¿Por qué es tan cabezota?
Los niños de dos años se obstinan en conseguir lo que quieren hasta que damos nuestro brazo a torcer o no cedemos y montan en cólera. Pero, en realidad, no es tan fiero el león como lo pintan.
Carlos, de dos años y medio, quiere salir de casa con un tambor a cuestas. No razona y no es capaz de escuchar los argumentos de mamá. Su lengua de trapo, unida a los lloros, hipos y gritos que profiere cada vez que su padre intenta quitarle el querido tambor, tampoco ayudan nada. «¿ Por qué es tan cabezota?», exclaman los agotados papis. Y claudican: «En fin, tampoco pasa nada porque vaya aporreando ese endemoniado instrumento por la calle». Cualquier padre con un hijo de la edad de Carlos sabe de lo que estamos hablando. Pero, cuidado: la obstinación tiene su lado positivo.
Están pensando por sí mismos
Lo primero que hay que hacer es no olvidar que lo normal es que sean así de tercos, y que no podemos exigirles, de entrada, que vayan por la vida como un guante de seda y, por ejemplo, se metan en la cama a las ocho sin rechistar y que ellos solos lean un cuento. Lo habitual más bien es que no quieran irse a dormir ni locos, que monten una escena para ponerse las zapatillas de andar por casa o que se nieguen a bañarse un día de cada dos. Y es que a esta edad, los críos están llevando a cabo una de las tareas más apasionantes de su corta existencia: están aprendiendo a pensar por sí mismos. ¡Ahí es nada!
Por eso, aunque resulte un poco paradójico, debemos entender su rebeldía y terquedad como signos positivos que expresan una personalidad en evolución… y ser comprensivos. Si un niño de esta edad no diera ninguna señal de oposición o cabezonería, si se conformara con todo, dejara sus juguetes sin problema alguno, o no protestara cuando le niegan algo, estaríamos ante un niño que tiene un gran temor a exponer sus deseos y su mundo interior. Así que el hecho de que nuestro hijo sea, cuando menos, cabezota, significa que goza de una estupenda salud mental y que hace lo que hacen (y deben hacer) los demás niños: ser insoportables.
No te asuste si…
- Dice que no constantemente y a todo.
- Hace lo contrario de lo que le pedimos… y lo sigue haciendo durante varias semanas.
- Nos rechaza y pide irse con alguien que sea algo más permisivo con sus terquedades.
- Se esconde para estar a solas y conseguir lo que quiere (coger el móvil de papá y llamar, sin saberlo, a Sebastopol).
- Se coge berrinches autodestructivos (golpearse la cabeza, por ejemplo).
- Llora por todo: al entrar al baño, al salir del baño, al ponerle el pijama…
¿Qué podemos hacer?
Tendremos que arreglárnoslas para permitir que nuestro hijo exprese sus deseos, su ritmo, su vitalidad y desacuerdo sin ahogar su personalidad, pero sin dejarle exento de referencias y a merced de sus locos impulsos. Estas son algunas ideas para lograrlo.