Ser Padres

“Debemos aprender a gestionar la propia angustia ante las emociones de los hijos”

Los psicoterapeutas Macarena Chías y José Zurita aseguran que la clave para criar a niños felices y capaces de manejar su rabia, su tristeza o su miedo es controlar la angustia que generan en los padres esas emociones de los hijos. Eso, y mucho amor.

José Zurita y Macarena Chías dicen que “las emociones están olvidadas, desatendidas, alejadas del lenguaje que compartimos en las familias y hay que darles su lugar”. Ellos intentan dárselo en el Instituto Galene, del que son director y subdirectora.

Las emociones están detrás de todos los trastornos que traen a los niños al psicoterapeuta: hiperactividad, fracaso escolar, enuresis… Hay que descubrir qué hay debajo de ese síntoma concreto. Y lo que solemos encontrarnos es sensación de abandono, una rabia impresionante, mucha tristeza…

Macarena: Normalmente los niños no hablan de las emociones porque en su casa no se habla de ellas. Cuando vienen a consulta, les llama la atención que, simplemente, les preguntes “¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste? ¿Por qué estás enfadado?”, no están acostumbrados.

José: Lo que falta es el lenguaje, hablar de las emociones en la familia. Muchos padres no aprendieron a hacerlo en su familia de origen, no les motivaron a expresarlas, no les protegieron cuando expresaban rabia o miedo… Lo que queremos con el libro es mostrar a los padres que pueden acompañar a sus hijos en sus emociones mediante juegos" target="_self específicos, contacto físico, una forma de hablar… y que pueden expresar ellos mismos lo que sienten, que no pasa nada malo, al contrario.

José: No es lo mismo ver a niños con una rabieta, o pelándose en un parque, que una expresión de emociones real. Lo que aparentemente es una expresión de rabia auténtica y sana es muchas veces un intento de manipulación del niño, que muestra emociones falsas para salirse con la suya. Las rabietas son efectivas porque a los padres les produce tanta angustia la rabia del niño que le dan lo que quieren. Lo que hay que descubrir es qué es lo que realmente siente el niño para tener esa rabieta.

José: Cuando un niño llora, es muy frecuente que los mayores le digan “no llores”, cuando lo sano es permitirle que llore, que descargue esa emoción. Le pedimos al niño que deje de llorar porque no sabemos qué hacer con ese llanto, y tememos cómo nos van afectar esas lágrimas a nosotros, cómo nos van a revolver. De hecho, una de las claves es que los padres aprendan a gestionar su propia angustia ante las emociones de los hijos. Porque tendemos a parar la emoción de los niños para no tener que enfrentarnos a las emociones que generan en nosotros.

José: Los niños tienden a expresar espontáneamente su alegría. Pero en determinados momentos, los padres consideramos que esa manifestación de alegría de sus hijos es una falta de respeto a nuestros problemas, a la situación que estamos viviendo o sin mas motivación que a él o ella se la censuraron en su infancia. En esos casos con una frase, con un gesto, detenemos esa expresión de alegría y enseñamos a los niños que no es adecuado mostrarla. Si esto se repite una vez, y otra, y otra, bloqueamos la adecuada expresión de la alegría del niño.

José: El permiso para sentir no se da verbalmente, lo damos los padres al expresar nosotros nuestras propias emociones. Hay padres que hablan de sus emociones, pero no las expresan. Dicen “estoy enfadado”, pero no muestran su enfado. Cuando el niño llora de forma espontánea por alguna emoción, recibe permiso para sentir si los padres le acompañan en esa emoción de tristeza, si le protegen, si le abrazan, si le facilitan que siga llorando y no lo cortan. Si le dicen que no llore, o distraen su atención (“mira, mira, ese coche que pasa por ahí”), le cortan la emoción, y eso una vez, y otra, y otra, y otra vez, le niega el permiso para sentir.

José: Con mucho amor, confiando en que la emoción del niño es algo bueno y sano. Las emociones son más o menos agradables, pero todas son buenas y necesitan ser sentidas y expresadas.

Macarena: Es importante escuchar al niño y estar conectado. Decirle “Estas llorando. Estoy aquí, qué necesitas, qué ha pasado, por qué estás triste…”. El niño necesita un acompañamiento no invasivo, sentirse protegido, sentir que puede llorar abrazado a su mamá o su papá y sentirse querido, porque su mamá o su papá están ahí para apoyarle. El contacto físico es muy importante para que el niño sepa que realmente estamos a su lado. A todos nos gusta sentir una mano en la espalda, un gesto físico de apoyo, sentir que tenemos ese contacto.

"EmocionArte.El arte de acompañar al niño en sus emociones”, de Macarena Chías y José Zurita, está publicado por la editorial Desclée de Brouwer en la colección Amae.

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