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¿Sabes cómo se siente? Aprende a educar las emociones de tu hijo

La educación emocional es básica en el desarrollo de los niños y para fomentarla, tanto en casa como en el cole, podemos usar el juego, cuentos, títeres y la música.

De los 0 a los 6 años de edad, los niños necesitan comer, dormir, jugar y también necesitan sentirse aceptados, queridos y respetados. Todo ello marcará su identidad como persona y por lo tanto su manera de pensar, sentir y actuar en la vida.

Todo lo que el niño escuche, observe y sienta de su entorno (especialmente de su familia) le formará una idea de quién es él, cómo es él y qué se espera de él. Aunque la primera vinculación afectiva sea con la madre, el niño irá construyendo vínculos con otras personas que lo cuiden y lo quieran. Por ello, la educación emocional es importante tanto en casa como en la escuela. La educación emocional debe ponerse en práctica tanto en la escuela como en la familia. La responsabilidad educativa es compartida. Así, la escuela debe facilitar a las familias que conozcan qué y cómo se puede trabajar la educación emocional. Ello facilita que las familias lo puedan integrar en su rol educativo

¿Cómo enseñar educación emocional?

La educación emocional parte de la necesidad de que el adulto, referente y modelo del niño, haya desarrollado competencias emocionales para que el niño pueda imitarlas e integrarlas en sus esquemas de desarrollo. Para ello, el adulto, maestro o educador debe formarse en competencias emocionales y debe favorecer con sus actitudes y comportamientos un clima de seguridad, respeto y confianza ante los niños que desea educar. Además, se debe resaltar que el equilibrio emocional del adulto se transmite y contagia a los niños mediante el tono de voz, gestos y expresiones verbales y no verbales. Por ejemplo, puede favorecer un estado emocional positivo si existe un tono de voz suave, unos gestos alegres y simpáticos, unas caricias, etc.

Vínculo de apego

También, el estilo de apego que establezca el adulto con el niño, es el que recibirá. Si se muestra un estilo de apego seguro, el niño confiará en el cuidador. Si se muestra un estilo ansioso-evitativo, el niño mostrará desconfianza hacia el adulto, pero con poca ansiedad. Y el estilo ansioso-resistente el niño lo vivirá con ansiedad ante la separación y no se tranquilizará cuando llegue la madre.

Esto es la base para posteriores relaciones y modelos de funcionamiento interno. Se trata de transmitir al niño una actitud emocional sobre la vida y las cosas que suceden, y no tanto enseñar cómo tienen que ir estas cosas, ya que es él quien decidirá cómo hacerlo.

La práctica de la educación emocional debe llevarse a cabo mediante metodologías vivenciales y participativas que contemplen la historia personal del niño, su entorno y sus necesidades. Por ejemplo, si un niño está pasando por un proceso de adaptación escolar es necesario que el adulto-maestro acoja y respete las emociones con total naturalidad diciéndole: “Si quieres llorar, puedes hacerlo, sé que te sientes triste porque añoras a tu mamá”.

Dejar que expresen sus emociones

No hay que prohibir o reprimir la manifestación de las emociones que el niño siente. El día a día facilita que ayudemos a los niños a poner nombre a sus sentimientos y emociones, a reconocer las diferentes emociones de uno mismo y de los demás, y a comprender que los niños tienen derecho a expresar lo que sienten y respetarlo, al igual que las demás personas. El adulto debe ayudar a canalizar las emociones que les generen malestar y potenciar las emociones positivas.

Objetos para expresar sus emociones

Una forma de proporcionar un buen clima de afecto y seguridad es pedir a las familias que nos faciliten materiales que formen parte de la historia del niño (juguetes, fotografías, objetos, etc.) y ocupen un lugar significativo para él. Así como trabajar en situaciones que se generan habitualmente, de forma natural y espontánea, para favorecer la comprensión emocional y el aprendizaje funcional de la educación emocional.

La música, los títeres, los cuentos y el juego son cuatro recursos de excelencia que pueden ayudar a trabajar la educación emocional:

  1. La música, y su variedad de estilos, fomenta el despertar de emociones y fluir en ellas.
  2. Los títeres facilitan buenas dinámicas y se crean vínculos emocionales con ellos.
  3. Los cuentos permiten que los niños se identifiquen con sus personajes y con sus sentimientos, generan vínculos emocionales y es un buen recurso para que canalicen sus emociones.
  4. El juego facilita la interacción y la expresión libre de los sentimientos y emociones. 

También las experiencias y vivencias que se puedan compartir en espacios de trabajo, en grupo e individualmente, son una buena oportunidad para favorecer la educación emocional. La disposición de los niños y el maestro en forma de círculo o semicírculo facilita el contacto visual y corporal entre ellos, favorece el diálogo y la comunicación, así como el bienestar grupal e individual, ya que uno se siente escuchado, mirado y acogido.


Extracto de “Educar las emociones en la infancia (de 0 a 6 años). Reflexiones y propuestas prácticas “, de Èlia López Cassà (Ed.Wolters Kluwer). Más información en http://bit.ly/educaremocional

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