Ser Padres

5 recetas para conectar con un pre-adolescente

Se encierra en su cuarto, contesta mal, escucha músicas extrañas...
¿Cómo afrontar esta complicada etapa?

La adolescencia está a la vuelta de la esquina y ya empiezan a notarse algunos de sus efectos. Es una edad difícil para ellos... y para sus padres. Estos muchachitos todavía parecen muy "niños", pero ya desean volar con alas propias. Lidiar con un preadolescente no resulta sencillo para nadie. Ofrecemos cinco recetas que facilitan el entendimiento.

1. Comunicación

Aunque necesite más ayuda que nunca, ya no le gusta tener a sus padres encima todo el día. A esta edad todavía algunos encuentros originan confidencias (si le sacamos a comer o al cine, charlaremos con él a solas).

  • Debemos demostrar interés por lo que hace, los asuntos que le afectan y las relaciones que mantiene, siempre sin atosigarle ni juzgarle.
  • Podemos opinar acerca de todo, pero evitando transmitirle nuestros prejuicios. Cuidado además con mostrarnos autoritarios (nos llevará la contraria).
  • Aunque tampoco es cuestión de caer en un exceso de permisividad. Suele funcionar ejercer un control sutil, explicándole las consecuencias de sus actos, pero sin prohibírselos.
  • Sermones y broncas están fuera de lugar.

2. Rectificar a tiempo

De pronto descubren que mamá y papá no siempre tienen razón (y nos lo hacen saber cada dos por tres). Reconocer las propias imperfecciones no debería resultar traumático para los papis, sino tranquilizador: representa la oportunidad ideal para establecer un trato más cercano con el hijo.

Si queremos que reine la cordialidad, conviene que aceptemos nuestras limitaciones con humildad y le demostremos que sabemos rectificar y pedir disculpas cuando hace falta. Aquello tan manido de "esto es así porque lo mando yo" y el "yo, a tu edad..." ahora les sienta fatal.

3. Seguridad, a tope

Con la pubertad encima, las novedades del desarrollo y el cariz que están tomando sus relaciones sociales (cada vez más complicadas) el mejor regalo que puede recibir de nosotros es que nos las ingeniemos para aumentar su seguridad personal.

  • No se trata de cantar al viento sus virtudes día y noche, sino de resaltar las cualidades que tenga y enseñarle a corregir algunos defectillos.
  • Responder a las dudas y atender sus necesidades sigue siendo prioritario todavía (aunque él se las dará de muy autónomo). El truco consiste en hacerle sentirse protegido y, al mismo tiempo, apoyado y valorado en los proyectos que emprenda (que, a veces, nos parecerán raros).
  • Las comparaciones maliciosas con sus hermanos o con otros niños de su ámbito no son recomendables en absoluto.
  • Tampoco debemos adoptar actitudes humillantes (quedando por encima de él, por ejemplo) ni utilizar expresiones tan deprimentes como "¿Qué habremos hecho mal con este chico?".

4. Exigir garantías

Tiene edad suficiente para asumir las responsabilidades que le corresponden y, por supuesto, puede recibir por ellas una retribución (si las cumple, claro). Algunas tareas le resultarán más divertidas que otras (no le gustará que le obliguemos a hacer la colada los viernes, pero seguro que se sentirá orgulloso de sí mismo y se considerará nuestra mano derecha si le dejamos a cargo de la casa toda la tarde).

Parte de nuestro cometido consiste en asignarle con justicia las labores que nos parezcan más adecuadas. Esto supondrá un paso más en favor de una relación de reconocimiento mutuo.

Un consejo: si mete la pata alguna vez, no le apartemos del encargo definitivamente (todos fallamos en ocasiones, ¿no?). Habrá que revisar el error juntos, subsanarlo como se pueda, confiar en que no se repetirá y... ¡seguir tan amigos!

5. Derecho a la intimidad

Quizá a los padres nos moleste su decidido afán por encerrarse en el cuarto de baño. O, tal vez, ver que pierde tantas horas cuchicheando secretos con su mejor amiga. Conviene ser muy cauto: cualquier invasión de su intimidad se interpretará (y con razón) como una falta de respeto.

A muchos papás les cuesta entenderlo, pero, en este momento, los chicos necesitan espacio y eso hay que aceptarlo: llamando a la habitación antes de entrar, tolerando sus amistades, su música rara y su ropa... aún más rara (aunque no hay nada malo en ofrecerles alguna sugerencia al respecto). Salvo que peligre su integridad personal, debemos permanecer al margen.

Asesora: Mara Cuadrado, 
psicóloga infantil.

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