"Nunca deberíamos entender las rabietas como una batalla entre un niño y sus padres"
Con motivo de su apoyo al Pacto por la Educación en Equipo de Gestionando Hijos hablamos con el psicológo y padre Alberto Soler sobre valores, respeto, igualdad... Nos explica por qué nunca debemos usar el miedo para que nos obedezcan y cómo actuar antes las rabietas. Nos invita a respetar los ritmos de cada niño sin presionarles ni autoexigirnos. Leer sus palabras nos ayuda a dejar a un lado la culpabilidad.
Para el psicólogo valenciano Alberto Soler "la firmeza y cariño no están reñidos". Es padre de dos hijos y en 2015 comenzó con el videoblog Píldoras de Psicología, en el que cada semana trata un tema diferente relacionado con el crecimiento personal y la crianza. Compagina su consulta privada con charlas y conferencias que cuelgan el cartel de completo sobre educación y crianza.
Charlando con él nos clarifica y convence de la importancia de educar en positivo, educar en la igualdad, y de que el tiempo que pasamos con nuestros hijos es único. Hablamos de expectativas familiares y sueños inalcanzables que nos hacen aterrizar en nuestra realidad. ¿Cuántas veces por las prisas damos una mala respuesta? ¿Cuántas veces hacemos una montaña de un detalle sin importancia? ¿Cuántas veces nos enfrascamos en algo irrelevante? Nos enseña cómo a guardar la calma, cómo priorizar y muchas otras respuestas que nos ayudarán en nuestro día a día.
¿Cómo te definirías como padre?
No sé si yo soy el más adecuado para definirme como padre, pero me esfuerzo por ser un padre que está presente, que forma parte de la vida de sus hijos. No quiero que llegue el día que mire atrás y diga, “mis hijos se han hecho mayores delante mío y yo no me he enterado”. Quiero estar ahí para ellos.
¿Qué les dirías a los padres que todavía hoy viven como espectadores de la educación de sus hijos?
Les animaría a pensar en qué es lo que más necesitan sus hijos; además de que ellos mismos se pueden arrepentir el día de mañana, hoy mismo probablemente sus hijos les estén echando de menos, les gustaría que estuvieran mucho más presentes e implicados. La crianza y la infancia de los hijos puede ser intensa, pero es muy corta. Merece la pena hacer sacrificios por estar ahí y que nadie tenga que contárnoslo más adelante.
¿Nos sabríais enumerar los errores más frecuentes que cometemos los padres y las madres actuales?
Presionamos en exceso a nuestros hijos, queremos que vayan más rápido de lo que su propio desarrollo les permite. Tienen que ser los primeros en gatear, en hablar, en andar, en quitarse el pañal, en dormir solos… Les presionamos a mostrar una independencia para la que muchas veces no están preparados, y cuando lo están y comienzan a reclamarla, nos asustamos y les cortamos las alas. Debemos ser un poco más consistentes, no presionar tanto en las primeras etapas y animar a que sean autónomos en función de sus propias demandas.
¿Cómo ser la autoridad enseñando valores, respeto, autocontrol y limites sin ser autoritario en casa?

"Nunca deberíamos entender las rabietas como una batalla entre un niño y sus padres"
Siempre digo que firmeza y cariño no están reñidos, pero muchas veces nos sentimos más seguros si nos mostramos amenazantes ante nuestros hijos. Y es un error, porque nunca hay que usar el miedo para que obedezcan. A veces complicamos demasiado las cosas; un “no” es un “no”. No hace falta gritar, no hace falta menospreciar, no hace falta intimidar. Simplemente decir que no y, por supuesto, aceptar que la reacción de nuestro hijo a ese “no” quizá no es la que nos gustaría. Tiene derecho a mostrarse molesto y enfadado, y nosotros la responsabilidad de mantener esa negativa para ayudarle a crecer en los momentos en los que está justificado y es necesario.
¿Qué podemos hacer como padres y madres para conseguir igualdad en el reparto de tareas domésticas? Nos das algún consejo para las parejas que aún lo siguen viendo como una ‘ayuda a la mujer’.
Es muy sencillo: no hay tareas de uno o de otro, de hombres o de mujeres. Hay tareas de casa que deben ser hechas, y éstas deben repartirse del modo más justo posible. Quizá no es mitad/mitad, pero una regla que nunca falla es la siguiente: el descanso en la pareja siempre debe ser compartido. Nada de estar viendo la tele mientras el otro está fregando platos o poniendo lavadoras. O los dos hacemos cosas, o los dos descansamos. Si descansamos al mismo tiempo, todo se vuelve un poco más justo. Y, por supuesto, recordar que somos un modelo para nuestros hijos. Si queremos que sean igualitarios, debemos mostrarnos de ese modo en nuestra casa.
Ante una rabieta de nuestro hijo, ¿cómo conseguir que nosotros los padres mantengamos la tranquilidad?
Un factor determinante es la lectura que hagamos de la conducta de nuestro hijo; si interpretamos esa rabieta como un desafío, probablemente no mantengamos la tranquilidad ya que a nadie nos gusta sentirnos retados o desafiados. Pero, si por el contrario, la interpretamos como un fenómeno que forma parte de su desarrollo y como una muestra de in-madurez, quizá nos podemos mantener más seremos. Nunca deberíamos entender las rabietas como una batalla entre un niño y sus padres sino más bien como una relación de ayuda entre los padres y su hijo que está sufriendo.
Educar en positivo, ¿es real? ¿O acabaremos educando en un aura de positivismo falso que acabe generando niños incapaces de enfrentarse a noticias tristes, situaciones complicadas…?
Nunca debemos perder de vista la realidad, somos el filtro por el que nuestros hijos co-nocen el mundo. No debemos esconderles la realidad en la que ellos se encuentran, pero mostrada siempre de un modo que ellos puedan comprender y asimilar en función de su edad. En la vida hay noticias tristes, situaciones complicadas, y forma parte de la educación aprender a gestionarlas. Pero de ahí a generar esas situaciones para que “aprenda que la vida es dura” hay un mundo. No hay que evitarles esas frustraciones, pero tampoco nunca frustrarles a propósito “para que aprendan”.
En uno de tus maravillosos vídeos cuentas las consecuencias de vivir con prisas permanentemente, ¿nos das algún consejo práctico para tratar de llevar una vida algo más tranquila y saber disfrutar el momento sin pensar en el siguiente paso?
¡Muchas gracias! Creo que es importante saber distinguir lo esencial de lo accesorio. Muchas veces perdemos de vista lo que de verdad es importante y que va a tener consecuencias el día de mañana, y nos enfrascamos y frustramos en temas secundarios. Para esto ayuda mucho preguntarnos: ¿qué importancia tendrá esto dentro de un año?, ¿y dentro de cinco? Y la respuesta nos puede ayudar mucho a gestionar ciertas situaciones: un atasco de camino al trabajo, una rabieta, perder las llaves de casa o no estar sentado durante la cena.
¿Qué es la felicidad? ¿Es alcanzable? ¿Piensas que el concepto ‘conseguir felicidad’ estamos abusando de él?
Cada uno tiene su propio concepto de felicidad, pero quizá es verdad que nos presionamos demasiado con eso. Claro que es alcanzable, pero depende de lo que cada uno entendamos por felicidad. Yo me considero inmensamente feliz, porque mi concepto de felicidad es tener una vida lo más tranquila posible con mi familia. No necesito grandes cosas para ser feliz. Según Tolstoi la felicidad consiste en apreciar lo que se tiene y no desear en exceso aquello que no tenemos.
¿Por qué hablamos tanto de tiempo de calidad? ¿Acaso hay tiempo de no calidad?
El “tiempo de calidad” es un concepto que parece destinado a calmar la conciencia de quienes no pueden invertir más tiempo en sus hijos por diferentes motivos. Este concepto calma su conciencia, pero les lleva a una actitud pasiva y conformista, justificándose con que “al menos, el poco tiempo que compartimos es de calidad”. Para nuestros hijos, todo el tiempo que les dedicamos es de calidad, no necesitamos hacer cosas extraordinarias para que ese tiempo sea de calidad: desde ir al supermercado, a preparar la cena, ir a hacer recados o las tareas domésticas. No sólo jugar es tiempo de calidad. Me resulta muy difícil pensar que 30 minutos puedan ser tiempo de más calidad que dos horas. Está claro que si en esas dos horas no le haces caso al niño, pues ese tiempo “no cuenta” mucho para él, pero la cuestión es que calidad y cantidad no tienen por qué estar reñidos.
¿Nos darías unos consejos para que como padres aprendamos a ejercer el refuerzo positivo?
Propongo hacer el siguiente experimento un sábado o domingo: de buena mañana va-mos a tomar un trozo de papel y un bolígrafo y lo vamos a meter en nuestro bolsillo. Y cada vez que digamos a nuestro hijo “no”, “cuidado”, “espera”, “para”, y similares, lo vamos a anotar. ¿Qué es lo que sucederá? Que nos daremos cuenta que gran parte de la interacción que tenemos con nuestros hijos va precedida por el “no” y similares. Y eso es muy frustrante para todos. Probablemente sea mejor reconocer lo que hacen bien, los momentos de calma, sus pequeños avances. Sin exageraciones, sin teatralidad, un reconocimiento tranquilo y sincero. Pero, por favor, dejemos de hablar siempre con el “no” delante.
¿Nos das alternativas para que en vez de halagar y elogiar a nuestros hijos valoremos su comportamiento? ¿Nos guías?
“Cómo te has currado este dibujo, me gusta”, en contraposición a “Madre mía, ¿esto lo has hecho tú? ¡Pero si parece sacado de un museo! Vas a ser un artista, lo llevas en la sangre, ¡eres un genio”. Es mejor valorar el proceso, no tanto el resultado, porque si no, podemos llegar a ser muy injustos ya que hay veces que el resultado no siempre va de la mano del esfuerzo invertido. Y eso, en el plano académico, es más que evidente. Y nunca exagerar, porque podemos generales miedo a defraudar en el futuro, y eso va en contra de su motivación.
¿Qué consecuencias tiene las amenazas (si no haces X no te doy Y) y el chantaje (dame un beso y te doy X) en la educación de los niños?
Que al final acabarán guiando su conducta para buscar recompensas y evitar castigos, y no tanto por haber interiorizado lo que queremos que aprendan. Si dejamos de premiar algo, no encontrarán sentido en hacerlo si no van a recibir ese premio, y si dejamos de castigar algo, lo harán ya que no habrán consecuencias negativas. Queremos que nuestros hijos estudien para aprender, no para que les demos un premio, que traten bien y con respeto a los demás por ser lo correcto, no por evitar un castigo.
¿Cómo debemos manejar la actitud desafiante de nuestros hijos?
Con respeto, comprensión y firmeza. Y por supuesto, en función de su edad. No será lo mismo con un niño de dos años, que con uno de ocho u otro de catorce. En cada momento la capacidad de comprensión y los recursos son diferentes y, mientras que no podemos esperar gran comprensión ni variedad de recursos en un niño de dos o tres años, sí lo podemos esperar en niños más mayores. Nuestras exigencias deben ir de la mano de sus capacidades.
¿Cómo podemos superar las ganas de sobreproteger a nuestros hijos?
Confiando más en ellos y en sus capacidades, y venciendo nuestro miedo a su libertad. Desde el momento en el que nacen tienen un impulso natural hacia la autonomía, a descu-brir cosas nuevas y no debemos taparlo con miedos, sino ayudándoles a desarrollar los recursos necesarios para enfrentarse a la vida. En palabras de María Montessori, “toda ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”.
¿Cuáles son los problemas de la educación actual?
Por citar algunos: prisas, nervios, cansancio, distracciones, expectativas irreales y poca paciencia. Todos estos factores se acaban conjugando de modo que nos impiden abordar la educación y la crianza con la tranquilidad y la cama necesarias. Así, acabamos convirtiendo pequeños contratiempos en grandes problemas.