Así es la vida
Nadie habla de ello pero está ahí. Es el rechazo hacia un hijo o hacia el proyecto de él. Descubre por qué en el número de enero 2017, ya en los kioskos.
Nadie habla de ello, negamos incluso su existencia. Pero está ahí, y puede ser una emoción muy real. Es es el rechazo hacia un hijo o hacia el proyecto de él. Solo poner nombre a este sentimiento nos hace parecer las peores personas. Y no a los ojos del mundo, sino a los nuestros propios.
Por eso lo rechazamos, aunque esté ahí. Aunque sea muy potente. No podemos permitirnos siquiera pensar que no queremos estar embarazadas o tener sentimientos ambiguos hacia ese pequeño ser que duerme o berrea o mama o regurgita o incluso ríe a carcajadas a nuestro lado.
Hace bien poquito, a raíz de la pubicación del libro de Orna Donath, #madres arrepentidas, (ed. Reservoir books), muchas lectoras empezaron a nombrar en la red esta emoción, a permitirla, sin por ello sentirse malas madres. ¿Y sabes por qué? Porque no lo son, ¡No lo somos! En ninguno de los dos tipos de emociones: desde la más profunda: "no quiero a este hijo", hasta la más superficial: "¡dónde me he metido, la vida sin hijos era mejor!". Ambas son legítimas y ambas son mitad verdad-mitad mentira.
Hasta en las depresiones posparto más profundas creo que hay un amor irracional, irresistible, inaudito, increíble hacia el bebé. Quizá por eso la depresión sea más intensa, por contradictoria y porque las hormonas (esas malditas) tienen mucho de culpa. Sabes que quieres a tu hijo y que a la vez no.
Si estás en este momento, te prometo que pasa. Que vas a emocionarte con tu bebé, le vas a cuidar, alimentar, bañar. Y no solo eso, también le vas a cantar, acurrucar, le vas a hacer cosquillas, le vas a besar por todo el cuerpo, le vas a mordisquear los pies. Te vas a reír con él, vas a llorar, vas a bailar por toda la casa con él en brazos, vas a pensar que es la cosa más bonita del mundo. Y vas a reconocer con orgullo y felicidad que ese ser tan perfecto es tuyo y a la vez es solamente de él mismo. Así es la maternidad, contradicción pura.
Maravilla y desesperación. Como la vida misma.