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Terrores nocturnos: qué son y cómo debemos actuar

No son lo mismo que las pesadillas, si bien ambos trastornos del sueño se incluyen dentro de las llamadas parasomnias.

A menudo tendemos a confundir terrores nocturnos y pesadillas, dos trastornos del sueño que se clasifican dentro de las parasomnias, episodios breves o parciales de despertar que no producen una interrupción importante del sueño, pero no son lo mismo.
Tal y explica la Asociación Española de Pediatría (AEP), los terrores nocturnos son “episodios repentinos de terror aparente durante el sueño, más frecuentes durante el primer tercio de la noche (la fase de sueño más profundo)”. En general, duran unos minutos y finalizan espontáneamente sin que el niño o niña ni siquiera se despierte. “Aunque mantiene los ojos abiertos y la mirada fija, el niño no ve ni oye lo que está ocurriendo, ya que, en realidad, permanece dormido”, indican desde la AEP. De hecho, los terrores nocturnos no se suelen recordar.

Cómo identificarlos

Una manera sencilla de reconocer si son terrores nocturnos es comprobar si el niño responde a estímulos externos, cosa que no ocurrirá en caso de que lo sean. Esta es una de las grandes diferencias con respecto a las pesadillas, que sí se pueden recordar y, por ende, si dejan imágenes mentales que evocar.
Además, los terrores nocturnos son reconocibles porque se inician con un llanto o un grito, y también suelen ir acompañados “de miedo o agitación que se muestra en la respiración rápida, la sudoración o las taquicardias, entre otros síntomas asociados que cita la AEP.

¿Qué los provocan?

Según el Rady Children’s Hospital San Diego, que tiene un blog divulgativo actualizado y traducido al castellano muy interesante, los terrores nocturnos están provocados por una hiperactivación del sistema nervioso central (SNC) durante el sueño. “Esto puede ocurrir porque el SNC (que regula la actividad cerebral durante el sueño y la vigilia) todavía está madurando”, señalan, si bien también explican que alrededor del 80% de los niños y niñas que tienen este trastorno del sueño tienen un pariente cercano que también los experimentó o sufrió sonambulismo.
Las dos fuentes médicas consultas apuntan que los motivos que desencadenan los terrores nocturnos con más asiduidad son el sueño insuficiente, cansancio extremo, la ausencia de una rutina de sueño regular, el estrés y las enfermedades, especialmente la fiebre. Además, pueden ser una reacción secundaria a determinados fármacos.

¿Qué se puede hacer?

Como decíamos anteriormente, los terrores nocturnos se pasan de forma espontánea pero son muy llamativos. Por lo general, “Al cabo de unos minutos o algo más, el niño se calma y se vuelve a dormir plácidamente”, afirman desde el Rudy Children’s Hospital San Diego, por lo que no hay que tomar ninguna decisión concreta para ponerles fin.
De hecho, desde la AEP recomiendan no interactuar con el niño o niña que esté sufriendo el terror. “Aunque la reacción de los padres sea la de intentar aliviar al niño, es mejor no interactuar con él, ya que pueden provocar el efecto contrario al deseado y hacer que el niño se muestre más agitado”. Lo ideal, añaden desde la AEP, es “no despertarle y mantenerse a su lado en silencio, esperando a que pase y asegurando que el niño no se hace daño al agitarse”.
Por lo tanto, y también insisten en ello expertos en psicología infantil como el gabinete Abaterapia, el objetivo principal durante un terror nocturno debe ser controlar la agitación del niño o niña para que se no produzca alguna lesión. “Debemos mantener la calma, porque de lo contrario, nuestra angustia puede generar aún más nerviosismo en los niños y empeorar las cosas. Lo más aconsejable es no intervenir y cuando el episodio haya terminado, acostarles nuevamente, darles un beso de buenas noches y esperar a que se duerman de nuevo”, recomiendan.
Por supuesto, tampoco es nada recomendable enfadarse con el pequeño, que no tiene culpa de lo que le ha sucedido por la noche. A medida que se haga mayor, los terrores nocturnos irán desapareciendo.
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