Fran Chuan: “Seguimos educando a los niños como en el siglo pasado”
Fran Chuan es un experto conferenciante que desde hace más de 25 años estudia y habla de la innovación. En su análisis entre innovación y educación busca la enseñanza desde el "para qué". Hablamos sobre cómo fomentar la capacidad innovadora de los niños.
La condición humana es una fuente inagotable de generación de oportunidades, en esa idea se basa, Fran Chuan, experto conferenciante especializado en el ámbito de la innovación y la tecnología. Desde su faceta como autor, emprendedor y conferenciante, dedica buena parte de su tiempo a analizar la relación entre innovación y educación, y cómo hay que trabajar desde ya con los más pequeños en procesos que aprovechen los resultados basados en el error, detectando oportunidades reales, enseñando desde el "para qué", proyectando a estos niños para que su capacidad innovadora sea imparable en el futuro. También es autor de varios libros y, en este caso, nos centramos en algunas ideas de su obra “Autenticidad”. Precisamente sobre futuro, capacidad de innovar y educación hemos querido hablar con él.
Dices que la innovación es una actitud ante la vida... ¿por qué?
La innovación está muy mitificada, se piensa que es solo de unos pocos o que es algo muy radical y es mentira. La innovación es el resultado, es un “algo” tangible bien sea un servicio, un producto o cualquier cosa que sea diferente a lo que había antes. Hay pocas innovaciones que podamos encontrar en la historia que en realidad no sustituyan un algo anterior: el coche de hoy sustituyó al carro tirado por caballos, la televisión plana sustituye a la de tubos y así sucesivamente. Si aceptamos que la innovación es el valor final diferencial, ¿cómo llego a ella? Con 4 elementos: 3 los tenemos en el sistema operativo base del ser humano: curiosidad, imaginación y creatividad; el cuarto es tiempo. Nadie innova cuando le persigue el león y va corriendo y es como vamos hoy en día y así mal vamos.
Las culturas más innovadoras y abiertas al cambio (culturas domésticas, microculturas dentro de la cultura en la que vivimos) son más lentas, dedican más tiempo a la reflexión, son menos aseverativas y más dubitativas. Si educamos a los niños en esto es así y esto es “asá”, le ponemos vallas al campo y, por tanto, si la innovación es hacer algo diferente, como hay vallas ya no puedo hacer cosas diferentes. En España podríamos tener más capacidad innovadora si “desaprendiéramos” esos prejuicios.
¿Cómo se puede "desaprender"?
La primera reflexión descrita en el libro es que hace falta un concepto que nos cuesta, se llama humildad: la antítesis de la humildad sería la soberbia. La humildad te exige dudar de ti, sin llegar a ninguna patología, pero sí tener dudas, porque la duda está en el mundo de la curiosidad. La duda es la que diluye las vallas del mundo y los niños son unos cracks en eso hasta los 7 años. Por eso hay que “desaprender” desde la humildad, porque me queda mucho por aprender, sé muchas cosas, pero me quedan por aprender muchas más. Otra persona siempre puede incorporar alguna variante sobre lo que creemos que sabemos o sobre cómo hacemos las cosas.
¿Qué relación hay entre innovación y educación?
Si yo educo en lo que está bien y lo que está mal, la capacidad innovadora es cero. No le tenemos miedo al error, le tenemos miedo a que nos han educado en que las cosas son de una manera y, si no las hacemos, estamos penalizados, por tanto, no le tenemos miedo al error, le tenemos miedo a la consecuencia del error. ¿Qué es error? Hacer las cosas de manera diferente a cómo me han dicho.
Hay un experimento absolutamente mágico que revela el concepto de educación e innovación. Imagina una jaula bastante grande, como el comedor de una casa, y pones dentro diez monos, no hay nada en la jaula exceptuando una cuerda que cuelga. Los monos son curiosos, inquietos y hay uno que se acerca, mira la cuerda, la estira y cae en toda la superficie de la jaula agua helada. Todos los monos empapados de agua helada. ¿Qué ha aprendido? Que si estiras de la cuerda cae agua helada. Al cabo de unos días, otro mono despistado se acerca a la cuerda y hay otro que, sabiendo lo que va a pasar, le pega y se detiene. Hay una dinámica: estiro de la cuerda, cae agua helada, cada vez que uno se acerca a la cuerda hay que detenerle para que no caiga agua helada, pero ninguno ha probado a ver si solo había agua la primera vez. Todos se quedan quietos ya y no lo hacen, por tanto, el experimento se convierte en aburrido hasta que los científicos empiezan a sustituir monos y meten algunos que no habían vivido la experiencia del agua. Cada vez que uno se acerca a la cuerda es “agredido” por otro, así van sustituyendo los monos hasta que hay un momento en el que en la jaula hay 10 monos, ninguno vivió la experiencia del agua, pero todos saben que al que se acerca a la cuerda hay que “atizarle”, aunque no sepan por qué. Eso es educación, seguimos educando a los niños como en el siglo pasado.
En un día se crea más contenido en Internet del que se había creado en los últimos 10 años, por tanto, enseñar contenidos a los niños es absurdo, tenemos que educarles a filtrar, a pensar para qué quiere un determinado conocimiento, a validar la información y, lo más importante, a conectarla. La educación tiene que ver todo con la innovación: si educas en la curiosidad, en la pregunta abierta, en que el error no está penalizado, la consecuencia es la innovación. La diferencia entre una cultura más dogmática, jerarquizada y una más abierta y preguntona es hacerse preguntas desde la curiosidad.
¿Cómo se puede llevar ese modelo de educación a las aulas?
Yo lo primero a lo que animaría es que a los profesores les dejaran de llamar profesores. Las palabras nos marcan mucho. ¿Por qué no convertirles en estimuladores, creativos, dinamizadores? En segundo lugar se podría probar durante un día a no enseñar contenidos, sino a enseñar el para qué. Todos recordamos a nuestros mejores profesores y se diferenciaban de otros por su forma de explicar las cosas como un cuento, definían la aplicabilidad del concepto; los peores eran los que abrían por la página que tocaba ese día, leían y se acababa. Enseñemos a los profesores a hacer más preguntas que afirmaciones, retar a los niños a “para qués” y pedirles que lleven respuestas siguiendo un método: que exploren, validen la información y la fiabilidad y a que conecten sus conclusiones y que lo que se puntúe no es que la respuesta esté bien sino llegar a respuestas de manera correcta.
¿Cómo se puede trabajar la innovación con los más pequeños?
Cuando rompíamos algo de pequeños nos regañaban en mayor o menor medida en relación al valor que tenía el objeto roto. Nos han educado a que si nos equivocamos haciendo una cosa, las consecuencias o penalización están vinculadas al valor del error. ¿Es ese el camino de educar hacia la innovación? No. Para educar a los niños debemos entender que causa-error-consecuencia-reprimenda no es el método. Ante este modelo el niño no aprende, ante esa reprimenda que no comprende desconecta, pero no aprende. Si un niño tira algo o rompe algo debemos actuar sobre la causa, hagámosles preguntas sobre lo que han hecho o ha ocurrido y cuál ha sido la consecuencia para que piensen, reflexionen…de este modo estaremos consiguiendo más. Yo tengo un jarrón de porcelana en casa, me dolió que mis hijos lo rompieran, pero no hicimos un drama y fueron ellos, con mi ayuda, los que lo repararon con pegamento. Lo rompieron con la pelota y lo que aprendieron es a no volver a usarla dentro de casa. Aprendieron que hay cosas que merecen cierto valor o cariño y eso hay que respetarlo y si yo respeto se me respeta. Hay que educar en tolerancia y libertad.
¿Crees que el actual modelo educativo fomenta esa capacidad de innovar de los niños? ¿Qué debería cambiar?
Hay escuelas en España muy “progres” en sus conceptos y están dando pasos muy interesantes, pero lo que es el plan educativo que mana del Estado y de los gobiernos no fomenta la capacidad de innovar, solo fomenta cómo estructurar contenidos. Ahora mismo hay un cierto caos en si incorporamos tecnología en el aula o no, unos están a favor y otros no. Yo considero que no se puede evitar que los chavales usen tecnología, es inevitable que nosotros la utilicemos, yo proveería de tecnologías, pero ¿por qué no educamos en el uso de la tecnología? ¿Por qué no estructuramos el para qué? El sistema educativo actual tiene mucho que mejorar en estimular el para qué, dar acceso a la información, enseñarles a filtrar, depurar y validar si las fuentes son fiables y conectar las conclusiones.
¿Cómo se educa desde el “para qué”?
No sé si es el sistema educativo, el Ministerio, los gobiernos autónomos, los directores de escuela o los propios profesores, pero tenemos una gran obsesión con las notas. Si, por ejemplo, les estimulo el ¿por qué murieron los dinosaurios? Y les voy haciendo preguntas conduciéndoles hacia un paradigma que es el “qué hizo que desaparecieran los dinosaurios” y les pido que trabajen en parejas y que el próximo día lleven sus conclusiones sobre cuáles fueron las causas aplicando las reglas de explorar para buscar información, filtrar fuentes, conectar conclusiones y, además, cualquier respuesta es válida. ¿Cómo pongo nota a eso? Es muy fácil poner nota en base a un resultado que está bien o está mal, pero este método del que hablo es más complejo, menos cómodo.
El sistema educativo debería modificar en su origen el cómo valoran a los niños, si lo que quieren medir es si un niño aplica bien la regla de tres o si aplica bien una labor exploratoria y de análisis para llegar a conclusiones. En las familias, ante el cómo educar a los niños, es importante hacerlo desde la pregunta abierta y desde el aprendizaje cada vez que se equivoquen.
¿Perdemos la capacidad de innovación que tenemos de niños al hacernos adultos? ¿Por qué se pierde y cómo se puede evitar?
Claro que la perdemos, si innovación es obtener un bien, servicio o receta diferente de lo que había antes y que genere un valor, significa que tienes que salirte de las zonas de confort, la perdemos en cuanto se consolida la barrera, en cuanto se consolidan las reglas de juego de la sociedad, en cuanto los niños descubren cómo recibir la palmadita en la espalda o evitar el “cachete” (metafóricamente hablando) estamos matando la innovación.
Mi objetivo y anhelo es que las generaciones futuras, cuando lleguen a ser los directivos, ya no hablen de innovación, lleguen educados de una manera diferente de forma que el kit básico de innovación, curiosidad, imaginación y creatividad lo puedan poner en práctica sin que nadie les dé “cachetes”.
En el mundo educativo el profesor debería pasar a ser un estimulador, un coach de los niños y en el mundo empresarial igual. Si el jefe, que se supone que es el que más sabe, dice lo que hay que hacer pierde la creatividad y las opciones que le podían ofrecer sus trabajadores. Para cambiar esto en todos los ámbitos (en el colegio, en casa, en la empresa) todos deben ser muy auténticos, tener coherencia entre lo que piensan, dicen, hacen y sienten. ¿Y con qué herramientas? Con la pregunta abierta. Dejemos de afirmar. Los padres no tenemos respuesta para todo, si la tuviéramos nos perderíamos respuestas de nuestros hijos que son mágicas.
¿Qué son los talentos innatos y cómo podemos descubrirlos en los niños?
Todo ser humano tiene algunos talentos, los que sean. La única manera de descubrir talentos, y hablo desde el punto de vista de padre, pero también lo aplico en el ámbito empresarial, es aplicar dos fórmulas: una es retar, animar al pequeño a salir de la zona de confort. Los padres debemos dejar de tener miedos, tratar a nuestros hijos como si fueran un poco más mayores de lo que son, cuando lo que solemos hacer es tratarlos como si fueran más pequeños. Debemos hablarles y basarnos en la pregunta abierta. Debemos controlar el riesgo, preguntarnos “¿qué es lo peor que puede ocurrir?” Y si el riesgo es aceptable, que experimenten. Debemos partir de esa pregunta, sin caer en el drama, analizando el riesgo real y que vivan las consecuencias.
En tu libro ‘Autenticidad’ hay mucha reflexión sobre la importancia de la autenticidad de las personas, ¿qué es ser auténtico?

libro Autenticidad
Es ser coherente entre lo que piensas, dices haces y sientes, es un modo de vivir. La antítesis es la hipocresía. Cuando tú vives en la autenticidad, requiere un esfuerzo, porque puedo pensar algo que si lo expreso o actúo puedo incomodar a personas. ¿Tengo que actuar de forma incoherente a lo que pienso? No, puedo no actuar. Es como decía Groucho Marx: "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente". Si se es coherente, no sé si se es carismático, pero desde luego estás más equilibrado, te sientes bien y te metes en menos líos, porque la incoherencia hay que compensarla y acabamos compensándola con mentiras y la mentira nos lleva por otro camino.
¿Cómo se crea o se fomenta esa cultura de la innovación en las empresas y en los trabajadores?
Si un directivo que es padre de familia, o tiene familia de algún tipo, fuera auténtico y la autenticidad tiene esas herramientas de duda y de humildad de los que hablábamos antes, tendríamos otras respuestas.
Tendemos a sentir miedo a preguntar a trabajadores, a nuestros hijos, etc. porque parece que la autoridad viene del conocimiento y no es así. La autoridad viene de estimular a otros la duda, de estimularles activamente y te conviertes en un referente cuando a otros les preguntas cosas de una manera sencilla, serena, con un propósito claro, sin generar desconfianza que pueda hacer que pensemos en qué respuesta dar…Ser auténtico y equilibrado, estimular la autenticidad de los demás es ser humilde y combinar con preguntas abiertas y escucha activa para estimular la curiosidad, la imaginación y la creatividad; la innovación es la consecuencia de eso. La innovación no se construye, es la consecuencia. Para llegar a esa consecuencia hay que enumerar los valores que tenemos en común para hacer establecer una relación diferente, más fluida, más franca, más auténtica y se genera una intimidad. La innovación se genera definiendo los conceptos que, a priori, son tan claros. Un ejercicio que hago en muchas empresas a las que voy es pedir que definan qué es para ellos innovación y cuando junto todas las definiciones es frecuente que coincidan muy pocas ideas. Si no nos ponemos de acuerdo en qué es innovación, ¿cómo vamos a innovar? Innovar es ponerse de acuerdo en palabras muy fundamentales.
¿Por qué este libro?
Este libro nace como una reacción de intolerancia ante la hipocresía que fundamentalmente hay en las relaciones empresariales, con el propósito de aprender a detectar personas tóxicas y actitudes perjudiciales, medito, extraigo conclusiones, las comparto y de ahí sale un guión que, en una primera versión, era totalmente personal, pero después lo derivé un poco hacia el mundo del liderazgo, pero el 99% de lo que viene en el libro puede aplicarse a todo el mundo. Es una necesidad de ser auténticos, equilibrados, aceptar que no tenemos respuesta a todo. Si observamos cuando estamos en una reunión con amigos y analizamos cuántas preguntas hacemos, veremos que hacemos muy pocas. Nacen grandes ideas de preguntas que, a priori, pueden parecer infantiles.
Te encanta el mar, te apasiona navegar y dices que la navegación tiene mucho que ver con la innovación…
En realidad innovar no es ir a ningún sitio, no es ir a un puerto, es dejar un puerto porque yo defino para qué quiero innovar. Al innovar estoy en un puerto y decido salir, pero sin idea de dónde voy a ir y navegar es más o menos lo mismo, a veces se sale a navegar, pero sin saber muchas veces dónde vamos a ir concretamente, en el mar no hay autopistas ni caminos trazados y decidimos qué rumbo tomar en base a parámetros externos, gestionando variables…sé dónde quiero llegar y tengo libertad de movimiento. En el mundo de la innovación es igual: no sabes dónde vas, debes gestionar permanentemente imprevistos y debes estar aprendiendo constantemente.