Ser Padres

¿Qué fue de… esos buenos propósitos cuando estabas embarazada?

La mayoría de los propósitos que nos hacemos cuando descubrimos que vamos a ser madres no se cumplen. Es más, casi todo sucede de forma opuesta a lo que habíamos planificado....

¡Estoy embarazada!

Tras el shock inicial viene una ristra de principios claros e inamovibles: voy a cuidar mi alimentación ahora y ya para siempre, voy a educar en total libertad a mi criatura, mantendré unos horarios fijos y unas rutinas establecidas... Por supuesto, la mayoría de estos buenos propósitos no se cumplen. Es más, casi todo sucede de forma opuesta a lo que habíamos planificado.

El claro ejemplo soy yo. Pensaba con firmeza "Si alguna vez tengo un hijo, no le pondré un chándal en la vida". He tenido dos (hijos, chándales todavía ninguno) y no visten otra prenda. No sé cómo ha ocurrido, pero ha ocurrido así. Con esto y con un montón de cosas. Y seguro que no soy la única...

Y para muestra, un botón. Estos son solo unos cuantos ejemplos de esas cosas que se piensan antes de ser madre, seguro que tú tienes unos cuantos más.

"No daré chuches ni azúcar a mi niño, a mi niña"

Para cumplir esto solo puedes hacer una cosa: encerrar al niño en un búnker y que crezca allí sin contacto alguno con el mundo exterior.

"Fomentaré el aprendizaje solo con juguetes educativos"….

hasta que el angelito descubre los anuncios de la tele y pide la pistola de rayo láser y mira telescópica. Además, tras ser madre he descubierto que la vida es el juguete educativo más impresionante que hay. De un trozo de plástico ¡se puede aprender muchísimo! (y esto, nos lo enseñará nuestro bebé cada día).

"No pondré lacitos a mi hija ni la vestiré de rosa"

Por supuesto, la niña pedirá ir vestida de princesa Disney a diario, y lo conseguirá en un 90% de las ocasiones (el 10% restante irá vestida de bailarina o de sirena).

“No le compraré cosas porque sí”

Y luego vas y ves en un escaparate esa diadema tan mona o la cara de felicidad que pone ante la taza de su personaje favorito… Y te das cuenta de la cantidad de cosas prescindibles que ni te imaginabas que pueden dar la felicidad. ¡Es maravilloso aprender a ser un poquito superficial a veces!

"Fomentaré su creatividad y crearé un ambiente artístico sin cortapisas"

La primera vez que pinta una pared, tu grito se escucha hasta en Wisconsin. Después, es muy probable es que tu niña/tu niño no se atreva a repetir tal hazaña. (Y si el día de mañana no es una reputada artista o un afamado pintor, ya sabes de quién es la responsabilidad).

"Dejaré de fumar para siempre"

La realidad es que lo dejas entre un cigarro y otro nada más.

“No le castigaré, dialogaré siempre y tendré infinita paciencia”

Sin embargo, cuando en los colegios y hasta en las guarderías aplican esa salvajada de “la silla de pensar” o “el rincón”, no se nos ocurre denunciar y hasta lo llegamos a ver normal. Además, tener siempre buena cara y razonar con un niño es absoluta, total y empíricamente imposible. ¡Hay días que no se tiene paciencia ni con los niños, ni con los adultos, ni con el ordenador, ni con los picaportes de las puertas! Al fin y al cabo, somos humanas, no robots.

"Voy a ser una mamá estilosa y juvenil"

Con los hijos se va el presupuesto para la peluquería (y el tiempo). Y tampoco es muy recomendable llevarse a las criaturas de tiendas o al salón de belleza. Las madres podemos atender varias tareas a la vez, pero nuestros pequeños muchas más. Y una demanda por destrozos materiales no es lo más apetecible. Total, que al final, acabas priorizando la ropa cómoda (no es fácil saltar a la comba con falda recta y tacones) y la coleta, cuando no el pelo corto.

"Aprovecharé el tiempo libre para ver exposiciones con él y leer mucho"

El concepto "tiempo libre" desaparece del diccionario hasta que tu pequeño bebé empiece la universidad. Y aquí puedes pensar “Bien, pues inculcaré hábitos de lectura en mis hijos”. Hasta que no aprenden a escribir y leer, solo se les puede contar historias de dibujos. Y después… ¡Es un milagro que atiendan a un cuento! Eso sí, inventar historias antes de dormir y sin libros de por medio es una muy buena estrategia para acostar a los niños tranquilos.

"Llevaré a mi bebé vestido de anuncio, con cosas monas siempre"

En cuanto tiene una semana de vida y has tenido que cambiarle varias veces al día (cuando no es el pipí son los restos de leche), ya has comprobado que esto es una falacia, como la existencia de los unicornios. ¡Qué decir cuando crecen y su mayor diversión es limpiar el suelo con las rodillas!

“No le meteré en mi cama…

Mis cuñados tienen a su hijo de dos años día sí y día también en su dormitorio, y eso no es vida”: Empiezas por dejarle tumbadito a tu lado para darle el pecho cómodamente, descubres lo delicioso que es sentirlo junto a ti y acabas comprando una cama King Size para que quepa toda la familia y la de la vecina del 4ºdcha si hiciera falta.

“Jamás utilizaré las amenazas para criar a mi niño”

No serás consciente, pero terminarás haciendo del chantaje emocional todo un estilo de vida: “Si te comes el postre, jugamos con los muñecos” “¿Me das un besito…o es que ya no me quieres?”… Y así ,mil veces a lo largo del día.

"No cometeré los mismos errores de mis padres conmigo"

Hay una fuerza extraña de la naturaleza, algo profundamente arraigado en tu memoria, que aflora un buen día cuando te escuchas diciendo la misma frase y con la misma entonación que te decía tu madre. Piensas "No es posible. ¿He dicho yo eso?" No, es tu madre que habla por tu boca, y te aviso que no puedes hacer nada por evitarlo. ¡Ah! Por supuesto no cometerás sus errores, sino otros que te reprocharán tus hijos. ¡Es ley de vida! ¿

¿Qué opción tenemos entonces?

¿Imaginar un mundo imposible y horrible para no decepcionarnos? ¡En absoluto! Como en todo, lo mejor es no crearse falsas expectativas, pero sí poner toda la ilusión del mundo.

Siempre ocurre igual: Pretendemos enseñar todo a nuestros hijos, y son ellos los que nos hacen aprender. En ocasiones pensamos "¡No se dan cuenta de que vivo para ellos!", pero en realidad, son ellos quienes nos dan la vida. Y por mucho que imagináramos un mundo ordenado, bonito y lleno de normas, la felicidad que da el caos de la maternidad ¡es incomparable con nada!

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