Ser Padres

¿Debemos publicar fotos de nuestros hijos en las redes sociales?

¿Estamos ante una sobreexposición de los niños en Internet? ¿Sabemos dónde está el límite entre su privacidad y la nuestra? ¿Tenemos derecho a dejar una huella digital de nuestros hijos? ¿Conocemos cuál es el alcance de las imágenes que compartimos en las redes sociales, cómo y para qué fines pueden ser usadas? ¿Estamos seguros de que si las borramos se eliminarán para siempre? Si te haces estas preguntas, esto te interesa.

Si eres padre o madre y usas redes sociales, seguro que más de una vez se te ha pasado por la cabeza el pensamiento de si debes o no compartir fotos de tus hijos en Internet. ¡Normal! Sobre todo, teniendo en cuenta que actualmente muchos progenitores cuelgan fotografías de sus pequeños en las diferentes redes. De hecho, el 23% de los niños tiene presencia en línea incluso antes de nacer porque sus padres publican imágenes de las ecografías durante el embarazo. Ese porcentaje se dispara rápidamente, hasta el punto de que 8 de cada 10 bebés tienen presencia en la red antes de cumplir los seis meses, y esa cifra sigue aumentando en los primeros años de la infancia, según una encuesta de AVG hecha en 10 países, incluido España.

De los países analizados, uno de los que se lleva la palma es Reino Unido. Allí, según un estudio publicado por la compañía Nominet, los padres publican en redes sociales cada año alrededor de 200 fotografías de sus hijos menores de 5 años. Esto significa que antes de cumplir los 5, circularán ¡1.000 imágenes de cada uno de estos pequeños!

Estos datos hacen que se encienda la luz de alarma ante un posible oversharing o sharenting, es decir, ante una posible sobreexposición por parte de los padres de los menores especialmente en las redes sociales. Y es que muchos progenitores no se lo piensan dos veces antes de publicar fotografías de sus pequeños durmiendo plácidamente, chapoteando en el baño, estrenando orinal, jugando en el parque…

¿Cuáles son los riesgos de colgar fotos en Internet?

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Fotografías que a simple vista no suponen ningún riesgo ni para los padres ni para los niños. Pero sólo a simple vista. “Se presupone que los padres son los principales interesados en garantizar y proteger la imagen de sus hijos y que buscarán su bienestar por encima de todo. Sin embargo, cuando comparten fotografías de sus hijos en las redes sociales, especialmente si son menores, pueden no ser conscientes de los riesgos que ello conlleva”, advierte Silvia Martínez, directora del máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia de la UOC.

Y es que cuando lo privado se hace público, muchas veces escapa de nuestro control. “En muchas ocasiones, los padres creen que la exposición que hacen de esas imágenes quedará limitada al círculo de sus conocidos directos, pero su alcance puede ser mucho más amplio”, matiza Martínez, también miembro del Grupo de Investigación en Aprendizajes, Medios y Entretenimiento (GAME).

“En primer lugar —continúa la experta—, la mayoría mantiene un perfil público en las redes, con lo que esa imagen podría ser vista por cualquier usuario. Por otro lado, aunque los padres hayan limitado la exposición de su perfil haciéndolo privado, en ocasiones los propios conocidos o familiares comparten esas imágenes que les han llegado por las redes (incluso sin disponer de una autorización para hacerlo), con lo que amplían ese alcance que puede llegar a tener la fotografía”.

“Compartir contenidos y narrar cada avance y logro que los hijos consiguen, comentar sus gustos y preferencias, indicar los sitios que visitan o mostrar espacios tan privados como sus habitaciones pueden desencadenar peligros. Todos estos datos ofrecen mucha información a terceros que pueden aprovecharla para intentar alcanzar fines delictivos o incluso atentar contra la integridad de esos hijos”.

Al difundir la infancia de los hijos estamos imprimiendo sus primeras huellas digitales. Silvia Martínez lo explica: “Al publicar esas fotografías, se contribuye a crear una identidad con la que el interesado, en este caso el hijo o la hija, puede no sentirse representado o cómodo, y terminar incluso sintiéndose avergonzado por ciertas situaciones o información muy personal que puede llegarse a mostrar en esas imágenes”.

El estudio Not at the dinner table: parents and children’s perspectives on family technology rules, elaborado por las universidades de San Francisco y Michigan, aporta datos sobre este punto: “El 56% de los padres comparte información potencialmente vergonzosa de sus hijos, el 51% da datos con los que puede localizárseles y un 27% cuelga fotos directamente inapropiadas”.

¿Las consecuencias? Aumenta el riesgo de que se conviertan en blanco de burlas y sufrir acoso o ciberacoso, o que las imágenes sean mal utilizadas por otros con el consiguiente impacto en la autoestima, reputación y relaciones sociales.

Otro de los riesgos de publicar fotografías de menores es que pueden utilizarse como material pornográfico a escala mundial por medio, por ejemplo, de la extracción de la imagen de sus genitales cuando se muestran desnudos. También pueden convertir a los niños en posibles víctimas de la pornografía infantil mediante la sustitución, con aplicaciones y tratamiento informático.

Cómo evitar la sobreexposición

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Por todo lo anterior, y con el fin de hacer un sharenting responsable, desde Pantallas Amigas sostienen que “cualquier padre, madre, tutor o guardador legal de un niño, niña o adolescente debe tener en cuenta estas diez consideraciones que pueden desaconsejar el sharenting”.

1.- Tienes la obligación de cuidar su imagen e intimidad, no el derecho de hacer uso arbitrario de ella. Las personas menores de edad tienen igualmente sus derechos que además deben ser protegidos de forma especial.

2.- Tu hijo o hija no gana nada con la publicación de las imágenes.

3.- Puede haber otro criterio válido pero diferente sobre qué y cómo se comparte. Especialmente cuando los progenitores no forman pareja, el sharenting puede ser motivo de conflicto.

4.- Es posible que no conozcas bien cómo estás compartiendo esas imágenes. No es fácil entender y gestionar la lógica y los cambios de gestión de privacidad de las redes sociales.

5.- Existen otras formas más controlables para compartir imágenes. Es necesario limitar con quién se desea realmente compartir la información y utilizar la plataforma adecuada.

6.- Habitualmente se comparte más información que la que se aprecia a simple vista. Una imagen inocente puede contener detalles de contexto importantes e incluso datos de geolocalización.

7.- Al compartir las imágenes con otras personas, ellas pueden asumir que no son tan privadas.

8.- Lo que publicas escapa de tu control. Cuando algo aparece en una pantalla, es susceptible de ser capturado y reutilizado.

9.- Compartir imágenes de otras personas sin su consentimiento es inadecuado. No es un buen ejemplo para otros miembros de la familia ni para el hijo o hija interesado cuando vaya creciendo.

10.- En ocasiones extremas puede comprometerse la seguridad de miembros de la familia. En algunos casos de ciberacoso sexual de menores las víctimas son amenazadas con daños a hermanos menores.

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