Rafa Guerrero: ‘’Un niño que confía en sí mismo lo hace porque antes alguien ha confiado en él’’
¿Por qué el móvil no debería sustituirte como padre o como madre? ¿Por qué el ambiente en el que crezca un niño condiciona tanto su personalidad? ¿Por qué es necesario que dejes de decir ‘No entiendo por qué te enfadas ahora’? Rafa Guerrero responde a estas y otras preguntas.
Del psicólogo Rafa Guerrero se podrían decir muchas cosas. Se podrían nombrar, por ejemplo, todos los títulos académicos que le certifican como experto en educación emocional y trastornos del aprendizaje (como TDAH). O se podría hacer hincapié en la experiencia que ha sumado a lo largo de los años, como la actual: director de Darwin Psicólogos. O también sería posible enumerar todos y cada uno de los libros y cuentos que ha publicado con el fin de ayudar a padres y profesionales de la educación a entender el cerebro infantil, con el fin de ofrecer una buena educación emocional a los peques.
Pero, de todo, nos vamos a quedar con sus metáforas para explicar todo lo que ocurre en el cerebro de los niños desde que nacen hasta que pasan la adolescencia (incluso, la etapa adulta). Metáforas que han servido y sirven a muchas familias a entender, por fin, por qué es necesario establecer relaciones de apego seguro con los peques, o por qué es necesario validar sus emociones y no tomarse las rabietas como algo personal.
Metáforas de las que vuelve a hacer gala en su último libro ‘El cerebro infantil y adolescente’ (Editorial Libros Cúpula) y de las cuáles se sirve a lo largo de esta entrevista para intentar ayudar, de nuevo, a los padres a entender ese método de trabajo cerebral al que se tendrán que enfrentar con sus hijos.
¿Qué son los chupetes emocionales?
Son recursos externos que, con buena intención, pero con resultados pésimos, les damos a los niños para regular sus emociones. Aquellos elementos externos que propiciamos como mecanismos para que regulen sus emociones. Un chupete emocional es, por ejemplo, un dispositivo tecnológico.
Con este tipo de elementos externos el mensaje que les aportamos es que busquen y encuentre solución a esa regulación emocional de fuera de ellos y eso es un problema. El objetivo perseguido debería ser conseguir que tengan recursos de autoregulación. Si esos recursos los buscan fuera, no estaremos fomentando esa regulación sana.
¿Por qué los padres tienden a hacer esto? Pues son varios los motivos. Uno podría ser un problema de concienciación: el padre o la madre piensa que no hay ningún problema por dejarle el móvil para que se le pase la tristeza. O también puede ser un problema de tiempo: no te puedo atender en este momento, así que toma el móvil para que te calme por mí.
¿Dónde reside la importancia de dar validar todas y cada una de las emociones que siente el niño?
En que la regulación de emociones es un proceso imprescindible para conseguir la maduración emocional. La validación debería ser uno de los pilares básicos de todo modelo de crianza: es normal que se sienta triste si le decimos que es la hora de irse del parque, él no entiende por qué ha llegado el momento de irse. El problema está en que los padres no entiendan que esa tristeza es normal y espeten frases como “no entiendo por qué te enfadas ahora”.
¿La personalidad nace o se hace?
Diría más bien que es una mezcla de ambas. Es cierto que el ser humano nace con una predisposición genética que nos impulsa en una dirección y no tanto en otra, pero también está claro que el entorno donde se desarrollan los niños también va a moldear eso.
¿Por qué hay bebés que son más irascibles que otros con apenas tres días de vida? Porque, efectivamente, hay una personalidad innata. Pero, aparte de eso, el ambiente en el que viva el niño desde su nacimiento también condicionará ciertos rasgos de su carácter.
¿Existe alguna investigación que explique el papel que juega el entorno en la personalidad?
Podríamos referirnos, por ejemplo, a un estudio científico en el que se tapó uno de los ojos a varios bebés. ¿Qué demostró? Que aunque tenían la predisposición genética a ver, si el entorno no estimulaba esa capacidad, parecía que no la tenían. Efectivamente, los pequeños no veían por el ojo que había estado tapado.
Lo explicamos a través de una metáfora: puedo tener la predisposición a enseñar inteligencia emocional a una lagartija. Puedo enseñársela durante días y días, pero no voy a conseguir nada porque su genética no está preparada para entenderlo. Con el ser humano pasaría al revés: sí tiene esa capacidad genética de entender la inteligencia emocional, pero si no le guían en ella, difícilmente pueda desarrollarla.
El cerebro es muy maleable: ¿qué se considera un padre o madre sano a la hora de dar forma a ese cerebro?
Sería aquél que es capaz de proteger suficientemente a su hijo, mientras entiende que el niño es curioso por naturaleza, le aporta esa autonomía y fomenta su entorno para que pueda desarrollarla, siempre protegiéndolo de los peligros. Serían los padres que explican al niño todo lo que ocurre dentro y fuera de su cuerpo y que sabe regular las emociones de sus hijos desde una perspectiva respetuosa. Le pone límites, sabes decir ‘No’, es sensible y empático y, sobre todo, conecta con las necesidades de su hijo.
Está relacionado con el apego seguro: un niño que consiga confiar en sí mismo, lo hará porque antes alguien confió en él.
En cuanto al cerebro de los adolescentes, ¿cuáles son las particularidades que explican el comportamiento en esta etapa?
La etapa de la adolescencia, también llamada ‘tsunami emocional’ es un momento en el que hay mucha carga emocional que no puede ser regulada. Es tan peculiar como cualquier otra etapa del ciclo formativo. Cuando un adolescente se comporta de manera impulsiva, no lo hace para desafiar, sino porque su cerebro ‘está en obras’. Está formando y reorganizando ‘carreteras’ en la zona que se encarga de la gestión y el control de los impulsos.
Cuando esas ‘obras’ terminen, nos encontraremos ante un cerebro mucho más capaz, que sabrá regular mucho mejor. Pero, hasta entonces, nos encontraremos con un cerebro impulsivo, con muchos cambios de humor y sin capacidad de gestionar todo aquello que le viene.
¿Esa impulsividad típica de la adolescencia se podría regular o evitar con educación durante la infancia?
Aunque esa regulación de la que hablamos siga existiendo, es cierto que en las etapas previas, infancia y pre adolescencia, se pueden inculcar valores y mecanismos cerebrales para que la adolescencia no sea tan drástica.
Si antes de llegar a la adolescencia trabajamos aspectos como la cooperación, el autoestima o el apego seguro, quizás llegarán con herramientas que les puedan funcionar.
¿En qué consiste el proceso de poda neuronal?
Explicado de forma sencilla, es un proceso que consiste en ir recortando todos aquellos grupos neuronales que no están en uso o que no tienen un funcionamiento adecuado en el cerebro. Durante la etapa adolescente hay un pico bastante importante de poda neuronal, pero ese ‘trabajo’ se produce por la noche. Aquí reside, precisamente, la importancia de que los jóvenes tengan un descanso reparador.