"Si pudiera volver atrás, no habría optado por ser una mamá que se queda en casa"
Así de contudente y sincera se ha mostrado Megan Blandford, una madre que se quedo en casa a cargo de sus hijos durante 6 años. Su experiencia nos puede ayudar a empatizar porque no todas las madres son las mujeres más felices del mundo dedicándose enteramente al cuidado de los niños. Esta madre nos cuenta su punto de vista.
La familia es la base de la sociedad. Así la considera la Organización Mundial de las Naciones Unidas y destaca su papel imprescindible en nuestras vidas como semilla donde germinan los vínculos afectivos. Debemos como sociedad ponerle foco hacia la importancia de la educación para todos sus miembros, pero sobre todo para los más pequeños, niños y jóvenes de todo el planeta. Y para ello debemos llamar la atención sobre la necesidad de buenas prácticas empresariales que permitan a padres y madres disponer de mayor tiempo libre para poder ejercer su papel de educadores y cuidadores. Hablamos de la conciliación, uno de los términos de actualidad, debido a las reiteradas demandas de colectivos feministas para solicitar un nuevo marco laboral que reduzca la jornada de trabajo. De la misma manera, los padres vienen tiempo demandando equiparación en cuanto a derechos de paternidad, es decir, días de permiso por el nacimiento de sus hijos.
Parece claro que padres y madres quieren dedicar más tiempo a la familia, equiparándose en derechos y obligaciones. El problema es que el hogar, sobre todo cuando los hijos son menores, resulta otro entorno de trabajo, además, no remunerado. En este ámbito, la mujer continúa dedicando casi el doble de tiempo que el hombre.Hace algunos años lo más común en todas las familias era que la mujer se quedase en casa cuidando de los hijos.
En la actualidad, los sueldos y la conciliación familiar se ha complicado y ha dado un giro de 180º grados tratando de compatibilizar ambos trabajos: su profesión y el trabajo de ser madre (igual que muchos padres). Hoy vamos a contar el caso y experiencia de una madre.
Ahora muchas familias hacen malabares para compaginar la educación y el cuidado de sus pequeños con su trabajo. Aunque quedarse en casa y dedicarse en exclusiva al cuidado de los hijos es una opción también perfecta y, por supuesto muy respetable, siempre y cuando sea lo que la madre o el padre realmente quiera para su vida. Dicho esto, no todas las mamás o papás que deciden quedarse a cargo de los niños tienen la misma opinión sobre este tema.
Una de las últimas personas en poner el grito en el cielo sobre este tema ha sido Megan Blandford, una madre que decidió renunciar a su carrera profesional para poder dedicarse enteramente al cuidado de sus hijos y que cuenta sus vivencias en la página DailyLife. Mirando con perspectiva aquella decisión, no cree que fuera la que me le hubiera gustado, ni la que más le haya enriquecido en muchos aspectos. Lo cuenta, pese a saber que todo lo que opina se pondrá en tela de juicio.
En su relato comienza diciendo que nunca habría decidido ser una mamá que se queda en casa. “No estuvo en mis planes en ningún momento de mi vida pero, sin quererlo, eso fue lo que hice durante seis años y medio”.
Expresa que, aunque ha tenido toda su parte positiva, ya que no se ha perdido un instante del desarrollo y crecimiento de sus pequeños y ha podido ver cómo se han desarrollado, crecido y comenzado a decir sus primeras palabras, también ha tenido una parte negativa: su salud mental se vio seriamente afectada.
Una confesión sincera
Mientras ella se dedicaba enteramente al cuidado de su familia, veía como su marido no dejaba de lado otras actividades como ir al trabajo, cortar el césped los fines de semana o salir a tomar algo cuando podía, mientras ella no dejaba de hacer el trabajo que había estado haciendo durante toda la semana. Día tras día veía cómo su estado de ánimo decaía, cómo intentaba seguir adelante, pese a que su fuerza mental le estaba pidiendo un respiro. De repente, vivió una escena muy cotidiana que, para ella, significó el punto culmen, el punto a partir del cual decidiría cambiar con esa rutina que le estaba matando: mientras estaba sentada en la alfombra de la habitación de su pequeña, pensó “si tengo que volver a hacer el sonido de un animal, voy a empezar a llorar”. Su hija le dijo: “mamá, ¿cómo hace un caballo?” e, irremediablemente, ella comenzó a sollozar.
Después de este momento y, aprovechando el nacimiento de su segundo hijo, decidió hablar con su marido y tomar una decisión entre los dos. Decidieron que se pondría a trabajar y que él se dedicaría al cuidado de los niños..
Comenzó a trabajar como escritora, algo que le había apasionado toda la vida, y empezó a ver la luz. Vio cómo se sentía realizada y encontró su tranquilidad interior, algo que todos deberíamos hacer y deberíamos pensar qué necesitamos para ello. Sin embargo, afirma que es cierto que ahora le viene algún pensamiento a la cabeza: “¿mis hijos se sentirán amados realmente?” pero piensa al instante: “A mis hijos les encantaba tenerme a su disposición todo el tiempo, pero preferiría que crecieran viéndome como lo hacen ahora: tomando decisiones adecuadas para mí, así como aquellas que son adecuadas para toda la familia.”