Ser Padres

¡A bailar! Otro modo de hacer ejercicio

Realizar ejercicio físico es una de las claves para prevenir la obesidad infantil y fomentar hábitos de vida saludable. Si además sirve para escuchar buena música, reír, pasarlo bien y hacer amigos el beneficio es completo. Y ¿qué actividad reúne todas esas características? ¡El baile!

Bailar no tiene edad y se puede empezar desde bien pequeño a mover el esqueleto. Se puede bailar en el salón, en la cocina, en un cumpleaños (decorando la casa y disfrazándose como en un musical) o acudir a una escuela, uno o dos días a la semana, con el objetivo de ser constantes en la práctica de este ejercicio.

Tipos de baile

Puede que al pensar en clases de baile, recordemos las castañuelas de los bailes regionales de nuestra infancia o ese tutú adorable que nos poníamos las niñas para dar ballet. Pero, hoy en día, no son las únicas opciones. Y es que los estilos más modernos (funky, hip hop, flow, etc) cada vez están más de moda porque son desenfadados, urbanos y muy fáciles de bailar en cualquier sitio y ocasión.
Lo importante a la hora de elegir un tipo de baile para nuestros hijos es que les guste a ellos, no a nosotros, y que disfruten haciéndolo. En todos ellos, se ponen en práctica habilidades físicas y psíquicas que les ayudan en su desarrollo. Según el carácter y la forma de ser de los niños se sentirán más cómodos en un estilo u otro y nosotros, como padres, debemos estar ahí para darnos cuenta.

¿Cuáles son sus beneficios?

Físicos:
Como nos comenta Mery Ramírez, directora y profesora de Funky Kids en la escuela de baile Wosap, “bailar les ayuda a desarrollar su cuerpo y a ponerse en forma”. Y así es. Cuando nuestros pequeños se mueven al ritmo de Jennifer López o aprendiendo sus primeros pasos de danza clásica están mejorando la flexibilidad, la resistencia y la coordinación. Además, empiezan a descubrir cuáles son las cualidades que los distinguen, desarrollando una imagen positiva de su propio cuerpo.
Psicológicos:
Les fomenta una buena autoestima y la confianza en si mismos. La posibilidad de expresarse y compartirlo con los demás les refuerza la identidad y la autonomía. Por otro lado, la sensación de libertad que sienten al bailar y la posibilidad de dejar fluir en ese momento sus sentimientos puede ayudarles a combatir situaciones de estrés y ansiedad.
Intelectuales:
Prestar atención a una coreografía para luego repetirla, por ejemplo, es bueno para que aumenten la concentración y la memoria. En este sentido, les ayuda a rendir más en el cole.
Sociales:
No por ser el último aspecto que resaltamos es el menos importante. Bailando con otros niños aprenden a colaborar y a trabajar en grupo. También a respetar y apreciar la sensibilidad y la creatividad de sus compañeros, mientras ellos van desarrollando la suya propia.
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