¿Es esta crisis una etapa normal del ciclo vital de la familia?
El ciclo vital familiar se refiere a los cambios que experimenta una familia a lo largo del tiempo y que se ajustan a un patrón previsible que se puede describir en términos de etapas.
Al igual que las personas experimentan cambios psicológicos durante su vida, las familias también. Y es que las personas se desarrollan emocionalmente en función de las relaciones que establecen con las personas de su círculo más cercano, a lo largo de su ciclo vital individual y familiar.
Así, una familia pasa por diferentes etapas a lo largo de la vida. Para que pueda pasar de una etapa del ciclo vital a otra tiene que haber necesariamente una crisis, lo que inevitablemente implica un proceso de adaptación a la nueva realidad. Y para poder resolver adecuadamente estas crisis es necesario realizar determinadas tareas.
Por ejemplo, en la adolescencia es necesario que el o la adolescente se diferencie de sus progenitores, construyendo su propia identidad. Para ello, el o la adolescente se rebelará ante las normas y reglas familiares, con el objetivo de transmitir que es diferente a sus progenitores, lo que acarreará inevitablemente una crisis en la familia. Según cómo la familia resuelva esta crisis, esto influirá en la resolución de esta etapa y otras posteriores.
Las familias a veces atraviesan crisis en etapas evolutivas sin poder realizar las tareas necesarias para resolver dichas crisis, quedándose atascadas en una etapa determinada, produciéndose algún síntoma en alguno de los miembros o generando mucho estrés familiar. En estos casos, es necesario que la familia pueda recibir ayuda de un profesional que pueda orientar a los miembros a manejar la crisis de esa etapa vital y resolverla de manera adecuada. Por ejemplo, imaginemos un padre o madre que recurre al alcohol para afrontar la salida de su hijo o hija del domicilio familiar, puesto que no está psicológicamente preparado o preparada para afrontar esta nueva etapa del nido vacío.
Las etapas del ciclo vital familiar y las tareas que deben abordarse en cada una son las siguientes:
1. Individuación del joven adulto
Es la etapa en la que el joven adulto debe ganar en autonomía, consolidándose su identidad como adulto independiente a sus progenitores. Durante este periodo el individuo puede abandonar el hogar de los padres, buscar trabajo, relacionarse con una pareja, y/o ajustar la relación con sus padres a una relación de igual a igual.
Si esta tarea de diferenciación de su familia de origen se realiza adecuadamente, el joven podrá reconciliarse con los diferentes subsistemas familiares que le rodean (parental, fraternal, y de otras generaciones), manteniendo un adecuado equilibrio entre la autonomía y la pertenencia a ésta. Si esta tarea no se resuelve, podría romperse la relación con la familia de origen o en el extremo contrario, mantenerse la dependencia de ésta evitando la propia identidad y autonomía, o buscando un sustituto de la familia de origen como pareja. Cualquiera de estas alternativas son intentos de solución a un conflicto no resuelto.
2. Formación de la pareja
Durante esta fase se produce la unión de dos personas que provienen de sistemas familiares diferentes. El reto principal en esta fase es establecer el nuevo sistema, buscando una nueva manera de funcionar más allá de su propia individualidad, y construyendo un equilibrio en el que ambos miembros se sientan cómodos. Esto pasa por negociar valores, expectativas, roles, y también aceptar las diferencias con el otro. Además, se establecerán fronteras con el mundo exterior y, una vez más, se buscará un equilibrio entre la intimidad de la pareja y el contacto con éste.
3. Nacimiento de los hijos y primera infancia
Al nacer el primer hijo, se construye el sistema familiar, compuesto por nuevos subsistemas (padres, pareja e hijos). Cambian las relaciones entre los miembros y se necesita una reorganización del sistema para dar respuesta al cuidado del nuevo miembro.
Algunas de las tareas que se deben resolver en esta etapa son el reparto de las funciones de cuidado del hijo o hija y de las nuevas tareas domésticas, el equilibrio entre el mantenimiento de la función parental y la función de pareja, la adaptación al trato de cada hijo o hija en función de su edad y necesidades, y un adecuado equilibrio entre las necesidades de dependencia y autonomía de los hijos.
4. Divorcio o separación
El divorcio es un estresor muy importante para las familias. Los hijos deben enfrentarse a un difícil duelo. Los padres, además de manejar su propio malestar, deben hacer frente también al de sus hijos. Se añaden además nuevas dificultades como las decisiones asociadas al divorcio (reparto económico, custodia, etc.).
Son tareas complicadas las que deben resolver los progenitores en esta etapa. La principal es asegurarse de proteger a los menores del conflicto entre los adultos. Y es que el manejo que hagan los padres del divorcio afectará al desarrollo emocional del menor, por lo que gestionarlo de manera adecuada minimizará el impacto del mismo sobre los hijos.
5. Adolescencia de los hijos
La adolescencia es una etapa de difícil manejo tanto para el propio adolescente como para los progenitores. El reto principal al que debe enfrentarse el adolescente es a la búsqueda de su propia identidad, para lo que es necesario que pueda diferenciarse de sus progenitores.
Durante esta etapa surgen tensiones que una vez más habrá que negociar. Las normas familiares utilizadas hasta el momento ya no sirven, pues el adolescente necesita mayor autonomía, a la par que seguir manteniendo el contacto y apoyo afectivo de sus progenitores.
Los progenitores deberán encontrar un nuevo equilibrio entre la necesidad del adolescente de mayor de autonomía y de dependencia de sus progenitores, flexibilizando los límites para permitir al adolescente explorar y experimentar, pero contando con su apoyo cuando tenga dificultades. Asimismo, deberán facilitar la búsqueda de su identidad observando y fomentando sus habilidades e intereses, dialogando con él/ella, y facilitándole su espacio para poder experimentar sus habilidades y autonomía.
6. Individuación y abandono del hogar de los hijos
En esta etapa en la que los hijos se independizan, los progenitores deben reencontrarse como pareja. Al perder su función parental, se puede producir el conocido “nido vacío”, que hace referencia al sentimiento de vacío que experimenta la madre y/o el padre cuando los hijos abandonan el hogar y pierden su rol parental o marental. En ocasiones, se encubren conflictos de pareja no resueltos mediante este rol.
Para manejar esta etapa, es muy importante que los progenitores puedan percibir esta situación como una oportunidad para poder recuperar sus espacios de pareja e individuales.
En familias monoparentales o monomarentales, será crucial recuperar estos espacios individuales.
Los hijos, por su parte, deberán enfrentarse a una nueva vida totalmente autónoma de sus progenitores, desarrollando todas las habilidades necesarias para ello (afrontar el pago del alquiler, comprar, cocinar, limpiar, lavar la ropa, etc.).
Por último, mencionar que existen nuevas realidades familiares que tienen características diferentes a las familias tradicionales, por lo que no necesariamente atravesarán todas estas etapas del ciclo vital familiar, o incluirán algunas nuevas, como son las familias homoparentales, las monoparentales o monomarentales, reconstituidas, o transnacionales.
En conclusión, es importante que las familias puedan conocer y realizar las tareas necesarias para resolver la crisis de cada etapa del ciclo vital en la que se encuentren. En caso de no poder manejarlas es importante pedir ayuda profesional para poder pasar así de manera satisfactoria a la siguiente etapa.
Artículo elaborado por Cristina Botella, Psicóloga General Especialista Clínica de Psicólogos Pozuelo.