Educar sin gritos, ¡es posible!
Laura imparte talleres y cursos para darles las herramientas educativas a padres preocupados en crear buenos hábitos y rutinas jugando. Es madre de 5 niños de edades comprendidas entre 2 y 11 años. Hoy nos desvela 'sus trucos para educar sin gritos'.
Nadie me lo había contado. No creo ser la única mujer que se lanzó a la maternidad sin saber realmente cómo iba a recorrerla. Creo recordar que hice un curso de preparación al parto que me vino genial, el cual incluía varias clases teóricas del cuidado del bebé que después puse en práctica y que tanto agradecí. Más adelante me recomendaron un par de libros acerca del sueño del bebé y los terribles dos años,… Y poco más.
Siempre pensé que superada esa etapa, la de los dos años, todo iría como la seda hasta la preadolescencia,…
Los años fueron pasando y los niños sumando, hasta que llegó un día en el que paré para encontrarme gestionando la mayoría de los conflictos que se sucedían en mi casa a base de gritos. Me di cuenta entonces que estamos bastante estancados en ese punto, bloqueando la posibilidad de crecer en otros muchos aspectos.
Empecé a investigar. Leí muchos libros, asistí a numerosas charlas, revisé artículos y reflexioné, reflexioné mucho. Recuerdo perfectamente el día en el que escuché a una buena amiga psicopedagoga decir: “NUNCA, NO HAY QUE GRITAR NUNCA”. A lo que yo repliqué con numerosos ¿Y Si?:
¿Y si me da una contestación que me deja blanca? No.
¿Y si le encuentro pegando a su hermano? No.
¿Y si, y si, y si…? No, no, no.
Ese día fue clave para mí. Nunca he sido fumadora, pero tengo fumadores y exfumadores a mi alrededor. He visto cómo algunos que quisieron deshacerse del tabaco de forma definitiva, se liberaron del vicio, mientras que otros que abandonaron este hábito con la idea de permitírselo en ocasiones, han vuelto a fumar, a veces incluso con más intensidad que al principio.
Pues bien, esto es lo mismo. Gritar a nuestros hijos, es un mal hábito que hace daño al que grita y al que recibe el grito. Y lo mejor de todo, es que no hace falta reservarse ninguno para “las ocasiones”, simplemente porque no son necesarios. Porque si queremos que nuestros hijos entiendan algo importante, tenemos que prepararlos para aprender. Un grito pondrá a nuestro hijo en “modo defensa” el cual activará la huida, el miedo o la agresión, imposibilitando el proceso de aprendizaje.
¿Y se puede cambiar?
Sí. Por supuesto que sí. Hasta la persona más pasional puede conseguirlo, de la misma forma que miles de fumadores compulsivos, lo han logrado. Eso sí, debes saber dos cosas:
1. Que es un camino largo: Hace unos días leía a D. Goleman en el libro 'El cerebro y la inteligencia Emocional: Nuevos Descubrimientos' que decía que por lo general son necesarios entre tres y seis meses de empleo de todas las oportunidades que aparezcan espontáneamente, para que una nueva costumbre sea más natural que la anterior.
2. No es fácil. El cansancio crónico que muchos padres y madres tenemos, la falta de sueño, el estrés, las preocupaciones y los conflictos, complican mucho este reto.
En primera persona
Pero os aseguro que es posible y además muchísimo mejor. Soy madre desde hace 12 años. Tengo 5 niños. Los cuatro mayores son varones. La pequeña es una niña de tres años.
Varios años han pasado desde que comencé este reto personal que no me ha traído más que alegrías. Desde luego, que los conflictos siguen surgiendo en mi casa! Cinco niños llenos de energía y con muchas ganas de crecer es lo que tiene.
Sin embargo, he aprendido a gestionarlos de otra manera, cargándome de paciencia pero también apoyándome en planes de acción que involucran a mis hijos en su educación, haciéndoles parte de esta etapa de forma mucho más consciente.
Desde aquí y a lo largo de los próximos meses, quiero compartir una pequeña guía para dejar de gritar, algunas de mis experiencias y un montón de juegos e ideas alternativas al grito facilón y de buenos resultados a corto plazo, pero de dudosa eficacia a largo plazo.
Hoy más que nunca necesitamos tener a nuestros hijos bien cerca, saber hablar con ellos, crear un ambiente de confianza y respeto dentro de nuestras casas donde nuestros hijos se sientan seguros, cómodos y motivados para crecer.
Os dejo antes de irme una pequeña idea. Un cambio sencillo pero que puede dar muy buenos resultados.
Cuando uno de nuestros hijos nos habla de malas maneras, tendemos a ponernos en “modo defensa”. Es normal. Sin embargo, en este modo dejamos pasar muchas oportunidades para que nuestros hijos crezcan.
¿No te gustó cómo lo dijo? Pídele de forma serena que te lo diga, de otra manera. Tan sencillo como eso. Si somos una familia, ¿por qué no ayudarnos? Si uno se equivoca, ¿por qué no pedirle que rectifique con cariño? ¿Por qué usar un grito para pedir que diga bien algo que dijo mal? ¿No resulta absurdo, corregir gritos o malas formas con más gritos o malas formas?
Información práctica para hacer sus cursos online. Más información: Mis Trucos para educar