La importancia de tu actitud y lenguaje sobre la imagen
Los niños son esponjas que absorben no solo conocimientos sino también nuestras actitudes y emociones ante la vida y las diferentes situaciones a las que nos enfrentamos, por eso es importante que cuidemos siempre cómo nos hablamos.
La imitación es una de las formas de aprendizaje naturales para los pequeños por eso debemos cuidar no solo el lenguaje y la comunicación que tenemos con ellos sino también con nosotros mismos. En todos los aspectos, también cuando hablamos de nuestra apariencia física.
Si continuamente nos percibimos y verbalizamos delante de nuestro hijo con una imagen no óptima de nosotros mismos, con frases del estilo “me sobran unos kilos”, “tengo arrugas”, “estoy cansada, qué vieja estoy…”, “me estoy quedando calvo”, “estoy muy delgada” e, incluso, cuando todo está bien y no existe una afección física pero sí existe un cuidado y atención excesiva del físico, ya sea a través de la alimentación, el ejercicio físico u otros hábitos, los efectos en los niños y adultos son múltiples pero destacan los siguientes.
En el desarrollo del infante
De manera inconsciente estamos influyendo en los patrones más importantes dentro de la educación, como son la aceptación de uno mismo, el autoestima, la seguridad y la confianza. Como resultado de este discurso hacemos que estos se mermen y, por tanto, se provocan emociones como tristeza, rabia o enfado y sentimientos, a la larga, de frustración e inseguridad.
También nacen emociones de insatisfacción y temor, que luego pueden suponer un obstáculo o freno en un crecimiento sano desde una perspectiva menta-psicológica.
Por otro lado puede pasar que nuestros descendientes repitan los patrones de sus padres y madres y su conducta sea una copia de los mismos, ya que por imitación también se adquieren rasgos de personalidad similares, siendo esto no una visión objetiva de bienestar a pesar de que ellos se sientan contentos con su auto concepto.
En el mismo adulto
Este tipo de discurso suele generar, normalmente y a largo plazo, malestar, estrés, ansiedad y frustración. El adulto no se acepta tal cual es y, retomando lo expuesto anteriormente, existe una falta de seguridad y confianza en sí mismos que probablemente se ha visto influenciado por su educación, familia y experiencia.
Digamos que se automatiza una objeción sobre sí mismos.
Trabajar en ello supone un auto conocimiento previo donde es necesario reaprender otros patrones y valoraciones adecuados para su bienestar y salud mental.
En el caso de los adultos es importante detectar cuántas veces se manifiestan estos pensamientos o verbalizaciones y durante cuánto tiempo para plantearnos si se debe a un comportamiento no sano para uno mismo y para los que le rodean.
Es importante ser objetivos y cuidarnos pero, principalmente, estar atentos siempre a lo que nos dice el cuerpo buscando encontrar y permanecer en el equilibrio.
Rocío G. Abós es psicóloga especializada en desarrollo personal y psicomotricidad infantil. Dueña y autora de Vértice Psicología.