¿Qué hacer si monta una rabieta cuando no le quiero comprar algo en la tienda?
A la edad de 3 años los problemas de disciplina y las pataletas son muy habituales. Te ayudamos con una de las situaciones más típicas.
“Parece que elige el peor momento, cuando estoy con amigos o cuando hay mucha gente delante... como si supiera que me muero de vergüenza cada vez que se tira al suelo a patalear y gritar. Con tal de no pasar ese mal trago, casi siempre cedo y le compro lo que me pide para que se calle cuanto antes”, nos confiesa Ana. Su hijo, Marco, tiene tres años y, cuando van de compras, no acepta un no por respuesta. “Por eso casi nunca lo llevo al supermercado, evito los escaparates de juguetes y no entro con él en ninguna tienda”, admite.
¿Te gustaría organizar tu vida como Ana, esclavizada ante las demandas de tu hijo? Y, lo peor de todo, ¿quieres engañarlo, dejándole creer que así se consiguen las cosas? Si la respuesta es no, tienes que aprender a gestionar sus rabietas y exigencias. Aunque es difícil al principio, la pedagoga María Indiano aconseja “armarse de paciencia y aguantar la pataleta, a su lado, sin ponerse nervioso y sin gritar. Cuando se le vaya pasando, podemos utilizar palabras suaves para calmarlo, para hacerle saber que lo queremos, que estamos con él, aunque no vayamos a comprarle el juguete que se le acaba de antojar”.
Hablando nos entendemos
Tampoco se trata de negarle todo lo que nos pide por sistema. Igual, a veces, decidimos comprarle un capricho, pero también tenemos derecho a no hacerlo cuando lo creamos conveniente. Por su parte, el niño debe aprender una lección de oro que le servirá para toda la vida: la forma de conseguir nuestros deseos no es a gritos ni poniéndonos hechos unos energúmenos, sino con la palabra, negociando. “Cuando mi hijo me pide algo que yo no quiero comprarle, si se pone muy pesado o va a empezar a llorar, intento sentarme con él y le digo que me convenza, que me explique por qué lo quiere, por qué sería bueno para él tenerlo. Yo también le puedo explicar por qué no quiero comprarlo. Hablando se entiende la gente y, si lo hace bien, a veces logra convencerme”, nos cuenta Laura.