Ser Padres

¿Tiene tu hijo sueño agitado? ¡Enfréntate a sus pesadillas!

Aún cuando el niño esté habituado a seguir sin dificultad el horario establecido y las rutinas del sueño, puede que ocasionalmente le cueste dormirse o que su sueño sea agitado.

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Se puede deber a causas orgánicas: siente molestias porque le están saliendo los dientes, está incubando alguna enfermedad, le ha sentado mal algo que comió, cenó demasiado. Necesita que le ayudemos a calmarse, a tranquilizarse; pero no necesita dormir en la cama de sus padres, porque después le costaría volver a dormir solo.

Le puede costar dormirse porque ha tenido alguna actividad excitante durante el día, como la celebración de un cumpleaños o de alguna fiesta infantil, o porque antes de acostarse ha estado jugando o viendo algo que en lugar de relajarle le ha intranquilizado. Es importante no contarle cuentos que le hagan sentir temor. Tampoco debemos jugar a juegos muy movidos que le alteren, ni siquiera para causarles cansancio, porque dificultamos que concilien el sueño.

Puede que su sueño sea agitado porque esté viviendo un momento emocional intenso: la llegada de un hermanito o la adaptación al centro escolar. En estos casos es frecuente que aparezca la enuresis cuando el niño era ya capaz de controlar la micción nocturna. No se debe retroceder poniéndole otra vez pañales, durmiéndole en brazos o sacándole de su cama si su sueño es agitado. A medida que supere sus inquietudes solucionará los problemas nocturnos.

Para muchos niños, sobre todo entre los dos y tres años, el sueño agitado se convierte en auténticas pesadillas. Se despiertan bruscamente llorando y desorientados. Cuando el niño llore, acudiremos a su lado para tranquilizarle. Para tranquilizarle, no para intranquilizarlo más angustiándole con preguntas sobre lo que ha soñado, ofreciéndole agua, llevándole a hacer pis. No necesita que le saquemos de su cama, ni beber, ni que nos quedemos a dormir con él. Necesita que le tranquilicemos. Bastará con encender una luz suave y con acariciarle mientras le hablamos con cariño: «Tranquilízate. Has tenido una pesadilla, pero ya pasó. Estás en tu cuarto, en casa. La lamparita se va a quedar encendida. Vuelve a dormir tranquilo». En época de pesadillas resulta muy práctico dejar encendida toda la noche una lamparita de pared, para que, cuando el niño se despierte, reconozca su ambiente habitual y se tranquilice.

No debemos llevarle a nuestra cama. Necesita que le ayudemos a avanzar, no a retroceder. Nuestra sobreprotección frena su aprendizaje. Necesita aprender a superar sus pesadillas, sus miedos, sus temores, en su propio espacio, en su cuarto.

Extracto del libro “Educar a niños y niñas de 0 a 6 años”, de Maite Vallet (Ed. Wolters Kluwer).

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