Montessori, Freinet, Steiner... ¿son pedagogías "demasiado lúdicas"?
Montessori, Freinet, Steiner, Decroly y demás pedagogías activas existen desde hace más de un siglo. Le siguen lloviendo críticas, y lo cierto es que se la conoce poco y mal.
Uno de los principales reproches que le hacen sus detractores de Montessori, Freinet, Steiner, Decroly y demás pedagogías activas es que son "demasiado lúdicas". ¿Qué quieren decir con ello exactamente?, ¿qué no es seria?, ¿que carece de rigor?, ¿que los niños y las niñas no aprenden nada?, ¿qué los enseñantes hacen demagogia y convierten las aulas en guarderías? Un poco de todo a la vez, sin duda. Pero ¿son legítimos estos miedos?
¿Los niños Montessori o Freinet se pasan la vida jugando?
Basta con entrar en una clase Freinet para ver a los niños absortos en lo que hacen, a menudo en grupos, a veces solos y serios ante una mesa, a veces alrededor del enseñante. En los espacios Montessori hay material de todos los colores, perlas, cubos, niños en el suelo encima de las alfombras. Incluso suelen estar en calcetines. Pero están en calma y concentrados en su actividad.
Lo que produce la ilusión de juego es el hecho de que el trabajo no siempre necesita cuadernos, lápices, bolígrafos, dedos levantados… Y que nunca se dan notas, porque los niños saben muy bien dónde se encuentran y porque los enseñantes siguen con mucha atención sus progresos. Lo que hace pensar en el juego es también el hecho de que los niños tienen el aspecto de estar cautivados por lo que están haciendo y el enseñante no se ve obligado a imponer silencio. No se les exige que permanezcan inmóviles. Por el contrario, están siempre aprendiendo, experimentando, entrenándose, ayudándose mutuamente, dialogando, evaluando su trabajo, programándolo, comentándolo. Y avanzan deprisa.
La vieja creencia del medicamento amargo
Hay algo de irracional en la crítica de que la pedagogía activa es «demasiado lúdica»: el aprendizaje debe ser forzosamente aburrido, penoso y exigir mucho esfuerzo, sino no es un verdadero aprendizaje. Sería comparable a creer que, si un medicamento no es absolutamente amargo, no es eficaz.
Pues bien, justamente la fuerza de la pedagogía activa reside en que hace los aprendizajes tan interesantes para niños y niñas, que ni siquiera se plantean si es un trabajo o un juego. No tienen ninguna prisa por abandonar el primero para dedicarse al segundo. Un poco como el adulto apasionado por su trabajo no cuenta las horas y continúa trabajando, aunque esté de vacaciones.
Por último, como en pedagogía activa no se ponen deberes a los niños por la tarde-noche y de este modo pueden jugar, relajarse y reposar, no están saturados durante el día. Su mente está libre y descansada, y los niños son capaces de concentrarse.
Aprender es un placer

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Lo más sorprendente es que padres e hijos disfrutan juntos de los primeros aprendizajes del niño. Es un juego en familia. Todo el mundo se alegra de las primeras palabras, de los primeros pasos; adultos y niños canturrean durante horas, sonriendo o incluso riendo a carcajadas, mientras abren los brazos para que el niño se arroje a ellos dando unos pasos titubeantes o mientras cantan canciones infantiles para enseñarle las cifras, haciéndole saltar sobre sus rodillas… Y en cuanto el niño entre en la escuela para continuar aprendiendo, ¿será necesario que se convierta en algo aburrido o penoso? En fin… permítanme que me ría.
Escrito por Sylvia Dorance quien dirige École Vivante (Escuela Viva en Francia), la editorial Escuela Viva, especializada en pedagogía activa. Sus libros se dirigen tanto al profesorado, como a madres y padres deseosos de ayudar a sus hijos e hijas a desarrollarse de manera armoniosa.