Ser Padres

La guerra del bilingüismo: ¿una batalla ganada?

El bilingüismo ha tenido defensores y detractores a lo largo del tiempo, pero ahora ¿ha conseguido imponerse frente a un único idioma?

¿Cuál es la mejor manera de que nuestros hijos aprendan inglés? ¿Es mejor un modelo en el que aprendan un segundo idioma a la vez que la lengua materna o esto puede provocar un retraso en el desarrollo lingüístico de los niños?

Las dos posturas se enfrentaron a lo largo del siglo XX. En un rincón los que apostaban por el idioma familiar como lengua vehicular en los colegios, en la otra esquina los que defendían el bilingüismo en las escuelas.

La historia del bilingüismo

Durante la primera mitad del siglo pasado triunfaron las tesis de los contrarios al bilingüismo. Se llevaron los dos primeros asaltos con escasa oposición. Pero, ¿qué fundamentos encontraron los lingüistas en la Conferencia de Luxemburgo de 1923 y la Unesco en 1952 para defender la enseñanza en la lengua familiar?

Esos filólogos defendían un sistema psicolingüístico donde los idiomas del bilingüe se guardaban en compartimentos diferentes. Cada lengua poseería su propio “depósito” y el hablante activaría un “interruptor” para elegir un idioma u otro según el contexto.

Esta concepción se basaba en la suposición de que no existen conexiones entre las competencias lingüísticas de cada idioma que habla el bilingüe. Además, apostaba por una enseñanza ordenada de las lenguas en función de la jerarquía: primero dominar la lengua propia y después empezar con la segunda.

El bilingüismo remonta

El tercer asalto fue para los pro-bilingüistas. En los años 60, Penfield y Lambert, de la Universidad de Montreal, quisieron confirmar las tesis imperantes. Pero sus estudios no presentaron los resultados esperados: ni atrasos escolares, ni problemas intelectuales. Es más, los bilingües lograron calificaciones más altas.

Bilingüismo aditivo contra bilingüismo sustractivo

A la vista de los resultados propusieron un modelo con dos tipos de bilingüismo: aditivo y sustractivo. Esta diferenciación suponía una novedad: las competencias lingüísticas de los idiomas que domina el niño se relacionarían entre sí. De esta manera, dejaban atrás la teoría de los “depósitos” desconectados.

  • En los casos de bilingüismo aditivo, los individuos sumarían las competencias lingüísticas de las lenguas que dominaran.
  • En los casos de bilingüismo sustractivo, los sujetos restarían las competencias lingüísticas al adquirir un segundo idioma.

Llega entonces la pregunta del millón: ¿en qué individuos va a darse el caso de bilingüismo aditivo y en cuáles el de bilingüismo sustractivo? Lambert y Penfield concluyeron que dependía de la predisposición: si el sujeto percibe la segunda lengua como una amenaza para su propio idioma y para su propia construcción, cultural se convertirá en un bilingüe sustractivo. En cambio, si no ve ningún riesgo será un bilingüe aditivo.

Nacimiento de los programas de inmersión

La Universidad de Montreal creó, tras estas conclusiones, el primer curso donde no se educaba en la lengua materna, sino en un segundo idioma. Se aprendía a leer y escribir primero en esta segunda lengua y más tarde en el idioma familiar. El currículo escolar se mantenía después en ambas lenguas. Los resultados fueron excelentes.

Y así hasta la actualidad. Sobre esos cimientos hemos ido creciendo hasta nuestros días con programas, cursos y capacitaciones donde los idiomas han transcendido al estudio de una segunda lengua, convirtiendo el bilingüismo en un método de desarrollo efectivo de las capacidades integrales de los más pequeños.

María de Lara es fundadora de Lara Go, que se encarga de facilitar que los niños españoles viajen al extranjero para poder disfrutar de una inmersión cultural y lingüística.

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