Ser Padres

¡El profe me tiene manía!

¿Qué hay detrás de la coletilla tan repetida por algunos niños de “Mi profe me tiene manía”?. Puede ser una forma de echar la culpa de sus errores a otro; un exceso de exigencia familiar o, simplemente, que esté diciendo la verdad. ¿Cómo tenemos que actuar?

Autor: Alicia Herranz

A partir de los cinco años, los niños comienzan a posicionarse respecto a sus profesores en dos lados extremos: o su profesor es el no va más y su palabra es dogma de fe: «¡Que no papá, que esto no es así! Mi profe dice que es...», o su maestro es el causante de todos sus males.

¿Y qué hay que hacer en estos casos? ¿Hasta dónde debemos creerles? ¿Tendrán razón en sus quejas? Hay que analizar las diferentes posibilidades y actuar en cada caso para evitar que esta situación se convierta en algo habitual.

El niño le está echando "cara dura"

Es muy cómodo y fácil justificar lo que uno hace mal echando la culpa a otro. No hay más que oír la de explicaciones que pueden llegar a dar: «Que sí, mamá, que Tomás ha hecho lo mismo que yo y a él ni le ha regañado ni nada»; «Que de verdad que yo había estudiado pero me ha preguntado aposta lo más difícil para fastidiarme».

A estos típicos «excuseros» se les pilla fácilmente, ya que en casa suelen adoptar las mismas actitudes ante cualquier contrariedad: «Mamá, que yo no he roto el cristal con el balón, te lo ha dicho el portero para que me regañes porque me tiene manía».

Los padres somos demasiado exigentes

Cuando el estilo educativo de la familia es muy rígido y no hay cabida para el error, los niños se refugian en excusas externas a ellos para explicar sus malas calificaciones o su mal comportamiento.

Tendremos que bajar el listón. Somos nosotros, sus padres, quienes tenemos que aceptar el error como algo normal (e imprescindible) en el proceso de aprendizaje del niño y hacerle ver que le valoramos con sus capacidades y sus limitaciones.

El profesor no empatiza con el niño

Los maestros son profesionales de la enseñanza, pero también son humanos. Del mismo modo que, como padres, queremos a todos los hijos por igual pero siempre hay alguno con el que nos sentimos más identificados, al maestro le puede suceder lo mismo.

Partiendo de que debe tratar con la misma profesionalidad a todos sus alumnos, siempre habrá algunos con los que tenga más afinidad y otros con los que posea menos química.

Pero como profesor de un grupo, no debe permitir que sus preferencias personales afloren en el aula. Si alguno de sus alumnos se siente menos agraciado con su simpatía puede sentirse mal, lo que influirá de forma negativa tanto en su rendimiento escolar como en su autoestima.

Alicia Herranz es psicopedagoga.

Pasión por la vida

Más de 45 años acompañando a las familias

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