Ser Padres

10 leyes de marketing que se pueden aplicar a la maternidad

Las madres dirigimos nuestra propia empresa (el hogar) con dedicación intensiva. Las leyes de marketing te pueden ayudar. Te contamos cómo.

Se dice que la necesidad agudiza el ingenio y la evidencia la tenemos en que las mamás aprenden enseguida a priorizar lo urgente de lo importante y desarrollan una habilidad multitarea que no tiene nada que envidiar a la de los gestores de grandes compañías: los hijos nos hacen ser más prácticas y  potencian nuestra capacidad para resolver los problemas.

Puede decirse que las madres dirigimos nuestra propia empresa y con dedicación intensiva. ¿Por qué no aplicar, entonces, lo mejor del marketing al terreno de la maternidad?

1. Ley del liderazgo

Es mejor ser el primero que ser el mejor.

Cuando alguien crea un producto nuevo, siempre lo tiene más fácil que quien hace un producto que ya existe y tiene que convencer al cliente de que es mejor que el anterior.

Aplicado a nuestro tema, la maternidad, podemos concluir que es mejor hacerlo pronto o simplemente hacerlo... que esperar a alcanzar la perfección. Y con «hacerlo» nos podemos referir tanto a preparar comidas para invitados –no tienes que ser Ferrán Adrià, nadie te lo va exigir– como a educar a los hijos en valores como la obediencia o la tolerancia. «Aún es pequeño para entender, déjalo, cuando sea algo mayor se lo explicaré...» son ese tipo de frases que están haciendo más difícil la solución por esperar a que todo sea perfecto.

2. Ley del sacrificio

Siempre hay que sacrificar algo para conseguir algo.

Hablarle a una madre de sacrificio es como hablarle a un delfín de las olas... ¡ya saben lo que es! Pero no siempre se entiende de una manera, digamos, rentable.

Sacrificarse no es abandonar los cuidados hacia una misma y volcarse completamente en nuestros niños, no. Tampoco significa llevar los mismos pantalones de hace diez años porque hay que comprar ropa a nuestros hijos, no. Cuando hablamos de sacrificio hablamos por ejemplo, de, aparcar temporalmente las salidas nocturnas con amigos o los viajes de aventura. Pero las sonrisas del bebé, esos «mammmá» que suenan a música celestial y todas sus alegrías y hazañas conquistadas hacen que valga la pena.

3. Ley del fracaso

El fracaso debe ser esperado y aceptado.

Cualquier trabajo o proyecto tendrá altibajos. Prepararnos para el fracaso y aprender de él nos reportará, a la larga, beneficios.

Alrededor de los dos añitos muchos padres comienzan lo que los ingleses llaman potty-training, algo así como ‘ entrenamiento de orinal’. Es el claro ejemplo de fracasos en cadena...

4. Ley del éxito

El éxito puede llevar a la arrogancia, y la arrogancia lleva al fracaso.

Relacionada con la ley anterior, quienes conocen el mundo empresarial saben de sobra aquello de que «un tonto nunca se recupera de un éxito».

Ser madre exige una atención constante, una paciencia a prueba de bomba y una actitud siempre en alerta.

5. Ley de la percepción

No se trata de una batalla de productos, sino de percepciones.

Como clientes, todos tenemos ideas muy claras respecto a lo buenas que son unas marcas frente a otras y a los felices que nos haría tener esto o lo otro. Por eso hay personas dedicadas en cuerpo y alma a influir en estas percepciones.

Las mujeres también tenemos el poder de influir en nuestras percepciones. Todas tenemos en mente ideas del tipo: «soy una madre más (o menos) estricta que las demás; soy más (o menos) competente...». Si nuestras percepciones son negativas, acabaremos convirtiéndolas en realidad. Y, para colmo de males, acabaremos dando esas impresiones negativas a los demás.

6. Ley de lo impredicible

Nadie sabe qué ocurrirá mañana.

Todos nos movemos en un entorno cambiante. Las empresas saben que hay que adaptarse... o morir.

¿Hay alguien que resista al móvil? ¡Si hasta las abuelas tienen Whatsapp! Saber adaptarse a lo que viene es fundamental para el éxito.

7. Ley de la escalera

La mejor estrategia depende del lugar que ocupemos en la mente del cliente.

No es lo mismo ser la marca de refresco de cola más vendida en el mundo... que la segunda. Tampoco lo es ser considerada la primera empresa de móviles que la vigésima. Y no es malo.

Lo principal es conocerse a uno mismo y tener claras las prioridades en cada momento. Y luchar por ellas.

Hay momentos en la vida, como cuando se acaba de ser madre, en los que las escalas de preferencias tienen que cambiar. Esto no supone tener que aguantarse con la nueva situación, sino sacarle el máximo partido. Si nos obsesionamos con recuperar pronto la figura o con ahorrar lo imposible para comprar un coche que nos gusta mucho, es muy probable que acabemos frustradas.

Pero si cambiamos estas preferencias por otras más fáciles de alcanzar, como aprender a manejar al bebé con soltura o permitirnos algunos caprichos con la pareja, para estar a solas, estaremos situadas, exactamente, en el tramo de escalera en el que nos sentimos cómodas.

8. Ley de la perspectiva

Pensar a largo plazo.

En el marketing, los efectos a largo plazo son a menudo totalmente opuestos a los efectos a corto plazo. Por ejemplo, si una tienda rebaja mucho sus precios, tendrá éxito a corto plazo, pero a la larga, cuando ponga los precios normales, sus clientes creerán que todo es demasiado caro.

Con el tiempo, en esto de la maternidad ocurre algo parecido. Lo que ahora nos sirve para actuar rápido puede suponer, a la larga, una pérdida considerable de  tiempo.

9. Ley del tú

Hace falta una idea original, la tuya.

Por muchos tratados, recomendaciones o libros que leas, siempre hay un espacio para tu propia teoría.

Nadie conoce a tu hijo mejor que tú. Esto no significa hacer oídos sordos a las recomendaciones de los expertos. Significa escucharlas y aplicarlas a la realidad de cada uno. No hay dos historias iguales, dos niños iguales, dos mujeres idénticas. Afortunadamente.

10. Ley de la franqueza


Reconozcamos nuestros defectos... (hasta cierto punto).

Dicen los expertos en marketing que hay que ofrecer un punto de honestidad al cliente. Por ejemplo, si somos la compañía número dos y no la primera, debemos reconocerlo. El cliente transformará esta aparente idea negativa en algo positivo (no son los primeros, pero puedo confiar en ellos).

Nuestros hijos, a veces, actúan como los clientes más exigentes. Sé clara con lo que puedes ofrecer y con lo que no. Lo has escuchado muchas veces y es verdad: no está bien prometer un premio y no concederlo o amenazar con un castigo y no cumplirlo. Eso solo hace que tu hijo no confíe en ti.

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