Mi hijo tiene un amigo imaginario
Entre los tres y los cinco años algunos niños crean un amigo imaginario con quien compartir sus juegos y vivencias. ¿Son nocivos?
El amigo imaginario puede ser el osito o la muñeca, pero también personajes completamente invisibles que, sin embargo, tienen nombre propio, personalidad y rasgos físicos definidos y, algunos, hasta manías. Pueden pretender incluso ocupar un lugar en la mesa y hasta en la cama.
Es algo normal
Es lógico que algunos padres se sorprendan e inquieten al encontrar a su hijo enfrascado en una animada charla con su amigo imaginario o soltándole la misma regañina que le han echado a él un rato antes.
Pero no tiene nada de anormal: muchos niños los tienen. Y en realidad, distinguen bastante bien el carácter imaginario de estos personajes. Aunque insistan en su existencia real, en el fondo saben que son producto de su fantasía.
¿Qué hay que hacer?
- No hay que ridiculizar al niño ni decirle que miente, sino ser tolerantes y respetuosos.
- Se puede entrar un poco en el juego, pero sin llevarlo demasiado lejos: no es necesario hacer sentir al niño que nos engaña. En el fondo él sabe que está jugando a «como si» ese amigo existiese. Así, establecemos una complicidad y le permitimos que desarrolle el saludable ejercicio de entrar y salir de la fantasía.
¿Para qué sirven?
Estos amigos imaginarios cumplen diversas funciones: