerzo: una tortuguita de verdad. Si aplica la técnica de la tortuga obtendrá puntos para la tortuga de verdad.
- Se dibujará una tortuga grande en cartulina. El caparazón de la tortuga estará cubierto de “escamas”-casillas, que serán los puntos a conseguir (se empezará poniendo un número reducido de casillas para completar los puntos necesarios para una primera tortuga; posteriormente puede continuarse la técnica, si procede, dibujando una segunda tortuga con más casillas).
- El niño podrá tachar o colorear una de las “escamas” en dos ocasiones: una si ha conseguido hacer la tortuga en un momento difícil o dos si ha recordado a otro niño que lo hiciera cuando ha visto que se iba a descontrolar.
- Se reforzarán los avances en el cartel de la tortuga con algún elogio o premio.
Ana Roa es pedagoga, psicopedagoga y coach educativo. Además es fundadora de Roaeducación. Escritora del libro 'El Yo infantil y sus circustancias' y 'Vive la vida'.