¿Sabes por qué los niños necesitan ensuciarse?
La higiene es importante para los más pequeños, pero obsesionarse con ella puede hacerlos más vulnerables a algunas enfermedades. Hablamos de los motivos por los que los niños necesitan ensuciarse y qué beneficios les aporta.
Alex es un descubridor de tesoros nato. A sus dos años, le encanta recorrerse el parque en busca de trofeos que encuentra mientras palpa la arena con sus manos. Así encontró un pequeño coche de juguete, una pala que estaba enterrada, una muñeca... Su madre, Ana, no llevaba bien que a Alex le gustara tanto ensuciarse, y por eso preguntó a la pediatra qué hacer. “Me dijo que en realidad lo que Alex estaba haciendo era bueno para él porque a esa edad están explorando todo lo que les rodea. Pero además acabó con mis miedos sobre la suciedad y los gérmenes. Según me explicó, mientras Alex no se lleve las manos a la boca después de toquetear todo, no hay problema. Dijo que podía ser incluso beneficioso para él porque así reforzaba su sistema inmunológico”, explica Ana.
De lo que su pediatra le estaba hablando es de lo que se conoce como la hipótesis de la higiene, que podría resumirse en que si los niños no entran nunca en contacto con gérmenes, su sistema inmunológico no aprende a atacar a los agentes que son perjudiciales para la salud, por lo que su cuerpo acaba siendo muy vulnerable. La propuso el doctor Strachan a finales de los 80 después de observar que los niños que vivían en casas que no tenían una higiene escrupolosa presentaban menos casos de asma, bronquitis o rinitis. Cada vez con más numerosos los estudios que avalan esta teoría.
¿Qué dice la ciencia?
Hace cuatro años, un estudio publicado en la revista científica The New England Journal of Medicine daba evidencias de que la hipótesis de la higiene está respaldada por la realidad. Según el trabajo de los investigadores del Hospital Infantil de la Universidad de Munich, el riesgo de alergias y asma es dos tercios mayor en los niños que no tienen contacto con lugares como las granjas de animales. Los autores lo comprobaron tras evaluar muestras de los dormitorios de miles de niños. Su conclusión fue que los que estaban expuestos a una mayor variedad de hongos y bacterias, como los niños que habían crecido en granjas, desarrollaban menos alergias y asma.
Otro estudio de 2013, este publicado en la revista Pediatrics por investigadores de la Universidad de Göteborg (Suecia), aseguraba que la saliva de los padres protegía a los pequeños del asma, los eccemas y otras reacciones alérgicas. ¿La razón? Que al limpiar los chupetes de sus hijos con ella, los microorganismos que transmitían al bebé reforzaban su sistema inmunológico salvo cuando los padres no tenían una higiene bucal adecuada, estaban resfriados o fumaban. Según los especialistas, estas dos investigaciones refuerzan el hecho de que el contacto con más variedad de microorganismos nos protege y las bacterias y hongos pueden ejercer como guardianes de nuestra salud.
No obstante, la práctica de limpiar el chupete con nuestra saliva no es muy respaldada por muchos expertos, ya que en la boca de los padres pueden existir microorganismos que faciliten las caries y otras bacterias.
Lo acertado es un término medio
Cuenta la madre de Alex que cuando su pediatra le dijo que no ocurría nada porque su hijo se ensuciara y disfrutara con la arena del parque, la tierra del jardín o dando besos al perro de la vecina, su siguiente pregunta fue por qué entonces los médicos insisten en que la higiene es fundamental para evitar enfermedades en los pequeños. La respuesta de su pediatra aclaró sus dudas: no se trata de que no bañemos a los niños a diario ni tampoco de dejar que se sienten a la mesa y coman con las manos sucias, sino de no volvernos locos esterilizando en exceso el ambiente. Es cierto que si nuestra rutina no incluyera hábitos de higiene como lavarse a diario se multplicaría el contagio de enfermedades, pero eso no significa que tengamos que crear una burbuja de cristal para ellos.
Es decir, no se trata de dejar que el niño vaya completamente cubierto de suciedad y se lleve las manos a la boca después de tocar superficies sucias, se trata de buscar un término medio y no obsesionarnos con su higiene. Para los inmunólogos, son los microorganismos con los que vivimos cuando estamos en contacto con la naturaleza los que ponen a prueba nuestro sistema inmune. Si los eliminamos por completo y tratamos de procurar que los niños vivan casi en una burbuja de limpieza y pulcritud, el sistema inmunológico se descontrola, pudiendo llegar a atacar a moléculas inofensivas, como las partículas de polvo e incluso a células propias, de ahí que haya más posibilidades de que se desarrollen algunas alergias o enfermedades autoinmunes.
Los niños deben poder jugar con arena, saltar en los charcos y ensuciarse, siempre con sentido común, que es el que debemos poner los adultos y siempre y cuando la situación sanitaria lo permita, es decir, no hablamos de casos en los que pueda hablarse de una pandemia o de la expansión de un virus que requiera extremar las precauciones.