Ensuciarse es bueno
Para un niño de dos años, no ensuciarse es imposible. El contacto físico con la realidad le provoca sensaciones que ningún juguete puede imitar. Entonces… ¿Por qué los padres no concedemos valor pedagógico a las manchas e intentamos evitarlas?
Autor: Lidia García-Fresneda.
Los pequeños se sorprenden, enfadan, frustran y superan a sí mismos cuando tocan, amasan, agarran, sueltan, crean, destrozan... Numerosos estudios lo corroboran: los niños que no mantienen un contacto directo con el mundo no se adaptan adecuadamente a él. Entre sus materiales favoritos están la tierra, el agua, el lodo, la hierba... y con razón. Jugar con la tierra les ayuda a liberar tensiones y desarrolla su creatividad; y en contacto con el agua se liberan emociones.
Además, al experimentar aprenden de sí mismos, de sus capacidades y límites. Así que… ¿por qué nos empeñamos en limitarles el juego para que no se manchen?
Mancharse para aprender
Pretender que el niño juegue, experimente y aprenda sin mancharse es una utopía. Y tampoco nos sirve la disculpa del "miedo a los gérmenes". Precisamente en contacto con la suciedad se desarrolla el sistema inmunológico. Entonces, solo queda aprender a afrontar la temida mancha.
Ensuciarnos con nuestros hijos de vez en cuando es una buena forma de entenderlos, además de una oportunidad para volver a entrar en contacto con el mundo. Algunas razones para compartir manchas:
Qué se pierden con la limpieza
Ellos perciben nuestra actitud hacia la suciedad y les afecta. Si intentan no mancharse (aunque no lo consigan), dejan de vivir muchas cosas:
Trucos efectivos
¡Por cierto! Se admiten sugerencias. Si conoces algún truco para quitar las manchas o quieres contarnos "ese día memorable" en que tu hijo se manchó con..., anímate a contáselo al resto de los ciberpadres en nuestros comentarios.
Asesora: Lola Carrión, psicóloga infantil