Ser Padres

Trámites para adoptar un niño

La adopción de un hijo en el extranjero es un proceso largo y complicado. ¿Dónde debemos dirigirnos y qué pasos debemos dar?

El primer sitio donde debemos acudir es a la Dirección General de la Familia y el Menor de cada comunidad autónoma. Ellos son quien mejor pueden informarnos, bien en reuniones en grupo o bien en citas privadas. Nos darán una aproximación realista sobre el panorama actual de la adopción, requisitos, países, dificultades que pueden surgir... A partir de ahí, los futuros padres pueden entregar su solicitud con los primeros documentos necesarios, para probar que gozan de buena salud, que no tienen antecedentes penales y que disponen de unos ingresos mínimos estables. A continuación, tendrán que enfrentarse a su segunda gran decisión: el lugar de origen de su hijo.

Mientras decidimos el país, podemos ir asistiendo al curso de formación que organiza la Dirección General de la Familia, un paso obligatorio y muy útil, porque los monitores son técnicos con mucha experiencia y conocimientos sobre el tema de la adopción. Tras las cinco sesiones, una por semana, que dura el curso llega la hora de la verdad: ¿nos darán el aprobado?

El certificado de idoneidad es una concienzuda valoración que tiene en cuenta múltiples variables para asegurarse de que los aspirantes están de verdad capacitados para hacerse cargo de un niño. Es necesario pasar por varias entrevistas con psicólogos y trabajadores sociales, que son quienes al final nos darán el “apto” para continuar con el proceso. Se puede elegir entre hacer las entrevistas con los técnicos de la comunidad, gratuito pero con una lista de espera de más de un año, o con el LIPAI (Turno de Intervención Profesional en Adopción Internacional, dentro del Colegio Oficial de Trabajadores Sociales), más rápido y con un coste de unos 1.200 euros.

En estos informes se tienen en cuenta los perfiles psicológico, económico y social de los aspirantes, las visitas a la casa para comprobar cuál será el futuro hogar del menor, además de multitud de requisitos, como no exceder una edad máxima (para casi todos los países, de 50 años), no estar pasando por un proceso de inseminación artificial, no haber vivido una muerte en la familia en el último año, ser una pareja consolidada o, en caso de familia monoparental, demostrar tener apoyos sólidos.

Si pasamos el listón, después de llevarnos un alegrón inmenso, toca optar por una ECAI (Entidad Colaboradora para la Adopción Internacional), algo obligatorio para muchos países y recomendable en todo caso, si es que no queremos hacer los trámites por nuestra cuenta en el lugar de origen del niño. Ellos se ocupan de poner los traductores, de prepararnos los contactos para viajar al país en cuestión, del papeleo burocrático y de asesorarnos, y cobran una jugosa cantidad, que ronda entre los 20.000 y los 40.000 euros.

Los tiempos de espera son, tal vez, la más difícil prueba, pues aunque la media está en dos años, en algunos casos, se puede llegar a los cinco años o incluso más. 
Hasta que de pronto un día nuestro nombre corre en la lista, nuestro perfil encaja con el de un menor disponible para la adopción ¡y ya tenemos niño!

Cuando nos informan de que hay un pequeño disponible para nosotros, solo nos ofrecen su nombre, edad y un informe médico y el plazo de uno o dos días para decidir si aceptamos esa pre asignación. En caso afirmativo, nos entregarán su foto. “Se forja un vínculo irrompible e instantáneo. Cuando ves la foto, ya no es lo mismo. Tienes un hijo que sabes que te está esperando, con sus cualidades y sus defectos”, recuerda Emma, emocionada todavía aunque ya han pasado diez años desde que adoptó a su hija en China.

Pero la larga maratón no termina aquí. Habrá que esperar más burocracias, tal vez, un año entero, hasta que la nueva familia pueda reunirse. Con la llegada a casa, solo queda un último reto definitivo, la creación del vínculo entre ese padre que lleva años preparándose para serlo y ese niño que necesita saber que no lo van a volver a abandonar.

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