¿Es mi hijo hiperactivo?
En los últimos años cada vez más se etiqueta de hiperactividad a una variedad de problemas que coinciden en que el niño no para quieto.
La historia es siempre parecida: todo empieza hacia los seis o siete años, el niño no va bien en el cole, no aprueba ni el recreo, la profesora no se hace con él, es cierto que en casa también daba problemas, pero todo se dispara cuando aparecen los temidos suspensos y la amenaza de repetir curso.
Este es el momento en el que el colegio plantea un ultimátum: ¡algo hay que hacer!, y los padres aturdidos y preocupados harán todo lo que se les sugiera.
¡Qué le vea un médico!
Aquí empieza la medicalización de un problema que hasta ese momento era puramente académico. ¿Pero, es algo que le ha sucedido al niño de repente? ¿Desde que nació era así y no nos dimos cuenta? ¿Qué hemos hecho mal?
A muchos de vosotros esos seis o siete años os parecerán todavía lejanos, pero el tiempo se nos echa encima sin darnos cuenta y enseguida tenemos el problema en casa.
Los que tenéis más de un heredero os habréis dado cuenta de que aunque eduquéis a todos los hijos igual, salen diferentes, cada uno tendrá su personalidad, pero seguro que el revoltoso ya apuntaba maneras desde el mismo día de nacer y el tranquilón fue apacible desde el embarazo.
Es verdad que esto no presupone nada, si de déficit de atención hablamos. El tranquilo puede ser un pasmado y estar en la luna de Valencia en vez de estudiar o de atender a su alrededor y el movido puede ser muy activo pero además tener una capacidad de concentración importante y de hacer varias cosas a la vez.
Por lo tanto, algo más habrá, no podemos achacar a la mala suerte o a la herencia porque el abuelo era también así. Psicólogos y pedagogos tendrán mucho más que decir que yo, pero la educación es trascendental en la capacidad de concentración presente y futura del niño.
Un "No" a tiempo es el germen de conocimiento futuro
Una educación sin límites, que no enseña al niño el camino adecuado, que permite excesos y defectos es absolutamente irrespetuosa con el peque. El niño merece que sus padres atiendan sus necesidades, por supuesto, pero también merece que se le indique lo que puede y lo que no puede hacer, un "No" a tiempo es el germen de conocimiento futuro.
Si nosotros no ponemos el limite, él lo buscará perdiéndose en un mar de normas sin sentido y a destiempo.
Ese periodo que llamamos los terribles dos años es un momento muy adecuado para atender rabietas, manejar la necesidad de experimentar su alrededor, encaminar sus intereses por una autopista de conocimientos y saber.
No debe ser ni una carretera estrecha, ni tampoco un campo donde él se pierda; el ejemplo de la autopista me gusta, cuantos más carriles le permitamos mejor, que vaya amplio pero encarrilado es garantía de éxito.
Decía que el problema se plantea ya crucial a los seis o siete años, entonces le damos medicamentos para que se concentre, fármacos relajantes, drogas, al fin y al cabo, para que apruebe. El problema cada vez se plantea antes: el inicio de la lectura a los cinco, la entrada en el cole a los tres, el niño que pega en exceso en la guardería, la sociedad tiende exageradamente a la medicalización, a dar drogas para todo, y el comportamiento insoportable en casa o la escuela a cualquier edad es un ocasión inigualable para medicalizar al pequeño.
Es muy frecuente la consulta de “Mi bebé no duerme ¿qué puedo darle?” “ ¿Podría darle una tila, a ver si nos deja respirar un poco? “ “Estas gotas naturales ¿podrían ayudarnos?” “Unas gotas que sean suaves”, en demasiadas ocasiones escuchamos estas preguntas, os habréis fijado, pero si le damos la droga al crío, ¿quién sale beneficiado?
A lo peor tanta medicina, tanto potingue por muy natural o placebo que sea, al último al que favorece es al pobre niño que sufre los efectos deseados por los padres y la sociedad, pero también los efectos indeseados o los secundarios, que haberlos, los hay.
Muchos de los problemas de comportamiento nacen con el bebé, somos nosotros los que nos tenemos que poner las pilas bien pronto, para que el futuro no nos depare sorpresas.
No intentemos la vía rápida de las drogas, quizás la educación respetuosa con el niño nos dé a la larga muchas más satisfacciones y sobre todo hará de nuestro hijo un individuo libre y feliz.