Ser Padres

Después de jugar, toca recoger

Sará Tarrés, autora del blog Mi mamá es psicóloga infantil, nos cuenta cómo enseñar a los peques que las cosas no vuelven a su lugar por arte de magia.

“ Niños y orden no suelen ser dos cosas que van de la mano. Ellos tienen un concepto distinto al nuestro sobre el orden y se encuentran como peces en el agua en habitaciones caóticas, llenas de juguetes”, apunta la psicóloga Sará Tarrés, autora del blog Mi mamá es psicóloga infantil.

Lo que para los ojos adultos es desordenar, “forma parte del desarrollo y la necesidad innata de explorar de los niños. Se lo pasan en grande sacando y sacando juguetes, solo por el placer de ver qué hay dentro de esa caja o ese cajón. Observar, tocar, manipular… es su forma de entender el mundo que les rodea. Limitarles en este sentido significa limitar su desarrollo”, señala. Aun así, hay que enseñarles que después de jugar, toca recoger.

No hay que guardar las cosas por ellos

Sin embargo, esto no significa que tengamos que conformarnos y no les hacemos ningún favor cuando recogemos por ellos. “Deben aprender que las cosas no vuelven a su lugar por arte de magia”, aconseja Tarrés. “Con dos años, es el momento ideal para enseñarles. Aunque debemos tener en cuenta que no será fácil, ya que para un niño recoger significa el final de una actividad placentera como es jugar”, añade la experta. Por eso, recomienda fomentar el orden, sin exigir y sin castigar por no recoger. “Como todo aprendizaje, les llevará un tiempo. No debemos esperar la perfección; dejarán cosas por medio o se cansarán pronto. Y castigarles no va a ayudar en nada”, advierte.

Una ayuda les vendrá bien

Como siempre, el mejor maestro es el ejemplo. “Si los acompañamos en este proceso y les proporcionamos los elementos necesarios (cajas, botes y otros recipientes), les será mucho más fácil”, indica Tarrés. Es lo que, sin proponérselo, hizo Ana cuando su hijo tenía dos y tres años. “Arael tenía su zona de juegos, donde sabía que podía hacer y deshacer a su antojo. A mí me gustaba sentarme con él una o dos veces al día para recoger y a él le gustaba ayudarme. El tren a su caja con sus railes, la batería debajo de la mesa, los animales al cubo verde… Antes de que pudiera darme cuenta, recogía solo, sin que nadie le dijera nada. No sus juguetes nada más, por ejemplo, cuando le ponía el pijama, le decía qué ropa era para lavar y él la echaba al cesto”, nos cuenta Ana.

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